Una colección de coloridas zanahorias en Adelaide, Australia. Fotografía de Helen K. CC 2.0.
Cómo el movimiento de semillas “open source” está cambiando la producción de alimentos a nivel global Global Voices en Español
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- enero 14º, 2017
Este artículo de Rachel Cernansky fue publicado originalmente en Ensia.com, una revista que destaca las soluciones ambientales internacionales en acción, y es republicado aquí en el marco de un acuerdo de intercambio de contenidos.
Frank Morton se dedica al cultivo de lechuga para fitomejoramiento en EE. UU. desde la década de 1980.
Su empresa ofrece 114 variedades, entre ellas la Outredgeous, que el año pasado se convirtió en el primer vegetal que los astronautas de la NASA cultivaron y consumieron en el espacio.
Por casi 20 años, las únicas limitaciones para el trabajo de Morton han sido su imaginación y la cantidad de variedades diferentes de lechuga a las que tuvo acceso.
Pero a principios del 2000, comenzó a notar que cada vez más variedades de lechuga estaban protegidas por patentes, lo que significa que no podía usarlas para fitomejoramiento.
Las patentes no protegían solamente las diferentes variedades de lechuga, sino rasgos específicos, como resistencia a enfermedades, un tono particular de rojo o verde, o la hoja rizada.
Dichas patentes han aumentado en los últimos años, y están avanzando en un vasto repertorio de cultivos, desde maíz a zanahorias — una tendencia que genera preocupación respecto al futuro de la producción de alimentos en obtentores, ambientalistas y expertos en seguridad alimentaria.
Como hombre decidido dedicado a la milenaria tradición de fitomejoramiento, Morton sigue cultivando lechuga — simplemente demora más, debido a que el incremento en las restricciones le dificultan la tarea.
“Es solamente una piedra en el río y estoy flotando a su alrededor. Eso es básicamente lo que tenemos que hacer, pero rompe la tradición del fitomejoramiento”, señala.
“Considero que estas patentes para lechuga son excesivas y [si no son desestimadas en un tribunal], nadie más podrá cultivar una nueva variedad de lechuga porque todas las características ya han sido reclamadas.”
Él continúa trabajando en cultivo selectivo con lo que aún está disponible para mejorar características específicas, teniendo especial cuidado en evitar materiales protegidos por derechos de propiedad intelectual.
También se unió a un movimiento que está creciendo en EE. UU. y en todo el mundo: cultivo “open source”.
Los astronautas de la Estación Espacial Internacional cultivaron y consumieron la variedad Outredgeous de lechuga romana roja como parte del sistema “veggie”, una prueba para cultivar vegetales en el espacio. Foto de la NASA.
No es casual que el término suene como propio del mundo de la tecnología más que del cultivo de vegetales.
La Open Source Seed Initiative (Iniciativa de semilla de fuente abierta),
se inspiró en “el movimiento del software libre y de código abierto que ha proporcionado alternativas al software privativo”,
y fue creada para asegurar que algunas variedades de plantas y genes permanezcan libres de derechos de propiedad intelectual y esten disponibles para los obtentores de variedades vegetales a perpetuidad.
Como parte de la iniciativa, conocida comúnmente como OSSI, los obtentores estadounidenses pueden asumir un compromiso para que las semillas que producen permanezcan disponibles para que otros las utilicen para fitomejoramiento en el futuro.
Eso no quiere decir que no puedan comercializarlas o hacer negocios con ellas. Lo que el compromiso posibilita es que los agricultores que compran semillas de un obtentor open source puedan cruzarlas con otras para obtener variedades propias y guardarlas para futuras cosechas – dos opciones que muchas patentes de cultivos prohíben.
Decenas de obtentores y compañías productoras de semillas han asumido el compromiso de OSSI desde su lanzamiento en el 2014.
Futuro comprometido
Para el profesor emérito de la Universidad de Wisconsin-Madison y miembro de la junta de OSSI Jack Kloppenburg, el control de las semillas y la capacidad de producir nuevas variedades son cuestiones de seguridad alimentaria y protección del medio ambiente.
La cuestión de las semillas ocupa un lugar entre problemas más grandes, como la biodiversidad, los derechos de los agricultores, el control del sistema alimentario y el uso de agroquímicos, que muchos obtentores independientes tratan de evitar o reducir mediante el fitomejoramiento desarrollando la resistencia natural de los cultivos.
Kloppenburg destaca que el movimiento open source no se trata solo de organismos genéticamente modificados; las patentes pueden afectar a todos los cultivos, vegetales o granos, genéticamente modificados o no transgénicos, orgánicos o no.
