—Será la religión del espíritu…, o no será.
—La religión del futuro —explicó el Galileo— será la religión de la experiencia personal.
—¿Y qué ocurrirá con la religión de nuestros padres y ancianos?
El Maestro fue rotundo:
—Esa religión morirá. Ya está muerta.
La falta de evolución la cristalizará.
Y procedió a explicar —a grandes rasgos— la historia de la religión en el mundo:
—Primero fue la religión del miedo —dijo—. Era la adoración del fuego, del rayo y de la luna. El ser humano sentía miedo. No comprendía el poder de la naturaleza y la adoraba.
Después llegó la religión de la autoridad y de la ley. En ella estamos. El ser humano confía en los sacerdotes y en las autoridades religiosas. Se levantan templos y se sacrifican animales para obtener el favor divino. El hombre queda sujeto a la norma escrita u oral.
Es la servidumbre moral, aceptada por las criaturas temerosas que prefieren vivir en la comodidad de la obediencia ciega. Es la religión del dogma. Lo aceptas o estás fuera. Después llegará la verdadera religión: la del espíritu…
Algún día, cuando ese futuro llegue —y sonrió, pícaro—, los hombres experimentarán por sí mismos la fantástica y feliz experiencia de la búsqueda del Padre Azul...Y lo harán sin la necesidad de templos, de normas, de libros sagrados, de sacerdotes o de amenazas y castigos.
Ésa es la verdadera religión: la del espíritu, la de la entrega, la del amor sin condiciones…
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