La incertidumbre y la ansiedad provocan que las personas busquen explicaciones simples, también simplistas, ante fenómenos complejos, como las crisis económicas. O la pandemia de covid, que ha trastocado la vida de medio mundo. Este fenómeno ha provocado que una proporción importante de la ciudadanía española abrace algunas ideas conspirativas, según se observa en el último estudio de percepción social de aspectos científicos de la covid-19. Josep Lobera, director científico de la encuesta, lo explicó así durante la presentación del trabajo: “Ahora somos más conspiranoicos en general porque lo necesitamos. Porque cuando pierdes el control sobre tu vida, tienes necesidad de respuestas alternativas”.
No puedes convencer a un terraplanista y eso debería preocuparte
En el estudio, realizado por la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología, se observa que existe un “porcentaje significativo” de personas que confían en algunas teorías de la conspiración. Por ejemplo, uno de cada cuatro españoles (25%) cree “firmemente” que existen “organizaciones secretas que influyen mucho en las decisiones políticas”, frente al 17% que cree firmemente en lo contrario. Además, y a pesar de los esfuerzos de divulgación, casi un tercio de la población española (31%) está totalmente convencida de que las mascarillas son malas para su salud (solo el 16% está en total desacuerdo). Llevado al terreno de la vacunación, hay un 14% de los españoles que están absolutamente seguros de que las farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas y un 11% están convencidos de que se engaña sobre su eficacia.
“Ahora somos más conspiranoicos en general porque lo necesitamos. Porque cuando pierdes el control sobre tu vida, tienes necesidad de respuestas alternativas”Josep Lobera, Universidad Autónoma de Madrid
Esta mentalidad, explica el estudio, está ligada sobre todo a la existencia de creencias conspirativasprevias acerca de las vacunas, pero también a la desconfianza en las instituciones políticas, y al hecho de haber experimentado dificultades por culpa de las medidas de contención de la pandemia. Lobera atribuye este fenómeno al pensamiento motivado, el mecanismo psicológico que nos lleva a buscar información que nos ayude a justificar nuestras ideas.
“En lugar de sopesar la información de una manera abierta, atendemos, criticamos y recordamos información de manera selectiva, de un modo que refuerza nuestras conclusiones previas”, explica el informe. Y esto está claramente influido por la vivencia personal durante la pandemia. “Grupos más afectados por las medidas contra el coronavirus, que ven peligrar en mayor medida su forma de vida o valores, tenderán a activar en mayor medida mecanismos de razonamiento motivado”, se lee en el documento. O como resumió Lobera: “La vida que tenemos condiciona lo que creemos”. En ese sentido, el contexto informativo ha sido decisivo también, ya que 6 de cada 10 españoles ha recibido mensajes, por medios de comunicación o redes, que los animaban a no vacunarse.
“Comunicar los riesgos debe ser algo más complejo que simplemente decir que las vacunas son seguras”Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III
El estudio presentado hoy es la tercera oleada de esta encuesta, que se inició el verano pasado con la intención de conocer cómo la ciudadanía española estaba percibiendo la ciencia asociada a la pandemia, lo que permitiría actuar en consecuencia. Desde las primeras entrevistas se empezó a percibir un recelo muy generalizado hacia las vacunas que se desarrollaban en los laboratorios en esos momentos. Así, en verano llegó a contabilizarse hasta un tercio de los españoles que se negarían en rotundo a vacunarse contra la covid y otro tercio con importantes dudas. Ahora, en esta última oleada, el 83% o se ha vacunado ya o lo hará en cuanto pueda y no llegan al 4% los “reticentes radicales”. Los datos de esta oleada se recogieron durante las tres primeras semanas de mayo.
En España se confía en las vacunas
El vuelco desde el recelo a la masiva aceptación se ha debido a tres hitos fundamentales, según este estudio: la aprobación de las vacunas por las autoridades sanitarias y médicas, el inicio de una campaña de vacunación, “con la difusión de imágenes de personas de todas las edades y personal sanitario recibiendo la vacuna”, y la aparición de nuevas amenazas, en forma de variantes más contagiosas y nuevas olas, que obligan a mantenerse alerta. En la actualidad, entre quienes rechazan vacunarse hay un alto porcentaje, cerca de un tercio, que lo que no quieren es ponerse una vacuna específica. En ese sentido, la directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, reconoció en la presentación que han aprendido que debe cambiarse la forma de comunicar los riesgos, en alusión a la crisis por los efectos derivados de la vacuna de AstraZeneca. “Comunicar los riesgos debe ser algo más complejo que simplemente decir que las vacunas son seguras”.
Pero hay un factor español que ha ayudado especialmente, como explica Lobera, profesor de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid: “En otros países, el vuelco no ha sido tan fuerte. Ha jugado a favor esa base que tenemos de confianza en el sistema público de salud”. “Vivimos de esa renta acumulada de confianza previa en las vacunas infantiles, pero también influyó ver que la vacunación funciona bien en otros países, que se reducen drásticamente los brotes y muertes en las residencias de mayores”, añade el investigador. No obstante, Lobera advierte de que esta volatilidad de la confianza debe funcionar como una “señal de alerta” de que no conviene relajarse y “no cantar victoria antes de tiempo”, por si las variantes influyen en la vacunación o hay que renovar la vacunación con nuevas dosis.
Esa percepción del riesgo también es importante respecto al comportamiento de prevención frente a la covid, como el uso de mascarillas o el distanciamiento de otras personas. Esta disposición ha sufrido “cierto relajamiento” entre enero y mayo, reconoce Lobera. Junto a la percepción del riesgo, los factores que más se asocian a este cumplimiento son los costes asociados a esas medidas, la mentalidad conspirativa, la confianza institucional y el comportamiento del entorno social inmediato, que es el más importante. “Lo que hacen en el entorno social de una persona es decisivo. Somos seres sociales y en una reunión familiar, por ejemplo, no queremos ser el elemento discordante”, explica Lobera.
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