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4 de octubre de 2016

Con la perspectiva histórica de la crisis económica de 1929



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I. Una nueva recesión económica está en marcha, iniciada en 1973 y hasta este 2016, cuando el capitalismo mundial vuelve a tener una crisis prolongada con estallidos en las Bolsas de Nueva York a Beijing. El petróleo mantiene sus precios a la baja debido a la sobre producción. Crece el desempleo por despidos, cierre o ajustes de empresas para reducir costos. Aumentan los precios, baja el consumo. Las clases medias se endeudan y los banqueros se enriquecen bestialmente. Crece la pobreza masiva. Y la “mano invisible” con artritis que manipula al capitalismo, con la mano visible de los gobiernos que intervienen con sus políticas públicas en la oferta y la demanda, no atinan a mantener el crecimiento económico, generando la posibilidad de un desastre mundial. Y si bien los capitalistas han aprendido desde la recesión de 1929, cómo resolver el problema, la crisis se expande y hace pagar los costos del desastre a los trabajadores y clases medias. Con esta perspectiva histórica, varios autores nos presentan el libro: La gran depresión en América Latina.
ex-libris-300x300II. Y ya que son los países “emergentes”, como los llama la directora del Fondo Monetario Internacional (la policía del capitalismo), los que más están en la mira de esta nueva crisis, estos ensayos analizan la conexión entre 1929 y las hasta ahora 14 crisis que han acosado al sistema –cuyos males exhibió Carlos Marx­–; en una moderna
interpretación de los hechos económicos y políticos que tuvieron lugar en Argentina, Chile, Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Centroamérica, México y Cuba. Y nos ilustran cómo la Gran Depresión de 1929, que duró una devastadora década, perjudicó económicamente a la región. Si Estados Unidos fue resolviendo su 1929, con el keynesianismo y su nuevo reparto por la intervención del gobierno llamado New Deal para generar empleo y mover el consumo, en Latinoamérica respondieron los pueblos “con perturbaciones sociales y movilización de nuevas fuerzas políticas… autoritarismos, militarismo… y en algunos casos desarrollo de políticas económicas reformistas”.
III. Percibida esta crisis “como una que agudizaba los conflictos de clase y creaba las condiciones para un cambio político revolucionario”, en México, Lázaro Cárdenas encontró en la Expropiación Petrolera una solución política para conservar el empleo vía el campo; a pesar de eso, la dependencia que hemos tenido y tenemos de los estadunidenses afectó nuestra economía y el país sufrió. Y en este 2016, una nueva crisis capitalista hace llegar su oleaje devastador a nuestra economía. Tal vez esta moderna depresión del capitalismo produzca cambios para relativizar al “capitalismo salvaje”, con el alias de: neoliberalismo. Lo único cierto es que afectará a los trabajadores, los empleados y lo que resta de la clase media, cuando un gobierno (y los del resto del mundo) enfrenta un cruel desempleo, desbordante pobreza masiva, inmigración, deportaciones, devaluaciones, quiebras petroleras. Y un exagerado autoritarismo, para que el mar del descontento esté más picado. La nueva depresión está teniendo efectos devastadores en la población que busca salidas políticas: autoritarismos, populismos, más democracia e incluso el neototalitarismo. La actual depresión, dicen sus autores, “no ha desatado perturbaciones políticas, al menos hasta ahora, en América Latina ni en otras partes del mundo”. Adelantan vísperas, pues el malestar social apenas comienza.

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