El siguiente artículo apareció en el New York Herald Tribune del 16 de Febrero de 1947, y fue reproducido por Ivan T. Sanderson en la edición de enero de 1970 de su revista Pursuit:
PARTE 1
David Hatcher Childress / Nexus Magazine
Cuando la primera bomba atómica estalló en Nuevo México, la arena del desierto se convirtió en vidrio verde fundido. Este hecho, de acuerdo a la revista Free World, despertó el interés de algunos arqueólogos. Ellos estuvieron cavando en el antiguo valle del Eufrates y desenterraron una capa o nivel de cultura agraria de 8,000 años de antigüedad, una capa de cultura ganadera mucho más antigua, y una cultura cavernícola todavía más antigua. Recientemente alcanzaron otro nivel más profundo, donde encontraron vidrio verde fundido.
Es bien sabido que las detonaciones atómicas, dentro o sobre un desierto arenoso, derretirán el silicio contenido en la arena y producirán una capa de vidrio. Pero, si estas capas de vidrio antiguo se pueden encontrar en varias partes del mundo, ¿significa esto que en el pasado remoto fueron libradas guerras atómicas o, por lo menos, que se realizaron pruebas atómicas en las edades oscuras de la historia?
Esta es una teoría sorprendente, que no carece de evidencias, pues tales capas antiguas de vidrio en el desierto constituyen un hecho conocido por los geólogos. Los meteorólogos por su parte afirman que los impactos de rayos pueden fundir a veces la arena, pero esto produce siempre un patrón particular, como una raíz. Estas extrañas singularidades geológicas se denominan «fulguritas», y se manifiestan como formas tubulares ramificadas más que como capas u hojas planas de arena fundida. Por lo tanto, el rayo es eliminado por los geólogos como la causa de tales hallazgos; ellos prefieren mantener la teoría de que la causa se debe al impacto de un meteorito o cometa. El problema con esta teoría es que generalmente no hay cráteres asociados a estas hojas o capas anómalas de vidrio.
Brad Steiger y Ron Calais mencionan en su libro, «Mysteries of Time and Space»(1), que Albion W. Hart, uno de los primeros ingenieros en graduarse del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), fue asignado a un proyecto de ingeniería en el interior de África. Mientras que él y sus hombres viajaban a una región casi inaccesible, tuvo que cruzar primero una gran extensión de desierto.
«En el momento quedó desconcertado y absolutamente incapaz de explicar la presencia de una gran extensión de vidrio verdoso que cubría toda la arena hasta donde su vista podía alcanzar», escribe Margarethe Casson en un artículo sobre la vida de Hart publicado en la revista «Rocks and Minerals» (No. 396, 1972). Ella entonces menciona: «Posteriormente, durante su vida, pasó por el área de White Sands, después de que allí se dio la primera explosión atómica, y reconoció el mismo tipo de fusión del silicio que él había observado cincuenta años antes en los desiertos Africanos.»(2)
Tectitas: ¿Una explicación terrestre?
Las grandes extensiones de desierto cubiertas con misteriosos glóbulos de «vidrio», conocidos como «tectitas», se discuten de vez en cuando en la literatura geológica. Estas gotas de «cristal endurecido» (el cristal, de hecho, es un líquido) se cree que provienen, en la mayoría de los casos, de impactos de meteoritos, pero la evidencia demuestra que en muchos casos no hay cráter de impacto.
Otra explicación es que las tectitas tienen un origen terrestre, un origen que incluye posiblemente guerras atómicas o armas de alta tecnología capaces de derretir la arena. El debate sobre las tectitas fue resumido por John O’Keefe en un artículo titulado «The Tektite Problem», publicado en la revista «Scientific American» en su edición de Agosto de 1978.
ÓKeefe escribió: «Si las tectitas son terrestres, significa que existe algún proceso por medio del cual el suelo o las rocas comunes pueden ser convertidas, en un instante, en cristal homogéneo, libre de agua, libre de burbujas; o existe un proceso por medio del cual pueden ser propulsados miles de millas sobre la atmósfera. Si las tectitas vienen de la Luna, habría que considerar por lo menos la existencia de un gran volcán en alguna parte de ella, que debió haber entrado en erupción por lo menos en fechas tan recientes como hace 750,000 años. Ninguna de las dos posibilidades es fácil de aceptar. Con todo, una de ellas debe ser aceptada, y creo que es factible escoger la más razonable, rechazando la más inverosímil.