“El control de la semilla es central para la sustentabilidad ambiental por la que estamos trabajando”, dice, señalando la creciente consolidación de la agroindustria a nivel mundial, como lo demuestran los recientes anuncios de fusiones entre ChemChina y Syngenta de agosto de 2016, y Monsanto y Bayer de setiembre.
“Si vas al mercado del agricultor y estás interesado en comprar vegetales de buena calidad, producidos localmente de manera sustentable, también debes entender que la mayoría de los productos son el resultado de fitomejoramiento, un proceso que en sí mismo está en peligro de extinción.
No vamos a tener soberanía alimentaria hasta tanto no tengamos derechos soberanos sobre las semillas”.
Los partidarios de la iniciativa OSSI argumentan que como consecuencia de mayores restricciones, basadas en derechos de propiedad intelectual, para acceder al material de siembra, el futuro del suministro de alimentos está en peligro debido a que la reserva genética se está reduciendo continuamente.
La directora ejecutiva de OSSI, Claire Luby, cuya tesis de doctorado se centró en la variación genética y la disponibilidad en el cultivo de zanahorias, señaló que alrededor de un tercio de las semillas de zanahoria ha sido protegido por derechos de propiedad intelectual, lo que imposibilita o dificulta su uso por otros obtentores.
Aún no se han realizado estimaciones similares para otros cultivos, pero expertos como Luby están seguros de que el impacto incluso ha sido mayor en grandes cultivos básicos como el maíz, en comparación con otros cultivos, como lechuga y zanahoria.
Una cuestión de perspectiva
Los obtentores cultivan vegetales para conseguir por selección rasgos deseables – aquellos que mejoran el sabor o el color de un cultivo o que le otorgan mayor resistencia a plagas y enfermedades.
Quienes se oponen al patentamiento de combinaciones genéticas de las semillas dicen que el aumento de patentes está reduciendo el catálogo de material vegetal disponible para obtentores en un momento en que la necesidad de diversidad genética es mayor que nunca, gracias a condiciones menos predecibles generadas por el cambio climático.
En un correo electrónico, la portavoz de Monsanto Carly Scaduto reconoció la importancia de la diversidad genética, señalando que es crucial para las operaciones de la empresa y que Monsanto trabaja para preservar la diversidad a través de sus cuatro bancos genéticos y colabora con instituciones de todo el mundo, incluyendo el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Pero ella se mostró en desacuerdo con la idea de que la propiedad intelectual impide las actividades de fitomejoramiento. “Las patentes y [la protección de las variedades vegetales] inspiran la innovación”, escribió.
“Básicamente, la patente crea un mapa que posibilita que alguien haga lo mismo una vez que expire la patente.
A menudo, esos instructivos permiten que otros logren el mismo resultado mediante la búsqueda de otro método para llegar allí. Así que en lugar de obstaculizar la innovación, dicha protección la facilita colocando mayor cantidad de material y el know-how para hacerlo en el dominio público”.
Morton, sin embargo, sostiene que tener que esperar 20 años al vencimiento de una patente de ninguna manera fomenta la innovación, y semejante tiempo de espera para obtener cultivos que puedan adaptarse a condiciones cambiantes es una batalla perdida.
Aunque ese no es el principal argumento planteado por Morton, no obstante: los recursos genéticos siempre han pertenecido al público y deben seguir siendo un bien público, dice. “[Los obtentores independientes] no disponemos del tiempo y el dinero necesario para cumplir esas formalidades y no actuamos movidos por incentivos monetarios.
Queremos mejorar la agricultura para los agricultores.
Esa es una motivación diferente, que no es el resultado de las restricciones al libre uso de los mejores y más modernos recursos genéticos”.
Por otra parte, Morton está en desacuerdo con el concepto mismo de patentar una característica vegetal. “En realidad no ha sido una creación suya”, dice. “La planta lo ha creado, y el obtentor no tiene idea de cómo el vegetal ha creado ese rasgo. Es simplemente la naturaleza haciendo su trabajo”.
Para Carol Deppe, una obtentora de variedades vegetales del estado norteamericano de Oregón y miembro de la junta de OSSI, hay otro componente del fitomejoramiento que es importante. “Cuando usted cultiva una variedad, cultiva sus propios derechos en la variedad”, afirma “Si usted cree en enormes agroindustrias dedicadas al monocultivo que usan dosis masivas de herbicidas, entonces desarrolla su concepto de lo que debe ser la agricultura en esa variedad. Yo hago exactamente lo contrario”.
