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19 de agosto de 2018

Atentados, complots y aberraciones

Venís con autocar desde vete a saber dónde, con un bocata de chopped entre pecho y espalda. Paseáis la estanquera como si fuese un partido del Mundial. Os ponéis gorros baratos con la bandera española pensando que un homenaje a las víctimas de un atentado es la Feria de Abril. Berreáis como hooligans cuando una periodista lee frases en catalán en un manifiesto. Montáis un servicio parapolicial de “orden” que quita pancartas a la gente o amenaza a quien lleve símbolos que no os gustan. Y os reís. Os hacéis fotos y os reís. Porque lo importante es actuar como coristas del rey, palmeros y cuadro de bailes regionales. ¡Qué vergüenza! Qué vergüenza que nos queráis pasear a España por los morros siempre que tenéis ocasión, aunque esta ocasión sea un homenaje a las víctimas del terrorismo. Esa obsesión enfermiza por marcar territorio colonizado, por recordarnos a quiénes debemos estar sometidos. ¡Qué vergüenza! ¡Cuánta mala educación! ¡Qué poca elegancia! ¡Cuánto hortera de baja estofa que tanto te monta una fiesta en días así, como te persigue con un cutter por poner lazos o te mete en la cárcel por subirse a un coche! Porque esto ya es todo un despropósito general. Ya no es España o Catalunya. Es una sociedad culta, inteligente y respetuosa o una sociedad de cafres, violentos y gentuza. Da igual las banderas que se defiendan. Porque, de hecho, la mayoría de situaciones a las que se enfrentan los seres humanos trascienden todas las banderas, todos los himnos y todos los reyes. Estamos hablando de saber comportarse, de no ser el gilipollas que hace comentarios fuera de tono en un funeral, el nuevo rico que se pone el Rolex por encima de la camisa para que todo el mundo lo vea o el imbécil que se emborracha en la boda y pasa de la fase cantos regionales a dar hostias a alguien que le ha pisado en el baile. Hay que saber comportarse, siempre y en toda ocasión. Porque viendo las fotos, observando los vídeos, la sensación es que vinisteis para marcar territorio, como las pandillas de West Side Story pero bailando pasodobles. ¡Qué vergüenza!

No puedo imaginar qué pensará un familiar de una víctima del atentado, o alguien al que la furgoneta le pasó rozando, o un profesional del SEM al que se le murió alguien en los brazos, o el comerciante que ya no puede mirar las Ramblas de la misma manera o el vecino de Cambrils que cada día que pasea por sus calles recuerda cómo se rompió su paz estival. Debe ser terrible recordar ese día y veros con esa actitud. Repito: no es cuestión de banderas, cada uno tiene las suyas o quizás ninguna. Es cuestión de saber estar en el mundo.

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