China se está interesando cada vez más en América Latina. El intercambio comercial crece, los acuerdos se intensifican y el presidente chino quiere que la Nueva Ruta de la Seda pase también por la región. Los planes del país asiático han hecho que en Washington muchos levanten la ceja y empiecen a ponerse nerviosos, como el secretario de Estado.
El giro latino de China se dejó ver en Santiago (Chile) durante la II Reunión Ministerial del Foro Celac-China, en la que el país asiático pudo discutir, con las naciones latinoamericanas y del Caribe, temas relacionados con la agroindustria, las infraestructuras y la innovación tecnológica.
El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, supo presentar la propuesta: la segunda economía mundial, China, y América Latina deberían unir sus esfuerzos para favorecer el libre comercio.
Para muchos, una guerra declarada al proteccionismo.
"Hay que trabajar en pro de una economía global y abierta", dijo entonces Wang, e invitó a los países de la CELAC a participar en un foro económico que se celebrará en noviembre en China.
"Y entonces lo dejó caer. América Latina debería jugar un papel importante en la Nueva Ruta de la Seda.
Pekín quiere darle un empujón a sus conexiones y a la infraestructura en toda la región latinoamericana con más acuerdos en camino. El objetivo es establecer conexiones por todo el continente que converjan en la costa del Pacífico y que pasen por las rutas marítimas hasta la costa china", explica Pepe Escobar en su artículo en Asia Times.
El plan de Pekín para América Latina se basa, fundamentalmente, en la cooperación entre ambas regiones, en la asiática y en la latinoamericana.
La intención es concentrarse, basándose en esa cooperación, en tres áreas: en el intercambio comercial, en las inversiones y en las finanzas; y más tarde en los sectores y recursos energéticos, en la construcción de nuevas infraestructuras, en la agricultura, en la producción y en la innovación científico-técnica.
"Las infraestructuras de las tres potencias latinoamericanas, Brasil, Argentina y México —que resultan también ser miembros del G20— están en plena expansión, lo cual es compatible y cuadra con el plan de Pekín", añade el autor.
¿Potencias imperiales?
Sin embargo, los planes de China para América Latina no han sentado muy bien en Washington, que lleva practicando una política exterior muy crítica con China basándose en las sospechas de que el auge del gigante asiático puede convertirse en una amenaza para la presencia de EEUU más allá de sus costas.
El periódico The Global Times hizo lo propio con Tillerson: le llamó la atención por "despreciar" el acercamiento constructivo —y no destructivo— de China, y le recordó que el país asiático "no tiene bases militares en la región ni ha desplegado sus tropas en ningún país de América Latina".
Esa llamada de atención de Washington contrasta con el desdén que el propio país norteamericano ha ido mostrando hacia los países del sur de América. La ausencia de visitas de Donald Trump a alguno de los países latinos desde que llegó a la Casa Blanca y el ya célebre "países de mierda" contrastan con las tres veces que el presidente chino ha pisado Latinoamérica desde 2012, señala Escobar.
"Y China sigue avanzando [en la región], económica y geopolíticamente (…) y parece que seguirá siendo la tendencia. Washington va a necesitar apostar por un juego más sofisticado si quiere competir económicamente con China", advierte, y recuerda que la política que EEUU practica en Latinoamérica gozó, en 2017, del favor del 24% de los países del sur frente al 49% en 2016.