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4 de junio de 2016

situación económica en el 26-J




La situación económica en el 26-J



diagonalperiodico.net  


Al margen de las cábalas ante posibles pactos postelectorales, resultará determinante el contexto económico con el que tenga que manejarse un hipotético nuevo gobierno, y con ello su posible margen de maniobra. A priori el momento aparenta ser relativamente propicio. La economía española aún se recupera de la crisis, pero once trimestres consecutivos de crecimiento han dejado atrás la recesión. El paro sigue muy elevado, pero el ritmo de creación de empleo se mueve a tasas no vistas desde antes de la crisis.
Sin embargo, las bases que cimientan ese ciclo moderadamente favorable quedan lejos de ser estables. La aparente bonanza, la economía española esconde importantes desequilibrios, tanto internos como externos sin resolver. Los primeros lastran la capacidad de recuperación, mientras que los segundos desvelan su vulnerabilidad y restringen el margen de maniobra de los poderes públicos.
Los factores internos
El más importante, y por tanto el más abandonado hasta ahora por el gobierno es el triángulo desempleo-pobreza-desigualdad. Estamos ante el período donde por más tiempo se mantiene una tasa de paro superior al 20% de la población activa (actualmente está en el 21%). Esa cronificación deja sus secuelas, con el drama de que casi la mitad de las personas desempleadas no tengan ya acceso a ningún tipo de ayuda. Asimismo, 1.610.900 hogares tienen a todos sus miembros en paro, 55 mil más que el trimestre anterior. Y eso pese a la recuperación.
Ante tal escenario no es de extrañar que el nivel población en riesgo de pobreza y exclusión social haya escalado hasta el 29,2%. O más preocupante si cabe, que más de uno de cada tres menores de 16 años (el 35,4% del total) se vea en dicha situación. De igual modo, la concentración de la renta (que ya era alta durante los años de euforia) se ha incrementado hasta niveles sólo superados en la UE por Bulgaria, Chipre y las repúblicas bálticas.
La creación de empleo mantiene un buen ritmo pero no desde luego en su calidad. Así, nueve de cada diez contratos firmados en abril (el 9,5%) fueron temporales y, de estos, uno de cada cuatro (el 27%) eran de una semana o menos.
El segundo gran desequilibrio está en el elevado nivel de endeudamiento privado. La deuda conjunta de hogares y sobre todo empresas estaba en el 176% del PIB en el tercer trimestre de 2015 (la deuda empresarial equivalía a un 107% del PIB). En el caso particular de las empresas se apostó, vía reforma laboral, por facilitar su desendeudamiento mediante ajustes de plantilla y salarios. El resultado, agravado por las medidas de austeridad, es que sigue sin fluir el crédito necesario para acometer nuevos proyectos de inversión que permitan mejorar la productividad.
El déficit no es problema en sí, sino la renegociación de los plazos para el ajuste condicionada a la aplicación de “reformas estructurales”
Con respecto a las cuentas públicas persiste el déficit presupuestario (5,08% del PIB en 2015), lo que garantiza que una deuda pública ya en torno al 100% del PIB siga al alza. El incumplimiento, otro año más, del objetivo de déficit conlleva la amenaza de sanción al Estado español en una decisión que se posterga al mes de julio. Tras las elecciones, oh casualidad.
El déficit no es problema en sí, sino la renegociación de los plazos para el ajuste condicionada a la aplicación de “reformas estructurales”. En consecuencia, revertir la reforma laboral de 2012, por ejemplo, complicaría las negociaciones.
Factores externos
Lo anterior nos lleva a plantear la vulnerabilidad extrema que presenta la economía española con el exterior. En primer lugar, el actual momento de calma no es mérito propio, sino resultado del cambio de actitud del BCE y sus programas de compras masivas de activos, que han dormido las tensiones de 2012.
En segundo lugar, la capacidad de financiación de la economía española resulta sumamente dependiente del exterior. La burbuja crediticia creció a costa de acumular un volumen ingente de deuda externa. Ésta ha seguido aumentando durante la crisis, hasta alcanzar el 170% del PIB al final de 2015 porque el proceso de endeudamiento privado fue sustituido por el del Estado, que también ha recurrido en buena medida a la financiación exterior. No en vano, en apenas cuatro años, entre diciembre de 2011 y el mismo mes de 2015, la deuda pública externa casi se ha duplicado. Así pues, el problema del déficit público, aparte del riesgo de sanción, es que éste depende de fuera para ser financiado.
Por último, la dependencia externa se observa también en su proceso productivo, absurdamente intensiva en unos recursos fósiles de los que además se carece. La coyuntura actual, con un bajo precio del petróleo, supone un alivio temporal. El problema es que esto, al igual que el desplome en los precios de las materias primas es reflejo de una débil demanda global, con un comercio mundial estancado y serios visos de una nueva recaída en recesión internacional en los meses venideros.
Pasos hacia el cambio
Ciertamente el margen de actuación para un posible nuevo gobierno del cambio es pequeño, a lo que se sumarán las estrecheces que supondrá la necesidad de pactos entre distintas fuerzas políticas. Pero al mismo tiempo la situación social no puede esperar y hay avances tan posibles como necesarios. Pasos que, a nuestro entender deberían empezar por enfrentar el problema del desempleo de larga duración y el rescate de los grupos sociales en situación de exclusión; una reforma fiscal que permita aumentar la recaudación, redistribuyendo la carga tributaria, que financie nuevas políticas de gasto; y revertir la reforma laboral, de manera que se ponga fin al abuso fraudulento de la contratación temporal como norma.
Con todo, el escenario para la transformación no es estatal, sino europeo. En este sentido, la llegada de un “gobierno del cambio” permite dibujar un nuevo mapa de posibles alianzas, con Portugal Grecia, Italia y Francia entre sus potenciales aliados, que permitiese poner en primer plano el conflicto latente de intereses entre acreedores y deudores en la eurozona. La batalla por tanto se librará en Europa

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