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Las autoridades europeas estiman que a lo largo de 2015 cerca de un millón de refugiados habrán llegado al continente procedentes de Siria y Libia, fundamentalmente, así como de otra docena de países en conflicto.
Pocos se paran a pensar que las guerras que asolan a estas dos naciones, con miles y miles de familias obligadas a abandonar sus hogares y modo de vida, han sido originadas por Estados Unidos en su afán de organizar el “arco mediterráneo” en función de sus intereses geoestratégicos.
Las primaveras árabes en el norte de África, igualmente mal resueltas, o el despliegue del escudo antimisiles balísticos, son piezas del diseño puesto en marcha por Washington.
Antiamericanos y pro americanos
No es cuestión de analizar esta realidad desde una óptica antiamericana o pro americana, propia de una visión maniquea del mundo muy habitual a la hora de enjuiciar la política exterior de la primera potencia mundial.
Simplemente es una cuestión de sentido común pararse a pensar que las guerras de Libia y Siria, detonantes de la mayor crisis de refugiados de los últimos 70 años en Europa, han sido creadas y mal resueltas por Estados Unidos con las terribles consecuencias que sufren, en primer lugar, los ciudadanos de ambas naciones.
La guerra de Libia
Europa no puso objeción alguna durante años al régimen del dictador Gadafi. Ejemplo de complacencia fue la actitud del primer ministro británico Tony Blair que vendió armas al sátrapa libio. O cómo en 2009 Reino Unido liberó al terrorista libio Abdelbaset Ali Mohamed Al Megrahi, condenado a cadena perpetua por el atentado de Lockerbie contra un avión de la Pan Am que se saldó con 270 muertos.
Tampoco España se quedó atrás en la amistad con Gadafi. Todavía están en la memoria reciente las visitas de los presidentes de Gobierno a Trípoli.
Pero la luna de miel con Gadafi se quebró cuando el dirigente libio se propuso cobrar en dinares de oro el petróleo que Libia exportaba en sustitución del obligado dólar. El “dinar de oro” era una idea de Gadafi ante la enorme cantidad de efectivo y oro acumulado en las arcas libias.
Libia y Siria son dos objetivos de Estados Unidos en el nuevo diseño del “arco mediterráneo”
Dinar de oro
Gadafi fue de los primeros dirigentes petroleros, junto a Sadam Hussein, que se dio cuenta de que el dólar estaba inflado artificialmente y que la obligación de realizar todas las transacciones petrolíferas mundiales en dólares carecía de sentido.
El anuncio del “dinar de oro” fue el principio del fin del dictador Gadafi. No solo suponía abrir una vía de agua en la línea de flotación de Estados Unidos y su moneda hegemónica, sino la posibilidad de que se produjese un “efecto contagio” en otros países exportadores de petróleo.
El resto es de todos conocido. La “oposición” a Gadafi, inexistente en 41 años, surgió de la noche a la mañana con apoyo internacional y bien armada. Alimentada, según los servicios de inteligencia europeos, con yihadistas extranjeros traídos desde diversos países.
Estados Unidos empujó la intervención de la OTAN en 2011. Bloqueo naval, bombardeos aéreos y fuerzas de operaciones especiales camufladas como guerrilleros antigadafi lograron en pocos meses la caída del régimen y el linchamiento del dictador para evitar un juicio público donde salieran a relucir historias que no debían.
Libia, un país a la deriva
Cuatro años después Libia sigue rota. Los diferentes grupos tribales (hay 140 clanes) representativos de media docena de etnias hacen ingobernable el país. Con el problema añadido de que el yihadismo de grupos próximos al Estado Islámico ha arraigado en el territorio libio.
Como ocurre con las recientes guerras emprendidas por Estados Unidos -Afganistán e Irak son dos ejemplos de libro- acabar de manera forzada y violenta con las dictaduras desemboca en un escenario posterior de desestabilización y muerte aún peor que la propia dictadura erradicada.