La clave para solucionar el problema de las tectitas es insistir en una hipótesis físicamente razonable y en un absoluto rechazo a ser impresionados por meras coincidencias numéricas, tales como la semejanza de los sedimentos terrestres al material de las tectitas. Creo que la hipótesis del volcanismo lunar es la única físicamente posible, y que tenemos que aceptarla. Si conduce a conclusiones inesperadas, pero no imposibles, ésa es exactamente su utilidad.
Para citar solo un ejemplo de utilidad, el origen lunar de las tectitas apoya fuertemente la idea de que la Luna fue formada por la fisión de la tierra. Las tectitas son, de hecho, como las rocas terrestres. Si las tectitas vienen de un magma lunar, entonces en lo profundo, dentro de la Luna, debe haber material similar al del manto de la Tierra, más similar al manto que las partes superficiales de la Luna, de donde el basalto lunar se ha originado. Si la luna fue formada por fisión de la tierra, el objeto que se convirtió en la Luna debió haber sufrido intensos calentamientos en su exterior, y habría perdido la mayoría de su masa original y sus elementos más volátiles. La lava que constituye la mayoría de la actual superficie lunar fue producida por erupciones en la temprana historia de la Luna, cuando su calor estaba concentrado en la zona cerca de la superficie. Durante los períodos recientes, representados por las caídas de tectitas, las fuentes del volcanismo lunar deben haber sido necesariamente mucho más profundas, de modo que cualquier volcán responsable de las tectitas haya arrojado el material lunar, que sufrió menos durante el período de ablación, y por lo tanto se constituye como el material inalterado del manto terrestre. Irónicamente esto explicaría el por qué las tectitas se parecen más a las rocas terrestres que a las rocas de la superficie lunar.»
Vidrio misterioso en el Sahara Egipcio
Uno de los misterios más extraños del Egipto antiguo es el de las grandes capas u hojas de vidrio que fueron descubiertas en 1932. En diciembre de ese año, Patrick Clayton, topógrafo para el departamento de geología egipcio, conducía entre las dunas del gran mar de arena, cerca de la meseta de Saad, en un área virtualmente deshabitada al Norte de la esquina Sudoeste de Egipto, cuando él oyó sus neumáticos crujir sobre algo que no era arena. Resultaron ser trozos grandes de un maravilloso vidrio claro, de color verde amarillo.
De hecho, este no era cualquier vidrio ordinario, sino un cristal ultra-puro con un asombroso 98% de silicio. Pero Clayton no era la primera persona en atravesar este campo de cristal, ya que varios cazadores y nómadas prehistóricos obviamente también habían encontrado el ahora famoso «cristal del desierto Libio». El cristal había sido utilizado en el pasado para elaborar cuchillos y herramientas afiladas así como otros objetos. Un escarabajo tallado en este cristal fue encontrado en la tumba de Tutankhamon, indicando que el cristal fue utilizado algunas veces para elaborar joyería.
Un artículo de Giles Wright publicado en la revista británica de ciencias «New Scientist» (10 de Julio de 1999), y titulado «The Riddle of the Sands» (el enigma de las arenas), dice que el cristal del desierto Libio es el cristal natural de silicio más puro encontrado hasta ahora. Arriba de mil toneladas de él se esparce a través de cientos de kilómetros del desierto. Algunos de los pedazos pesan hasta 26 Kilogramos, pero la mayoría existe en pedazos más pequeños, angulares, semejantes a esquirlas producidas por la ruptura de una gigantesca botella verde debido a fuerzas colosales.
Según el artículo, este cristal Libio, a pesar de su pureza, contiene burbujas minúsculas, briznas blancas y remolinos negros. Las incrustaciones blanquecinas consisten en minerales refractarios tales como la cristobalita. Los remolinos contienen iridio, que es indicativo de un impacto extraterrestre tal como el de un meteorito o un cometa, según el conocimiento convencional. La teoría general es que este cristal fue creado por el impacto de un proyectil cósmico que fundió la arena.
Sin embargo, hay problemas serios con esta teoría, dice Wright, y muchos misterios referentes a este estrecho del desierto que contiene el cristal puro. El problema principal: ¿de dónde vino esa inmensa cantidad de esquirlas de cristal extensamente esparcida? No hay evidencias de cráter de impacto de ninguna clase; la superficie de este gran mar de arena no muestra ninguna seña de cráter gigante, y tampoco se encuentra en las profundidades de la arena, como lo han indicado las sondas de microondas basadas en radares satelitales.
