"Brasil es una máquina de
crear 'sin techo'"
ANDY ROBINSON entrevista a
Guilherme Boulos
SÃO PAULO | 23 DE DICIEMBRE
DE 2015
Guilherme Boulos es el líder del movimiento de sin
techo (MTST) en la megalópolis de São Paulo. Tras el éxito de las
movilizaciones en el último año, se le considera uno los pocos líderes que
pueden ayudar a reconstruir la izquierda brasileña. Es más, Boulos y el MTST
han mostrado una sutil inteligencia política: crítica con el Gobierno del
Partido de los Trabajadores y las políticas adoptadas en la crisis, pero, al
mismo tiempo, crítica con quienes en la izquierda brasileña niegan las
conquistas sociales logradas por los Gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma
Rousseff. Es un término medio difícil de encontrar en Brasil en estos momentos,
entre el "petismo" tribal, por un lado, y un ultraizquierdismo, por
el otro, que solo desmoviliza aún más a un pueblo sumido en el desencanto.
MTST ha defendido (a veces físicamente en las calles)
a Rousseff y al PT ante una campaña cuasi golpista de la derecha brasileña que
trata de forzar la dimisión por medio del impeachment de una
presidenta elegida hace poco más de un año. Al mismo tiempo, el movimiento sin
techo moviliza a la gente contra las políticas de austeridad adoptadas
por Rousseff. La dimisión del ministro de Finanzas, Joaquim Levy --formado en
la Escuela de Chicago-- la semana pasada y su sustitución por Nelson Barbosa,
miembro del PT y más escéptico ante la ideología de la austeridad, es una
pequeña victoria para el movimiento de protesta de la izquierda. Aunque Boulos,
en esta entrevista mantenida en São Paulo antes de la salida de Levy, advierte
que hay pocas señales de que el Gobierno del PT esté dispuesto a romper con la
austeridad (y contra los todopoderosos mercados financieros).
Las movilizaciones en Brasil son necesarias para ir
avanzando por ese camino de defensa de la democracia y oposición a la
austeridad, explica Boulos (São Paulo, 1982), un joven formado en la
Universidad de São Paulo que Juca Kfouri, el columnista combativo de la Folha
de Sao Paulo, califica como “la única persona de la izquierda brasileña que
puede sacar a 17.000 personas a la calle”.
¿Hay presiones del Partido de los Trabajadores, desde
Lula incluso, para que Dilma suavice el ajuste. ¿Cree que es posible?
No. No hay ningún indicio de que Dilma vaya a cambiar.
Con cada nueva ola de presión desde los mercados financieros, el Gobierno cede.
La política económica es rehén de los mercados y de la derecha. No tiene
sentido. Porque el coste social es altísimo y, es más, con el ajuste se recauda
menos también. Vamos a tener un déficit mayor que sin ajuste. El tipo de
interés es elevadísimo y estamos pagando esto sobre la deuda pública. Es una
política suicida.
EL
PRECIO MEDIO DE LA VIVIENDA EN RÍO HA SUBIDO MÁS DEL 200% EN OCHO AÑOS Y LOS
JUEGOS OLÍMPICOS AGRAVAN LA SITUACIÓN
¿Los sin techo que usted representa
se están resintiendo del impacto?
Por supuesto. En 2009 se puso en marcha el mayor
programa de vivienda pública de la historia del país que es Mi Casa, Mi Vida
con muchas contradicciones que criticamos. Aunque fue una fuerte inversión en
la construcción de viviendas públicas. Pero el programa está parado. En 2015 no
se ha construido ni una sola vivienda nueva. Esto está generando una convulsión
social y profundizando la crisis.
Parece que el MTST es el movimiento ciudadano con más poder de convocatoria, ¿no?
Parece que el MTST es el movimiento ciudadano con más poder de convocatoria, ¿no?
Sí. La lucha de los sin techo ha
crecido mucho por la profundización de la crisis urbana que llegó antes que la
crisis económica. El modelo de crecimiento del PT estaba basado en un modelo de
facilitar abundantes créditos a la construcción. En 2004, los créditos a las
empresas constructoras ascendían a 5.000 millones de reales. En 2014 han
llegado a 102.000 millones de reales, es decir, un aumento del 2.000%. Al mismo
tiempo, el precio medio de la vivienda en São Paulo ha subido el 212% en 8
años. Y en Río ha subido el 260%. Esto provoca expulsiones de gente. El
alquiler ha aumentado mucho. La tierra se volvió oro. Hay gentrificación urbana
muy fuerte; el Mundial y los Juegos Olímpicos lo aceleran. Han agravado mucho
el problema de la vivienda. La gente ha sido expulsada a zonas muy lejos del
centro de las ciudades donde pueden pagar el alquiler. Incluso tras construir 3
millones de viviendas públicas aún suben los precios. Brasil es una máquina de
crear sin techo.
Es interesante porque en Barcelona la alcaldesa Ada Colau, que se formó políticamente en la campaña contra los desahucios, ha transformado la política catalana. ¿Cree que el movimiento puede liderar una campaña que arrastre al Gobierno hacia otra política?
