El BCE, banco de la banca
El escenario antes relatado funciona sin problemas cuando la economía se encuentra en un ciclo de crecimiento; hay demanda de crédito, los tipos de interés no son excesivamente altos y los bancos tienen bastante margen para prestar.
Sin embargo, en un escenario de recesión, con el consumo y la inversión a la baja, insolvencia e impagos al alza y con muchos activos bancarios comprometidos por la llamada titulización, todo este mecanismo se empieza a ralentizar, derivando en serios problemas para los bancos tanto de liquidez como de valor. Esto es, a grandes rasgos, lo que ha ocurrido en la última y todavía presente crisis financiera en Europa.
En la Eurozona, las competencias monetarias están transferidas al Banco Central Europeo (BCE), que controla el correcto funcionamiento y estabilidad del euro.
Cuando los bancos privados europeos no tienen suficiente capacidad de financiación – porque no obtienen suficientes depósitos o porque otros bancos no les prestan –, recurren a financiarse vía BCE. En los últimos años este mecanismo ha sido bastante habitual.
Por norma, el Banco Central Europeo celebra una subasta de liquidez a la semana.
La cuantía del dinero que pone sobre la mesa y el interés del mismo es lo que ha utilizado para controlar la cantidad de dinero que circula dentro del sistema. Si quiere reducirlo o mantenerlo, las subastas serán parcas en fondos y altas en interés, mientras que si quiere inyectar liquidez al sistema bancario, ofrece dinero a tipos de interés bajos.
Estas comentadas subastas de liquidez tuvieron un antes y un después en octubre de 2008, prácticamente al mes siguiente a estallar la crisis financiera.
Hasta el momento, las subastas desde Frankfurt eran a ciegas. El BCE revelaba la cantidad de dinero que se subastaba, pero el interés sería el de la media de todas las ofertas recibidas.
Así, los bancos tenían que enviar al organismo bancario su oferta de manera secreta, esto es, la cantidad solicitada y el tipo de interés que estaban dispuestos a pagar.
Una vez finalizado el plazo para recibir ofertas, se descubría el tipo de interés.
Aquellos que habían ofrecido lo mismo o más que el tipo de interés medio recibían su préstamo al interés que ellos habían ofrecido; los que se habían quedado cortos no recibían nada.
Este procedimiento, además de no generar demasiada liquidez, fomentaba que los bancos acudiesen al mercado interbancario – aquel en el que los bancos se prestan entre ellos –, encareciendo el crédito y creando interdependencias entre entidades que luego se han comprobado peligrosas.
Además, la creación de dinero se daba sí o sí; bien lo creaba el BCE o lo creaban las entidades al prestarse entre ellas.
Si lo daba el Banco Central, simplemente se hacía una anotación a favor del banco que reflejaba el préstamo. Así de fácil se creaban miles de millones de euros.
En octubre de 2008 el BCE cambia el sistema y adopta lo que se conoce como la “barra libre”.
Para dotar de liquidez suficiente al sistema y en vista de que no hay peligro de inflación, las subastas pasan de ser a ciegas a ser totalmente abiertas ().
El tipo de interés es conocido y fijo – acorde al precio del euro – y las cantidades disponibles son casi infinitas, ya que se han llegado a subastar 400.000 millones de euros.
Ningún banco se quedaría fuera ahora por no dar en la diana. Se daba vía libre al funcionamiento de lo que se conoce como “la máquina de hacer billetes”.
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