Además, el cristal Libio parece ser demasiado puro para haber sido derivado de una «sucia» colisión cósmica. Wright menciona que los cráteres de impacto conocidos, tales como el de Wabar en Arabia Saudita, muestran contaminación con pedacitos de hierro y fragmentos del meteorito. Éste no es el caso con el sitio desértico del cristal Libio. Lo que es más, dicho cristal se concentra en dos áreas, más bien que en una. Un área es de forma ovalada; la otra tiene forma de anillo circular, de 6 Kilómetros de ancho y de 21 Kilómetros de diámetro. El amplio centro del anillo está desprovisto de cristal.
Una teoría dice que pudo darse un leve impacto de meteorito, uno quizás de 30 metros de diámetro, detonando cerca de los 10 kilómetros sobre el gran mar de arena, y la ráfaga de aire caliente pudo derretir la arena debajo. Un impacto de este tipo, sin cráter, se cree que pudo haber ocurrido en el evento de 1908 en Tunguska Siberia; es lo que piensa la ciencia convencional. Pero dicho acontecimiento, al igual que el cristal puro del desierto, continua siendo un misterio.
Otra teoría sugiere un meteorito rebotando en la superficie del desierto, dejando así una corteza vidriosa y un cráter superficial que pronto fue borrado. Pero allí se conocen dos áreas con vidrio. ¿Pudieron ser entonces dos proyectiles paralelos o en secuencia?
Alternativamente, ¿es posible que la arena vitrificada del desierto sea el resultado de una guerra atómica en el pasado remoto? ¿Habría podido una arma de tipo Tesla derretir la arena del desierto, quizás en una prueba?
Un artículo titulado «Dating the Lybian Desert Silica-Glass» (fechando el cristal de silicio del desierto Libio), apareció en la revista británica «Nature» (No. 170) en 1952. Dijo el autor, Kenneth Oakley (3):
«Los pedazos de cristal natural de silicio, hasta de 16 libras de peso, se encuentran dispersos en un área oval, midiendo 130 Kilómetros de Norte a Sur, y 53 Kilómetros de Este a Oeste, en el mar de arena del desierto Libio. Este notable material, que es casi puro (silicio de 97%), relativamente liviano, claro y de color verde – amarillento, tiene las cualidades de una piedra preciosa. Fue descubierto por una expedición egipcia dirigida por P.A. Clayton en 1932, e investigado a fondo por el Dr. L.J. Spencer, que armó una expedición especial en 1934 para este propósito.
Los pedazos se encuentran en pasillos libres de arena, entre los extremos Norte-Sur de la duna. Estos pasillos o «calles» tienen una superficie rugosa, algo así como el de una pista de «carretera», formada por grava angular y escombros rojos que cubren la piedra arenisca, debidos al desgaste producido por la acción atmosférica. Los pedazos de cristal yacen en esta superficie o parcialmente encajados en ella. Solamente algunos fragmentos pequeños fueron encontrados debajo de la superficie, y a no más de un metro de profundidad. Todos los pedazos en la superficie han sido agujereados o alisados por impactos de arena. La distribución del cristal es irregular.
Mientras que indudablemente natural, el origen del cristal de silicio Libio es incierto. En su constitución se asemeja a las tectitas de supuesto origen cósmico, pero éstas son mucho más pequeñas. Las tectitas son generalmente negras, aunque una variedad encontrada en Bohemia y Moravia, conocida como moldavita, es de color verde profundo claro. El cristal de silicio Libio también se ha comparado con el cristal formado por la fusión de la arena bajo el calor generado por la caída de un gran meteorito; como por ejemplo en Wabar, Arabia, y en Henbury en Australia central.
Reportando los hallazgos de su expedición, el Dr. Spencer dijo que él no había podido trazar el cristal Libio a ninguna fuente; ningunos fragmentos de meteoritos o indicaciones de cráteres se podían encontrar en el área. Dijo: «parecía más fácil asumir simplemente que había caído del cielo.»
Sería de interés considerable si la época de origen o de llegada del cristal de silicio a este mar de arena se pudiera determinar geológica o arqueológicamente. Su ubicación restringida a capas superficiales sugiere que no es de gran antigüedad, desde el punto de vista geológico. Por otra parte, ha estado claramente allí desde épocas prehistóricas.
Algunos de los fragmentos fueron llevados a los egiptólogos en El Cairo, quines los consideraron provenientes de épocas pre-dinásticas o del neolítico tardío. A pesar de una búsqueda cuidadosa realizada por el Dr. Spencer y luego por A. Lucas, no se pudieron encontrar objetos del cristal de silicio en las colecciones de la tumba de TutAnkhAmon, o de cualesquiera de las otras tumbas dinásticas. No se encontró tampoco ningún fragmento de cerámica en el área del cristal de silicio, pero si algunas puntas de lanza rudimentarias hechas del cristal; también algunos instrumentos de cuarcita, de piedra y fragmentos de cáscara de avestruz.»
