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19 de enero de 2019

Cura enfermedades con tu mente



Las enfermedades no aparecen nada más porque si, son la consecuencia de una serie e hábitos y actitudes las cuales, cuando las modificamos, todo en nuestro cuerpo y entorno se modifica y transforma.

La duda o negación respecto a las capacidades curativas de la mente se debe a que no se tiene una experiencia real acerca de esto, por lo que la persona suele dudar y descartar este enorme potencial prefiriendo seguir las mismas conductas curativas que se vienen enseñando desde hace miles de años. Se ha enseñado durante muchos años a confiar en que la cura viene de un factor externo, y que se requieren muchas complejidades para obtener una curación. Sin embargo, podemos observar que muchas veces, por más cosas que tomamos y hacemos, la cura no viene, incluso a veces parece empeorar: ¿A qué se debe esto? A que no se ha atendido la raíz del problema, el cual reside en nuestra mente.

Por otro lado, habría quien discuta que los remedios externos como la medicina convencional, por ejemplo, si curan y han curado. Pero habría que considerar que siempre que la sanación sucede, es porque de alguna forma la enfermedad nos puso a reflexionar y revalorar las experiencias y la vida misma, lo cual transformó nuestra forma de ver las cosas, o sea, nuestra mente, la cual equivale a todo lo que pensamos. Todas las personas que se curan o han conseguido quitarse de encima enfermedades fuertes o terminales (incluso las que dicen que son incurables), es porque han considerado una nueva forma de entender, confiar y vivir la vida.

No intentamos descartar el uso de la medicina, la cual puede apoyarnos a medida que desarrollamos y confiamos en nuestros poderes mentales. Lo que intentamos con este texto es que la gente empiece a creer mas en sus potenciales curativos los cuales son un don o un regalo natural que se nos ha dado, pero que no nos damos el tiempo, el permiso ni la paciencia de explorar este don extraordinario.

¿Cómo cura la mente? 
La mente es como una computadora potente: que no sepamos cómo usarla no significa que esta no sirva para procesar programas avanzados. A medida que conocemos como se usa un procesador, a medida que podemos servirnos y utilizar su potencial. Lo mismo sucede con la mente: para usar sus potenciales debemos estudiarla, entenderla y practicar algunos ejercicios para disciplinarla y educarla, de manera que esta pueda ser una herramienta creadora en nuestra vida, y pueda, entre otras cosas, curarnos.

Bien es cierto que usamos muy poco porcentaje de todos nuestros poderes mentales. Es como si alguien nos hubiese regalado un procesador de extraordinaria capacidad para poder dirigir una empresa, y por no saber cómo usarlo lo utilizáramos nada más para sumar dos más dos. El desperdicio del regalo seria evidente.

Así pues, para empezar a destapar el instructivo de nuestra mente, y empezar a aprender a usarla, es necesario comprender que la mente, para fines prácticos y útiles, equivale a todo lo que pensamos. Cada pensamiento que pasa por nuestra cabeza influye de forma poderosa en nuestra vida y cuerpo, en nuestra realidad. Sin embargo, los pensamientos que más influyen nuestro entorno son aquellos a los que prestamos atención y alimentamos con nuestra palabra, acción y reacción.

Ahora bien: si los pensamientos afectan nuestra realidad y cuerpo, entonces alguien podría decir que “pensando positivo” se  solucionarían los problemas, enfermedades y carencias. Sin embargo, “pensar positivo” no es suficiente, pues pensar solamente en lo que a nuestro parecer es “bueno”, equivaldría a creer que, cuando una computadora se descompone o empieza a hacer cosas locas o que no queremos, con tan solo pensar que se va a componer, esta lo haría. Para que la computadora funcione de forma adecuada y coherente, hay que entrar al sistema operativo y ver que provoca que mal funcione. Y entonces, se tiene que reprogramar o hacer los arreglos pertinentes para que esta funcione como esperamos.

Una enfermedad refleja que nuestra computadora llamada mente está haciendo algo que no queremos. Para reprogramarla, habría que ir a observar que tipo de programaciones tiene nuestra mente y con que hemos alimentado nuestra vida.

