En el camino del Tantra se dice que, sexualmente, el hombre es como el elemento fuego: rápido se enciende, rápido se extingue (esto es lo que sucede con la eyaculación).
La mujer en cambio, es sexualmente como el agua: va lento alcanzando su punto más caliente, y lento desciende también.
Es sabido que la mujer necesita de al menos 30 minutos de estimulación y caricias para poder estar lista para recibir una penetración. Y esto varía de mujer a mujer. Es por esto que en el Tantra antiguo, los hombres eran "entrenados" en controlar su eyaculación y dar placer a la mujer, la representación terrenal de la Diosa.
Para ellos, dar placer a la Diosa era su meditación. Lograr que ella accediera a la cúspide de sus orgasmos, hacer que de su Yoni brote el agua, o como ellos le llamaban, el "amrita", néctar de los Dioses, era la vía hacia su iluminación, desprendiéndose así de su egoísmo y abriendo su corazón a dar.
Es a través de este infinito placer que el hombre está dispuesto a dar, a sostener; que puede acceder al corazón femenino.
Son los orgasmos del recibir amor y dedicación, los que abren y florecen el amor de una mujer.
"Ama hasta el último de sus rincones"
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Namaste!
Serenna Love a
través de Joan Ashtar
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