¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
MENCIONAMOS DE MARÍA MAGDALENA?
¿De qué hablamos las mujeres cuando hablamos de María Magdalena?
Yo creo que ni nosotras mismas lo sabemos, a pesar de lo hondamente que su figura toca nuestros corazones.
Su arquetipo está vivo en el universo mítico y arquetípico de muchísimas mujeres actuales que, curiosamente, no se consideran católicas. Y cuando digo que está vivo, me refiero a que su profundo poder numinoso nos llama, nos tira de la falda, nos envía señales a través de sincronías, nos deslumbra y nos atrae como un imán.
Está vivo en tanto que está activo, cumpliendo una importantísima función en el inconsciente colectivo femenino del 3º milenio, desplegando a través nuestro el código de Magdalena, activando en nosotras las iniciaciones internas del 4º arquetipo femenino, ese que nada tiene que ver con las funciones biológicas naturales de la maternidad.
Su energía (también manifiesta en las mujeres que son madres) nos guía hacia el peregrinaje del universo interno femenino, de la senda interior que puede conducirnos al contacto trascendente con el espíritu y la iluminación.
El arquetipo María Magdalena nos trae el perfume de las navegantes de la visión interna, de las eremitas y de las locas místicas, de las peregrinas de la consciencia; todas miembros del linaje de la Magdalena. Dakinis protectoras de secretos que sólo son revelados cuando llega el tiempo preciso. Yoguinis que, en medio de la nieve, sabían secar la ropa mojada con el calor de sus cuerpos.
Mujeres que se encerraban en cuevas durante años para realizar el Cuerpo de Luz y que, al morir, emanaban olor a rosas y dejaban perlas como reliquias de su cuerpo.
Todas ellas diversas y toda una sola esencia que es, ante todo, libertad, intensidad y propósito inquebrantable en la búsqueda de la trascendencia, aceptación de sí misma sin ninguna vergüenza, desafío absoluto hacia las convenciones sociales manifestado a través de una poderosa fuerza pacífica rebosante de ternura.
Es el camino del 4º arquetipo que tiene su foco en todo aquello de nosotras que se sitúa más allá de nuestras funciones biológicas, de los hijos o de la pareja.
Aquello que nos invita a nutrir y desarrollar nuestra propia dimensión crística o búdica y que, como ya he dicho, opera con fuerza tanto en las mujeres sin hijos, como en las que sí los tienen.
En cuanto al relato mítico, casi todos los textos del siglo I nos la presentan como receptora de una trasmisión especial que Cristo le reveló en solitario, la más cercana a él de todos los discípulos, aquella a quien amaba más y besaba en los labios.
Mientras los discípulos varones desaparecen de escena cuando Jesús es prendido, ella permanece cercana al maestro, presencia su crucifixión y muerte y lo acompaña hasta la sepultura para ungir su cadáver, deviniendo así testigo de estos sucesos y dando muestra, una vez más, de su lealtad y compromiso.
Más tarde es la primera a quién el Cristo resucitado se manifesta nombrándola portavoz de la noticia de su resurrección.
Algunos textos la describen animando a los apóstoles después de la muerte de Cristo, reconfortándolos, guiando a sus compañeros varones hacia la sabiduría, sanando con su propia saliva, llevando la noticia del Cristo a la Provenza.
En los ambientes de la Nueva Era mucho se ha escrito sobre María Magdalena.
Casi todo el mundo está empeñado en señalarla como la esposa de Jesucristo, o como la esposa de Paulo a quien ella abandonó porque era un borracho y le pegaba, o como la madre de una hija de Jesús... Sin embargo, no existe ningún dato, ni histórico ni legendario, que avale nada de ello.
En realidad esas historias sólo reflejan la distorsión realizada con el más importante ejemplo del 4º arquetipo femenino presente en la tradición cristiana (y digo tradición, no religión).
Detrás de una reinterpretación aparentemente liberadora, perpetúan la idea patriarcal de que una mujer sólo es importante como esposa de un hombre relevante o como madre de sus hijos y, de ese modo, niegan a la Magdalena su propia identidad y esencia.
De todas estas opiniones nace una maraña (apasionante sin duda) de historias que entretejen en su trama a los gnósticos, los esenios, los cátaros, los templarios y la nobleza europea (que alucinantemente reivindica su linaje como descendiente de esa supuesta hija de Cristo y Magdalena, justificando así el origen “divino” de la monarquía).
Relatos que jalonan los pasos de Magdalena con tesoros escondidos de enorme valor (el tesoro del Templo de Jerusalén, el tesoro de los Templarios, el tesoro de los Cátaros o supuestos documentos que demuestran que Magdalena y Cristo tuvieron descendencia por los que la iglesia ha pagado “un tesoro” para que este secreto no sea divulgado).
Textos cuyo punto de partida es Magdalena, pero en los que de lo que menos se habla es de Ella.
Hay un tesoro escondido en Magdalena, un tesoro a descifrar en estos tiempos, pero no es, en mi opinión, el que señalan muchos de los libros publicados sobre el tema.
Encarnación privilegiada de la Sophía, Mujer libre y autosuficiente económicamente, Amiga y principal discípula de Jesucristo, Apóstola de Apóstoles, Exiliada que fue lanzada al Mediterráneo en patera sin remos, Portadora del Grial, Peregrina, Curandera que usaba su saliva como medicina, Ermitaña en su cueva viviendo de luz 33 años, Aquella que llegó a experimentar la Ascensión siete veces cada día.
Esa energía llamada María Magdalena parece haber destinado su enseñanza para comienzos del tercer milenio.
Nunca como ahora podemos las mujeres recoger los frutos que ella sembró, reconocer su amor en nuestros corazones y su fuerza latiendo en nuestros vientres.
Es por eso que hoy tantas mujeres vibran cuando escuchan hablar de Ella.
Muchos otros aspectos podríamos relatar sobre la Magdalena, pero ya me estoy extendiendo demasiado.
Que María Magdalena nos guíe y su perfume inspire siempre nuestros corazones.
Marianna G
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios con datos personales como teléfonos, direcciones o publicidad encubierta