El enojo, el miedo, la incertidumbre, etc., solo reflejan ciertas actitudes mentales que nos hacen reaccionar de formas no fluidas, es decir, que no confiamos o estamos esperando demasiadas cosas de los demás o de lo demás. Las enfermedades están sembradas y cultivadas en nuestro mundo emocional. El fruto que llamamos enfermedad solo es la consecuencia de no haber entendido algunas experiencias que nos han provocado dolor, insatisfacción, ira, etc. Estas experiencias se quedan guardadas en nosotros y poco a poco se van reflejando en nuestro cuerpo.

En resumen, podemos decir que todas las enfermedades tienen que ver con cierto grado de infelicidad, la cual es el resultado del apego, el exceso de control, la ira negada o no entendida, etc. Se dice que toda enfermedad es algo que ocultamos. Si al corazón le duele, le irrita, le arde o desilusiona una experiencia, el cuerpo lo reflejara de igual forma: el cuerpo es el reflejo más inmediato de la forma en cómo pensamos y sentimos la vida.

¿Cómo iniciar una curación con la mente?

Lo primero que habríamos que hacer es ponernos en paz con las experiencias que hemos vivido, entendiendo que generar expectativas con los demás, así como depender de otros para ser feliz o no confiar en la grandeza que llevamos dentro para crearnos la realidad que queremos, solo nos trae dolor, confusión y desilusión.

Tendríamos, además, que empezar a ver que todo lo que vivimos es porque hay algo ahí que entender acerca de nosotros, y muchas veces el mayor aprendizaje de una experiencia esta en aprender que hay que dejar de esperar de la vida y empezar a amarnos más para poder amar mas, en darnos paciencia y comprensión, en ser más dulces y compasivos con nosotros mismos, en dejar de criticarnos y exigirnos de más, en gozar lo que tenemos y permitirnos entusiasmar con las cosas desconocidas, como el uso de nuestra mente, por ejemplo, que la naturaleza nos ha dado todo para ser felices.

Al estar contentos (y con contentos nos referimos a un estado de crecimiento, descubrimiento y plenitud, y no a la felicidad pasajera la cual se busca por la aburrición de repetir actitudes y patrones mentales), segregamos una serie de "liquidos" y electricidad en nuestro cerebro, el cual puede producir y elaborar cualquier medicina que el cuerpo necesite, además de que los estados de felicidad y gozo profundo activan los procesos de rejuvenecimiento del cuerpo, llenandolo de energia, vida y salud.

Como se ha demostrado científicamente que la mente puede hacer cambios efectivos y a corto plazo en el cuerpo es algo difícil de probar:
 los estudios estadísticos o fisiológicos que traten de demostrar alguna correlación entre las creencias de una persona y su estado de salud tienen muchos prejuicios que dejar atrás.

Reprograma tu mente para sanar tu cuerpo.

1. Creer es crear

"Yo hablo con mis píldoras", afirma Dan Moerman, antropólogo de la Universidad de Michigan-Dearborn; "Les digo: Vamos, chicas, sé que harán un trabajo magnífico."

El efecto placebo es parte de casi cualquier documentación seria sobre los efectos de una droga. ¿Pero qué pasaría si este efecto no fuera producto de un discurso externo sino de una creencia interna, subjetiva? Creer en el tratamiento que utilizas, no importa si es médico o de otro tipo, crea a su vez las condiciones para que el cuerpo lo reciba. Este efecto se ha comprobado en casos de depresión, Parkinson, osteoartritis y esclerosis múltiple.

El efecto placebo no es una sugestión selectiva, sino simplemente mantener una "actitud curativa": creer que te estás curando puede liberar analgésicos naturales y alterar patrones neuronales negativos enseñándolos a tranquilizarse, disminuyendo la presión sanguínea y activando la respuesta del sistema inmunológico.

 2. Piensa positivo

Sabemos que el optimismo es algo que nuestros tiempos cínicos y desencantados de todo pasan por alto muchas veces; el problema (o la solución, según el punto de vista) es que ser realista puede ser malo para la salud.