Oakley al parecer está equivocado cuando dice que no fue encontrado cristal de silicio Libio en la tumba de Tutankhamon, como contrariamente afirma Wright.
De todos modos, las áreas vitrificadas del desierto Libio deben ser todavía explicadas. ¿Constituyen evidencia de una guerra ancestral… una guerra que pudo haber convertido a África del Norte y Arabia en el desierto que es hoy?
Las fortalezas vitrificadas de Escocia
Uno de los grandes misterios de la arqueología clásica es la existencia de muchas fortalezas vitrificadas en Escocia. ¿Constituyen también evidencia de alguna guerra atómica antigua? Quizá sí, pero quizá no. Se habla de la existencia de por lo menos 60 de tales fortalezas a través de Escocia. Entre las más conocidas está Tap óNoth, Dunnideer, Craig Phadraig (cerca de Inverness), Abernathy (cerca de Perth), Dun Lagaidh (en Ross), Cromarty, Arka-Unskel, Eilean na Goar, y Bute-Dunagoil. Otra conocida fortaleza vitrificada es la colina- fortaleza en Argyll, en el Oeste Escocés.
Uno de los mejores ejemplos de fortaleza vitrificada es Tap óNoth, que está cerca de la aldea de Rhynie al Noreste de Escocia. Esta fortaleza masiva prehistórica está en la cumbre de una montaña del mismo nombre, con 1,859 pies (560 metros) de alto comanda una vista impresionante del campo de Aberdeenshire. A primera vista parece que sus paredes están hechas de escombro de piedras, pero mirándolas más de cercana se hace evidente que están hechas, no de piedras secas, ¡sino de rocas derretidas! Las que fueron alguna vez piedras individuales, ahora son masas negras y cenizas, fundidas juntas por un calor que debió haber sido tan intenso que produjo ríos de roca fundida deslizándose por las paredes.
Se conocen informes sobre fortalezas vitrificadas desde épocas tan lejanas como 1880, cuando Edward Hamilton escribió un artículo titulado «Vitrified Forts on the West Coast of Scotland» para el «Archaeological Journal» (No. 37, 1880, págs. 227-243). En su artículo, Hamilton describe detalladamente varios sitios, incluyendo Arka-Unskel (4).
«En el punto donde Loch na Nuagh comienza a angostarse, donde la orilla opuesta está cerca de una y media a dos millas de distancia, existe un promontorio pequeño conectado al continente por una franja estrecha de arena y hierba, que evidentemente fue sumergida por la elevación de la marea. En la cumbre plana de este promontorio se encuentran las ruinas de la fortaleza vitrificada, cuyo nombre es Arka-Unskel.
Las rocas sobre las cuales está erigida esta fortaleza son gneis metamórficas, cubiertas de hierbas y arbustos; el lugar está elevado en tres lados, casi perpendiculares, cerca de 110 pies sobre el nivel del mar. La superficie lisa en la parte superior es dividida en dos áreas por una leve depresión. En la parte más grande, con los lados empinados al mar, se sitúa la sección principal de la fortaleza, ocupando la totalidad de la superficie plana. Es de forma algo oval. La circunferencia tiene cerca de 200 pies, y las paredes vitrificadas se puede observar en toda su longitud. Cavamos debajo de la masa vitrificada, y lo que allí se encontró fue extremadamente interesante, lanzando cierta luz en lo que respecta a la manera en la cual se aplicó fuego con la finalidad de vitrificar. La parte interna superior de la pared vitrificada, alrededor de un pie o pie y medio, no fue tocada por el fuego, excepto que algunas de las piedras planas fueron levemente aglutinadas entre si, y que las piedras, todas feldespáticas, fueron colocadas en capas una sobre otra.
Era evidente, por lo tanto, que una grosera fundación de piedras de canto rodado fue implementada primero, sobre la roca original, y entonces una capa gruesa y floja de piedras planas de arena feldespática, y de otros tipos diferentes encontrados en la vecindad inmediata, fueron colocados en esta fundación, y luego vitrificados por un calor aplicado externamente. Esta fundación de piedras flojas se encuentra también en la fortaleza vitrificada de Dun Mac Snuichan, en Loch Etive.»
Hamilton describe otra fortaleza vitrificada que es mucho más grande, situada en la isla a
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