El lobby del Ibex se declara 'insolvente' ante el 20-D y
suspende la cumbre prevista hoy.
El Consejo Empresarial de la Competitividad tenía
convocada una reunión hoy en la sede de Telefónica para analizar las opciones
políticas derivadas del resultado de las elecciones
Las grandes
empresarios del Ibex han decidido que 'en boca cerrada no entran moscas'. A
título particular las opiniones sobre el resultado electoral del
20-D son fáciles de interpretar con sólo mirar a los ojos de algunos de los
principales representantes del mundo de los negocios. A nivel colectivo e
institucional, la posición es mucho más reservada y quien más quien menos prefiere plegar velas aprovechando el paréntesis
navideño a la espera de que sean los propios partidos políticos los primeros que muevan
ficha y desvelen sus estrategias de cara a la formación, si es que pueden, del
futuro Gobierno de la nación.
El Consejo Empresarial de
la Competitividad (CEC), primer lobby corporativo del país y que agrupa a las sociedades cotizadas
de mayor capitalización en bolsa, decidió suspender ayer mismo el
cónclave que tenía organizado para el día de hoy en la sede
Telefónica. La reunión estaba convocada con carácter ordinario desde hacía
semanas y tenía por finalidad hacer un repaso de lasopciones
políticas que podrían generar los comicios celebrados este
pasado domingo en España. El panorama no parece el más adecuado para acertar
con ningún tipo de quiniela y los empresarios han preferido hacer mutis por el
foro no vaya a ser que cualquier pronóstico pueda interpretarse como un ejercicio de temeridad.
Los jefes del Ibex están
molestos por la crecida de
Podemos, temen que Rajoy
no pueda hacer valer su pírrica
victoria y recelan del
afán de poder de Sánchez.
La desolación ante la
fragmentación parlamentaria que muestra la foto electoral es la nota
predominante entre los dirigentes del Ibex, algunos especialmente molestos por
la crecida inesperada de Podemos y otros inquietos ante la incertidumbre que
ahora mismo existe sobre la gobernabilidad del país. La inviabilidad para poner
en valor la pírrica victoria del Partido Popular se mezcla con la desconfianza que genera la incipiente división en el seno del PSOE. Entre medias, los
hay también arrepentidos de haber depositado demasiadas expectativas en la
proyección emergente que ofrecía la candidatura de Ciudadanos.
Los empresarios
consideran que, a la postre, la que más ha perdido ha sido
la economía española, prendida con alfileres y necesitada más que
nunca de una estabilidad política que nadie puede asegurar en estos
momentos. La caída de la bolsa y el repunte de la prima de riesgo en el primer
día tras las elecciones se interpretan como el preludio de lo que puede ocurrir
a poco que los mercados metabolicen a lo largo de las próximas semanas la
incertidumbre que existe en estos momentos dentro de España. Los líderes del
Ibex se han esmerado en reducir los riegos domésticos ampliando la
diversificación geográfica de sus negocios pero son conscientes del grave
peligro que se cierne para cualquiera de sus proyectos si los inversores
pierden la confianza depositada estos dos últimos años en la evolución general
del país.
Un compás de espera
El ejemplo
capitalizado por el presidente Mariano Rajoy ante la pléyade de
Europa se ha desvanecido en el imaginario colectivo de muchos de los dirigentes
corporativos que se resistían a temerse lo peor tras el 20-D. Los resultados no
han podido ser más lamentables para la tranquilidad de los empresarios y de ahí
que los todopoderosos gerifaltes del Ibex hayan decidido abrir un compás de espera confiados en que las
obligaciones económicas se impongan sobre las ambiciones políticas y satisfagan
un pacto de investidura que permita continuar la senda emprendida a lo largo de
la última legislatura.
La idea de la gran
coalición es acariciada como un objetivo idílico pero poco factible dada la
histórica rivalidad entre los dos grandes partidos del arco parlamentario. El
bipartidismo ha saltado por los aires pero sus dos antagonistas tienen argumentos para luchar por su respectiva supervivencia.
Tanto el PP como el PSOE disponen de opciones aritméticas para alcanzar la meta
de La Moncloa.