Miles y miles de libios dejan atrás sus hogares huyendo de la guerra civil para llegar a la isla italiana de Lampedusa. En 2013 arribaron 43.000 refugiados, casi 100.000 en 2014 y la cifra será aún mayor en 2015. Sin contar con los libios que huyen a los fronterizos Egipto, Túnez y Argelia, y los miles que mueren en el Mediterráneo al intentar la travesía en desvencijadas embarcaciones fletadas por las mafias del tráfico de personas.
La guerra de Siria
Tras el fácil derrocamiento de Gadafi, Estados Unidos pensó que podía repetir la fórmula en Siria con el dictador Bashar al-Asad: crear grupos de oposición que propiciasen la represión del régimen y la consiguiente espiral de violencia terminaría provocando su caída.
Pero Siria no es Libia. Mientras que Gadafi se quedó solo, al-Asad cuenta con el apoyo de Rusia dado que Siria es un espacio geoestratégico vital para los intereses rusos por tres razones: hace frontera con Turquía, miembro de la OTAN; Moscú tiene en la base de Tartus la única instalación naval de la Armada rusa en el Mediterráneo; y el interés de Estados Unidos de que el nuevo gasoducto procedente de Qatar llegase a Europa a través de Siria, proyecto que representaba un duro golpe para el monopolio gasista de Moscú.
En este contexto, Vladimir Putin facilita a Damasco misiles antiaéreos de última generación, consejeros militares, datos de Inteligencia (comunicaciones y fotografías de satélites) y apoyo diplomático.
El Estado Islámico se les va de las manos
Con parte de los yihadistas utilizados en Libia y otros miles del Estado Islámico financiado por Arabia Saudí y Qatar, con apoyo logístico de Turquía y técnico de Estados Unidos, los estrategas de Washington pensaron que al-Asad caería en cuestión de meses.
Pero el Estado Islámico se les ha ido de las manos. Hace un año autoproclamó el Califato en los territorios de Irak y Siria que controla, y miles de combatientes llegan a diario de todas partes para sumarse a la guerra santa o yihad contra el “infiel”.
La situación es otro país sumido en guerra con miles de sirios que huyen de los bombardeos de unos y otros, y la barbarie nunca antes vista del Estado Islámico.
Otras guerras mal resueltas como la de Afganistán, o las en curso de Irak y Yemen, así como la creciente desestabilización de la inmensa franja del Sahel, aportan un flujo constante de migrantes que buscan en Europa su salvación.
La UE prefiere crear campamentos donde confinar a los refugiados antes que acogerlos en los países miembros
Guetos para confinar a los refugiados
La canciller alemana Angela Merkel convocaba en Berlín una reunión de urgencia el 24 de agosto para acordar medidas extremas ante una situación extrema. Medios diplomáticos europeos desvelan que entre las medidas figura la creación de “zonas de acogida” en Grecia, Italia, Macedonia y Serbia para los refugiados en enormes campamentos.
Recordarían a “guetos” donde “confinar” a los miles de actuales refugiados y a los que vayan llegando ante la falta de acuerdo entre los socios europeos por el sistema de cuotas de refugiados.
La Comisión Europea asumirá con cientos de millones de euros el coste de los campamentos y la atención sanitaria y alimenticia de los refugiados. Los Estados miembros prefieren pagar por mantener estos “guetos” como solución transitoria antes que trasladar el problema a sus propios territorios.
La crisis agudiza el problema
Sin haber salido aún de la crisis económica, la llegada de una nueva tormenta financiera por el frenazo de la economía china -el lunes negro de las Bolsas asiáticas ha encendido todas las luces rojas-, los gobiernos europeos escurren el bulto. No quieren acoger refugiados que graven más los presupuestos destinados a las ayudas sociales y generen enfrentamientos xenófobos entre la población.
Estados Unidos observa desde lejos este gravísimo problema europeo como si no le concerniese en absoluto. Diplomáticos de la Unión Europea, entre ellos españoles, se preguntan ¿dónde está la diplomacia norteamericana tan activa en otros escenarios?
Por su parte, Rusia observa y calla. A Putin le interesa que a la Unión Europea le crezcan las dificultades mientras sigan en pie las sanciones económicas contra Moscú por la adhesión de Crimea, y la OTAN mantenga el pulso contra Rusia, subrayan las fuentes diplomáticas.
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