Fuente: Jeff Foster – www.facebook.com/Jeff-Foster-en-español-132951520106392/
“Ninguno de nosotros está apartado del río de la Humanidad. Ninguno de nosotros somos individuos separados de la totalidad, sino parte de algo mayor; contribuimos al río, tenemos nuestro ser en el río y, en ese sentido, somos responsables de la totalidad del río. Tú eres el mundo y el mundo es tú, como decía el ilustre Krishnamurti.”
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Para poner fin al terrorismo hay que comprender sus raíces. Porque el origen de la violencia, el odio, la guerra santa y el ánimo de venganza sangrienta está en todos y cada uno de nosotros.
La violencia comienza en TI, amig@.
Ninguno de nosotros está apartado del río de la Humanidad. Ninguno de nosotros somos individuos separados de la totalidad, sino parte de algo mayor; contribuimos al río, tenemos nuestro ser en el río y, en ese sentido, somos responsables de la totalidad del río. “Tú eres el mundo y el mundo es tú”, como decía el ilustre Krishnamurti.
La violencia comienza cuando nos separamos del río y de los demás, aunque sólo sea mentalmente. Cuando nos alejamos de nuestra magnificencia y nos definimos conceptualmente, reduciéndonos a una cosa: Bueno, malo. Correcto, incorrecto. Cristiano, judío. Creyente, ateo. Un éxito, un fracaso. Indio, americano, australiano. La verdad se convierte en un arma. Tomamos partido. Creemos que hay ‘otros’. Olvidamos nuestra naturaleza compartida, que todos somos hermanos y hermanas, una misma fuerza vital en movimiento, la misma consciencia, el agua de la Vida.
Internamente entramos en guerra con nuestros propios pensamientos, con nuestras propias emociones. Nos alejamos de nuestro dolor, de nuestra duda, de nuestro miedo, de nuestros anhelos; los llamamos ‘negativos’ o ‘malos’. Nos dividimos en dos, el ‘yo bueno’ contra el ‘yo malo’, el santo contra el pecador, la luz contra la oscuridad, lo sagrado contra lo profano. Podemos incluso tratar de ‘deshacernos’ o de ‘aniquilar’ nuestra tristeza, nuestra duda, nuestro miedo, nuestros impulsos sexuales, nuestros pensamientos ‘impuros’. Y ese es el comienzo del genocidio.
La violencia comienza en TI, amig@.
Ninguno de nosotros está apartado del río de la Humanidad. Ninguno de nosotros somos individuos separados de la totalidad, sino parte de algo mayor; contribuimos al río, tenemos nuestro ser en el río y, en ese sentido, somos responsables de la totalidad del río. “Tú eres el mundo y el mundo es tú”, como decía el ilustre Krishnamurti.
La violencia comienza cuando nos separamos del río y de los demás, aunque sólo sea mentalmente. Cuando nos alejamos de nuestra magnificencia y nos definimos conceptualmente, reduciéndonos a una cosa: Bueno, malo. Correcto, incorrecto. Cristiano, judío. Creyente, ateo. Un éxito, un fracaso. Indio, americano, australiano. La verdad se convierte en un arma. Tomamos partido. Creemos que hay ‘otros’. Olvidamos nuestra naturaleza compartida, que todos somos hermanos y hermanas, una misma fuerza vital en movimiento, la misma consciencia, el agua de la Vida.
Internamente entramos en guerra con nuestros propios pensamientos, con nuestras propias emociones. Nos alejamos de nuestro dolor, de nuestra duda, de nuestro miedo, de nuestros anhelos; los llamamos ‘negativos’ o ‘malos’. Nos dividimos en dos, el ‘yo bueno’ contra el ‘yo malo’, el santo contra el pecador, la luz contra la oscuridad, lo sagrado contra lo profano. Podemos incluso tratar de ‘deshacernos’ o de ‘aniquilar’ nuestra tristeza, nuestra duda, nuestro miedo, nuestros impulsos sexuales, nuestros pensamientos ‘impuros’. Y ese es el comienzo del genocidio.
Lo que rechazamos en nosotros mismos terminamos rechazándolo en los demás. Lo de ‘aquí’ se convierte en lo de ‘allá’ en un abrir y cerrar de ojos. Sus imperfecciones, sus defectos, sus dolores, sus alegrías, sus dudas, su debilidad, son realmente nuestros y viceversa. Sus pensamientos extraños, sus sentimientos ‘erróneos’ o ‘vergonzosos’, sus tinieblas, sus pecados; en realidad son nuestros y viceversa. Tratamos de cambiarlos, arreglarlos, salvarlos y viceversa. Los juzgamos, los humillamos, les tenemos lástima, les tememos y viceversa. En nuestra frustración, podemos hacerles daño y viceversa En nuestra rabia, podemos incluso matarlos y viceversa. Al buscar la totalidad, pasando por alto que eso es lo que somos, al olvidar el Amor que nos compone, podríamos destruirlo todo y a todos los que nos rodean. Y lo hacemos en nombre de la ‘libertad’. Incluso en el nombre de ‘Dios’.
La forma de acabar con el terrorismo es verlo, entenderlo y cortarlo de raíz. Mira cómo la guerra comienza dentro. Observa cómo la violencia empieza en cada uno de nosotros. Cada vez que deshechamos un pensamiento o una emoción, cada vez que nos deshonramos, que nos culpamos; cada vez que le damos la espalda a nuestra ira, a nuestra tristeza, a nuestra duda, a nuestro miedo; cada vez que juzgamos o atacamos a alguien en lugar de enfrentar nuestro propio trauma aun sin resolver, esparcimos las semillas del terror. Sin embargo, cada vez que abrimos nuestros corazones y hacemos espacio para aquello que nos está incomodando; cuando traemos una atención amable y curiosa al dolor que sentimos dentro, cuando respiramos justo en lo que desearíamos destruir, recordamos nuestra inmensidad, nos volvemos a poner en contacto con el Amor que arde dentro y nos volvemos parte de la solución, parte del río.
Y entonces, porque hemos respirado ahí, quizás la Humanidad tenga una oportunidad.
La forma de acabar con el terrorismo es verlo, entenderlo y cortarlo de raíz. Mira cómo la guerra comienza dentro. Observa cómo la violencia empieza en cada uno de nosotros. Cada vez que deshechamos un pensamiento o una emoción, cada vez que nos deshonramos, que nos culpamos; cada vez que le damos la espalda a nuestra ira, a nuestra tristeza, a nuestra duda, a nuestro miedo; cada vez que juzgamos o atacamos a alguien en lugar de enfrentar nuestro propio trauma aun sin resolver, esparcimos las semillas del terror. Sin embargo, cada vez que abrimos nuestros corazones y hacemos espacio para aquello que nos está incomodando; cuando traemos una atención amable y curiosa al dolor que sentimos dentro, cuando respiramos justo en lo que desearíamos destruir, recordamos nuestra inmensidad, nos volvemos a poner en contacto con el Amor que arde dentro y nos volvemos parte de la solución, parte del río.
Y entonces, porque hemos respirado ahí, quizás la Humanidad tenga una oportunidad.
Jeff Foster