Aunque un puñado de medianas empresas (con presencia en mercados internacionales, pero más pequeñas que, por ejemplo, Monsanto) tienen patentes, la mayoría de las compañías de semillas más pequeñas son capaces de sobrevivir sin patentes – ya sea porque se oponen a esta práctica, o porque han decidido que el proceso es demasiado costoso, o por ambos motivos.
El obtentor independiente Frank Morton selecciona semillas de lechuga en su vivero de fitomejoramiento. Foto por Karen Morton.
Morton sostiene que evitando la protección de la propiedad intelectual también se fomenta mayor actividad en el fitomejoramiento.
“Me parece que mi incentivo para producir variedades nuevas es más fuerte que [el de las empresas que patentan].
Necesito novedades constantemente para alimentar mi catálogo con materiales nuevos, sabiendo que mis competidores estarán vendiendo mis variedades dentro de unos pocos años”, dice.
“Una patente protege durante 20 años de la competencia, lo que parece bastante cómodo desde mi perspectiva”.
Respuesta global
Mientras que EE. UU. parece estar liderando la iniciativa del cultivo open source, el concepto se está extendiendo rápidamente por todo el mundo.
En India, el Centro para la Agricultura Sostenible, que se describe como una organización de recursos profesionales, lleva adelante un programa de semillas open source, trabajando con los agricultores para preservar las semillas de variedades tradicionales de alimentos y para que participen en la obtención de nuevas variedades que satisfagan necesidades específicas.
La organización también colabora con los agricultores para que tengan acceso a semillas open source y puedan comercializarlas en el mercado.
La organización alemana Agrecol está preparando el lanzamiento de una “licencia” open source, básicamente una versión más formal y legalmente vinculante del compromiso OSSI para obtentores dentro de la UE.
(Los reglamentos sobre cultivo difieren de un país a otro, por lo que en Europa y en otras regiones el compromiso OSSI no puede simplemente adoptarse tal y cómo está redactado).
A principios de noviembre, la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, declaró que los vegetales cultivados de manera tradicional no deben ser patentables, lo que marca un cambio de la postura actual de la Oficina Europea de Patentes, que permite el patentamiento de los cultivos tradicionales.
Sin embargo, la declaración no es una ley; ahora dependerá de los gobiernos europeos impulsar a la oficina de patentes para que cumpla con la declaración de la comisión.
En octubre del 2016, la organización holandesa Hivos organizó una conferencia sobre sistemas de cultivo de semillas open source en Etiopía, que congregó a agricultores, operadores de bancos de semillas comunitarios y representantes de gobiernos, ONG y empresas de semillas de todo el este de África para aprender sobre el movimiento de semillas open source y el cambio global hacia el patentamiento de semillas.
[Nota del editor: Hivos es uno de los patrocinadores de Global Voices.]
Willy Douma, director del programa de sistemas de semillas open source de Hivos, afirma que la organización está trabajando en una alianza global entre sistemas de semillas open source que espera lanzar formalmente el próximo año.
Una coalición de grupos ambientalistas y de desarrollo (que incluye a Hivos, la ONG canadiense para el desarrollo internacional USC Canada y el Action Group on Erosion, Technology and Concentration ha compilado una base de datos mundial sobre semillas y biodiversidad para publicar el Seed Map Project (mapa del proyecto Semilla).
Y en un informe publicado en setiembre, la Global Alliance for the Future of Food (Alianza Mundial para el futuro de los alimentos) – que integran un conjunto de fundaciones filantrópicas, como la Fundación WK Kellogg, la Fundación McKnight, entre otras – señala que para garantizar la solidez del suministro de alimentos, los agricultores tienen que tener acceso a las semillas y la posibilidad de intercambiar y mejorarlas, y poder opinar en el diseño de políticas de semillas.
El informe también destacó el rol que cumple la disponibilidad local de semillas en los sistemas alimentarios sustentables – una conexión que Luby de OSSI espera que más gente empiece a hacer pronto.
“El movimiento por los alimentos ha centrado su atención en el modo y en el lugar donde se cultivan, y en esas conversaciones los sistemas de semillas no han sido demasiado tenidos en cuenta”, dice ella.
“Estamos tratando de conectar con la gente para decirle, ‘Ey, en su comida hay una capa más profunda para tener en cuenta’”.
Rachel Cernansky es una periodista independiente.
Escribe sobre asuntos medioambientales, principalmente agua, carbón y agricultura sostenible, así como inmigración y trata de personas para una variedad de publicaciones, entre ellas New York Times, National Geographic News, Grist y Smithsonian.com.
Nació en Nueva York y actualmente vive en Denver.
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