Es interesante porque en Barcelona la alcaldesa Ada Colau, que se formó políticamente en la campaña contra los desahucios, ha transformado la política catalana. ¿Cree que el movimiento puede liderar una campaña que arrastre al Gobierno hacia otra política?
Sí. Veo similitudes entre lo que estamos haciendo aquí
y en España en torno a la crisis de la vivienda. La gente se está movilizando a
nivel global en torno a la vivienda y la especulación inmobiliaria. Estoy en
contacto con activistas en Barcelona. Pero, por mucha fuerza que tengan los sin
techo en Brasil no pueden ser la vanguardia de una salida popular de
izquierdas. Estamos luchando en dos frentes. Primero, contra la nueva derecha
anti PT. Segundo, contra la austeridad del PT y una nueva ley antiterrorista,
aprobada por Dilma, que fue acusada de terrorista durante sus días de
guerrilla, y ahora se emplea contra nosotros.
DESDE
SÃO PAULO A BARCELONA, LA CRISIS DE LA VIVIENDA ES EL PRIMER FRENTE DE LA
MOVILIZACIÓN POPULAR
¿Cuál va a ser la respuesta del MTST?
Estamos creando desde hace un año un gran frente
nacional que se llama Pueblo sin miedo. Reúne más de treinta movimientos
sociales en todo Brasil cuyo objetivo es combatir la ofensiva conservadora,
luchar contra la política de austeridad del Gobierno y proponer una salida con
reformas populares. El MTST quizá es la parte más fuerte por la importancia de
la vivienda. Pero el ataque va contra todos.
¿Qué queda de las protestas de 2013?
¿Qué queda de las protestas de 2013?
Esas movilizaciones eran muy complejas. Empezaron con
una pauta muy clara de izquierdas. Protestar contra la crisis urbana, el
transporte, reivindicar el derecho a los servicios públicos universales. Pero
luego fueron secuestradas en parte por la derecha. Fortalecieron las fuerzas
conservadoras.
¿Por qué?
¿Por qué?
Porque la política del PT fue una política de pactos
sociales, de consenso social. Lula siempre se enorgullecía de decir que en sus
gobiernos ganaban los banqueros y los trabajadores también. Que se veían
beneficiados tanto los grandes empresarios de la minería, de la agroindustria,
de la construcción civil, como los más pobres. Las protestas de 2013 debieron
ser una oportunidad para Dilma. Pero el PT tiene miedo al conflicto. Buscan la
convivencia con el Parlamento y eso tiene un precio porque quiere decir
corrupción. Existía la opción de gobernar desde la calle que es lo que hizo
Chávez, o Rafael Correa, Evo Morales, de alguna manera de Kirchner, pero no se
hizo en el Brasil del PT. No movilizaron, sino que desmovilizaron a la gente.
Prefirieron aliarse con las grandes empresas agroindustriales, de minería, con
créditos del BNDES.
A
DIFERENCIA DE MORALES, CORREA O CHÁVEZ, LULA Y DILMA TIENEN PAVOR AL CONFLICTO
Y DESAPROVECHARON LA OPORTUNIDAD DE LAS PROTESTAS DE 2013
Eso es difícil...
Sí. Pero funcionó durante algunos años. Fue un modelo
en que estimulando el crecimiento del crédito, el consumo, pues la vida de los
más pobres mejoró. Por el crédito, las subidas de salarios, la mayor inversión
pública. Esto se hizo sin combatir ninguna de las estructuras arcaicas de la
sociedad brasileña. No se combatió una desigualdad extremísima. En renta,
acceso a la tierra y a recursos. Y esto no se cambió. Se aumentó la renta
nacional y se pudo dar algo a los pobres, poco, pero comparado con el pasado,
era bastante. Siempre sin perjudicar a los privilegiados históricos.
¿Y qué pasó?
¿Y qué pasó?
Pues la crisis de 2008 acabó con eso. Se
hicieron políticas para postergar el efecto hasta el 2014. Las bases materiales
de ese pacto ya no funcionan. 2013 fue una explosión como una olla a presión.
En aquel momento las contradicciones subyacentes salieron a la superficie. Por
un lado, las clases medias altas y la élite empezaron a echar de menos sus
viejos privilegios. El proyecto del PT que les amenazaba mucho era conciliador
--no era como Chávez o las experiencias bolivarianas en América Latina--. Pero
aun así en la clase media alta había una sensación de malestar que tiene que
ver con pérdidas simbólicas relativas. Por ejemplo, que los pobres van al
aeropuerto y cogen el avión. Eso antes no pasaba. El aeropuerto fue un
privilegio de la clase media alta y la élite. Ahora dicen: “¡Es como estar en
la estación de autobuses!”. Las cuotas para que negros y pobres puedan acceder
a la universidad levantaban ampollas para la élite también... Incluso estas
reformas tímidas para una clase media alta urbana muy conservadora fueron
suficientes para generar descontento. Y por ese lado, se creó un antipetismo muy
fuerte por la derecha. Pero al mismo tiempo hubo insatisfacción trabajadora. El
número de huelgas se disparó. Y sigue subiendo. Así que desde 2013 la protesta
tiene dos vertientes y la parte de la derecha ha ido creciendo mucho. Es un
indicio de la polarización que hay en Brasil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios con datos personales como teléfonos, direcciones o publicidad encubierta