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14 de agosto de 2016

El futuro de Francisco González, en manos de Erdogan

El futuro de Francisco González, en manos de Erdogan

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E n Diálogos con la Luna, de Christian Andersen, el planeta cobra vida virtual para contar a un joven artista a lo largo de 32 noches lo que ha visto en la jornada anterior. Un libro de cuentos con historias fascinantes e inesperadas, que bien podría convertirse en una guía para algunos empresarios, que se lanzan a la conquista del mundo basándose más en su olfato o instinto, que en información contrastada.
La seguridad jurídica, dependiente más del capricho de los dirigentes políticos que de las leyes, es uno de los inconvenientes de cualquier aventura exterior.
El BBVA, que reconoció recientemente en un comunicado a la CNMV que casi la mitad de su negocio procede de países emergentes, se ha tropezado con un garbanzo en el zapato, Turquía. Su presidente, Recep Tayyip Erdogan, se despachó el miércoles con un discurso contra la banca, a la que calificó de traidora. Le advirtió de que debe facilitar el crédito a los pequeños negocios, a los que el propio dirigente se encarga de hacer la vida imposible.
El líder turco, que se considera a sí mismo como un soldado de la religión musulmana, está empeñado en que el banco central le obedezca como si fuera un cadete más. En 1998 fue condenado a prisión por recitar estos versos del poeta Zya Gökalp: ?Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados?.
Quiere que el banco central reduzca el precio del dinero para contrarrestar el frenazo en las inversiones que acarrea su actitud de ordeno y mando. Una política que, después del fallido golpe militar del pasado 15 de julio, se ha llevado por delante a gran parte del estamento militar y jurídico contrario a sus intereses.
Su estilo me recuerda al del extinto Hugo Chaves y al de su sucesor, Nicolás Maduro. Mandan sobre sus ciudadanos como si fueran un grupo de reclutas uniformados, y sobre su país, como un cuartel militar. El resultado suele ser nefasto: inflación disparada, negocios en ruina y cientos de miles de empleados a la calle.
La amenaza de Erdogán se concretó al día siguientes, jueves, cuando su lugarteniente invitó a las entidades financieras a limitar al 10 por ciento el tipo de interés de los préstamos hipotecarios, frente al 15-16 por ciento de media en el mercado. La medida costará cientos de millones al sector financiero. Sobre todo al Garanti, participado en un 40 por ciento por el banco español, con una cartera de más de 5.000 millones en préstamos hipotecarios.
Si todo termina ahí, habrá suerte, porque el líder turco amenazó con ir contra las entidades que cancelen créditos sin razones justificadas. ¿Acaso no devolver los préstamos le parece un motivo insuficiente? Erdogan ya intervino una pequeña entidad después del golpe, acusándola de estar con los sublevados.
Cuando Francisco González (FG) decidió hacer del Garanti el blasón del BBVA para el siglo XXI, Turquía era un país laico y proeuropeo, como lo declaró su fundador, Mustafá Kernal Atatürk en 1923, tras la expulsión de los potencias occidentales que habían ocupado una parte del país después de la I Guerra Mundial. Pero FG pasó por alto algunos detalles.
Ankara inició en 1963 las conversaciones para la adhesión a la Unión Europea. González debería haberse preguntado por qué medio siglo después, ésta sigue aún pendiente. Desde esa fecha, 16 países se han integrado en la UE, pasando por delante de los turcos. El presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, zanjó el asunto al descartar de nuevo la integración turca tras los últimos acontecimientos.
Aparte de las cuestiones técnicas, como la eterna discusión sobre su pertenencia o no a Europa, ya superadas, existen dificultades de mayor fundamento.
El partido AKP de Erdogan no acaba de reconocer los valores democráticos que están asumidos en el mundo occidental. Libertades como la de prensa, la de religión, el respeto a las minorías o la celebración de elecciones limpias aún no están asentadas. Recuerden las masivas manifestaciones en el parque Gezi y la plaza Taksim de Estambul contra la política autocrática del líder turco. En 2014, llegó aprobar una ley para aplicar la censura en Internet.
Con estos precedentes, su política es imprevisible. Y más ahora que acapara todos los poderes con la excusa de impedir que se repita la intentona de golpe de Estado.
Parece que sirvieron de poco las maniobras de FG para que la Universidad Europea de Madrid lo invistiera Doctor Honoris Causa en 2010 por "su dedicación y apoyo a los proyectos que promueven el entendimiento y la reconciliación entre los pueblos y su compromiso con los valores de la Alianza de Civilizaciones". El único reconocimiento internacional en su currículum. Al presidente del BBVA sólo le queda rezar para que no se vuelva loco y arremeta contra la entidad.

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