A Rajoy le guía su
condición de primera fuerza política. En el caso de Pedro Sánchez ninguno de los que le
conminan contra Podemos pueden obligarle a pactar con el PP. Si acaso lo más
natural sería persuadir al líder socialista para que asuma todo el
protagonismo al frente de una oposición que
marque estrechamente los movimientos de un Gobierno débil y llamado a convocar
más pronto que tarde nuevas elecciones.
En la bola de cristal
que frotan los empresarios se perfila, más por deseo que convicción, un
Ejecutivo encabezado por Rajoy y plagado con mayoría de tecnócratas encargados
de mantener el pulso económico durante un plazo suficiente, no mucho más de dos
años, como para que España remonte la última pendiente de la crisis. La aprobación anticipada del Presupuesto para 2016 y
la posibilidad de una prórroga en 2017 despejan un horizonte de cierto
equilibrio fiscal que puede resultar válido para cubrir las contingencias
de unas nuevas elecciones a mitad de legislatura.
A partir de este
escenario lo más importante es asegurar la designación de dirigentes con una
vocación de servicio público y dispuestos a manejar el timón de la nave
económica en esta odisea particular que puede volver a vivir España.
Las grandes sociedades
cotizadas están muy diversificadas
pero tienen mucha deuda y
sufrirán si los inversores pierden
su confianza en
España
De hecho, las grandes
empresas del Ibex 35 no han sido tradicionalmente ajenas a los nombramientos de
los ‘popes’ económicos durante los años en los que PSOE y PP se han turnado al
frente del Gobierno. Fuentes populares reconocen sin ambages que la designación
de Luis de Guindos como ministro de Economía contó con el beneplácito –cuando menos- de los poderes
fácticos del mercado, especialmente los bancos, y de las
principales firmas del país. No en vano Guindos procedía de ese mundo –no es
ocioso recordar su vinculación con Lehman o Price- y era un nexo de unión clave
con un mundo político por el que también había transitado.
En este marco,
Cristóbal Montoro se constituía como el hombre de Génova o, en todo caso, la
persona de entera confianza de Rajoy. En su eterna pugna con Guindos, las
fuentes próximas al titular de Hacienda no han perdido ocasión de recordar
durante toda la legislatura que el jienense había hecho “toda la travesía del desierto” de los años de oposición,
mientras el de Economía hacía carrera en la empresa privada. Un equilibrio
reforzado por la decisión –especialmente criticada en su momento- de que ambos
ministros operaran al mismo nivel y a ninguno se confiriera tutela sobre el
otro desde una vicepresidencia económica.
Remontarse algo más en
el tiempo refuerza esta tesis. José Luis Rodríguez Zapatero,
un prosélito de las tesis del ‘minesoto’ Miguel Sebastián,
terminó dando todo el poder en 2004 a Pedro Solbes, perfil
que a priori le confería más credibilidad de cara a los
mercados y a las propias empresas.
Una estabilidad
imprescindible para un Ejecutivo visto con recelo por el poder financiero. El
famoso documento al que Solbes hacía mención en sus memorias, allá por el año
2013, en el que advertía a Zapatero sobre las consecuencias indeseadas de
algunas medidas puesta en marcha –por ejemplo, el chequé bebé-, terminó por
acreditar el choque de trenes encubierto que muchas veces encierran estas
designaciones de conveniencia.
Claro que no falta
quien hace sus propias cuentas a partir de la convicción de que Pedro Sánchez
no sólo no cederá a una gran coalición, sino que rechazará un Gobierno del
PP. “Supondría su desaparición”, se estima desde una
empresa del Ibex 35. Y se remacha: “El mundo empresarial está a la expectativa.
Rajoy va a intentar una investidura, y si atrae a Ciudadanos, PNV y Coalición
Canaria está en 170. Con una abstención adicional le bastaría”. Eso sí, no hay
duda de que, “si a unas eventuales nuevas elecciones se presentan los mismos,
la situación amenaza con bloquearse todavía más”. Un escenario posible y, sin
que nadie lo discuta, letal para la inversión y las cotizaciones. Para reflexionar.
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