Los optimistas se recuperan mejor de operaciones clínicas del corazón, tienen un mejor sistema inmunológico y viven más. Es por eso que los médicos recomiendan algún tipo de terapia psicológica a pacientes con cáncer, pues la actitud del paciente respecto al tratamiento puede mejorar considerablemente sus probabilidades de sanar.

Pensar positivo no solamente te relaja y reduce el estrés, sino que el cuerpo podría beneficiarse de ese optimismo. Una buena actitud disminuye el nivel de cortisol, la hormona del estrés, además de reducir la susceptibilidad a nuevas enfermedades. Básicamente, si piensas positivo, estás autorizando a tu cuerpo para curarse a sí mismo.

3. Confía en la gente

Cuando hablamos de actitud positiva no lo hacemos solamente en lo referente a ti mismo, sino también en tu trato con los demás. Resulta que la soledad (o la percepción de soledad) incrementa el riesgo de sufrir ataques cardiacos, demencia y depresión. Por otro lado, la gente que está contenta con su vida social tiende a dormir mejor, envejece más lentamente y responde mejor a las vacunas. Médicos como John Cacioppo, de la Universidad de Chicago, afirman que curar la soledad es tan bueno para la salud como dejar de fumar.

Cacioppo ha dedicado muchos años a estudiar los efectos de la soledad en las personas. Su descubrimiento puede reducirse a que la gente que tiene vidas sociales cálidas y relaciones significativas se enferma menos y vive más; esto se explica porque la gente que está en contacto con otras personas tiende a cuidar más de sí misma, mientras los solitarios crónicos se olvidan de sí.

Cacioppo cree que cuando nos encontramos aislados por mucho tiempo (o si nuestro estilo de vida es de considerable aislamiento), nuestro sistema nervioso se comporta como si estuviera herido, activándose para curar heridas y luchar contra infecciones que no existen. Paradójicamente, aunque el contacto con otras personas pudiera hacernos susceptibles al contagio de bacterias, nuestro sistema inmune aprende a activarse con más velocidad si tenemos una vida social rica, tal vez porque sabe que estamos más expuestos a contraer enfermedades en compañía de otros.

Un detalle interesante es que no importa cuántos contactos tengas en Facebook sino cómo te percibes a ti mismo(a): la gente solitaria no vive en la punta de una montaña o en medio del bosque, sino que se siente solitaria por ver al resto de la gente como una amenaza potencial. Un estudio de 2010 afirma que atacar esa actitud de soledad percibida puede ser más útil para la gente sola que, digamos, invitarlos a una fiesta o enseñarles habilidades de socialización.

¿Es lo mismo ser solitario que ser introvertido?

4. Medita

Monjes de todas las religiones han dedicado gran parte de su vida a meditar y existe evidencia de que esta práctica ayuda a mejorar la respuesta del sistema inmune, protege contra las recaídas en la depresión, disminuye la velocidad del avance del VIH e incluso suaviza la piel, debido a una mejor oxigenación del cuerpo.

La gente que medita tiene niveles más bajos de cortisol y lidia mejor con el estrés, debido probablemente a los cambios que experimentan en la amígdala, el área del cerebro que procesa el miedo y la respuesta a las amenazas. De hecho, la meditación trascendental puede ayudar a revertir el estrés postraumático en refugiados de guerra.

Pero si crees que tu vida es demasiado ocupada y complicada como para irte tres meses a un Vipassana, algunos médicos creen que la intención puede generar más milagros que un costoso retiro en las montañas: dedicar unos minutos a meditar en medio de tus ocupaciones puede tener efectos estructurales en el cerebro incluso 11 horas después de practicar.

5. Autohipnosis

Peter Whorwell es un médico de la Universidad de Manchester que ha tratado toda su vida de construir un cuerpo de evidencia suficientemente relevante para que se admita la hipnosis como diagnóstico en el caso de pacientes con inflamación en el recubrimiento intestinal. El método de Whorwell es poco ortodoxo, pero parece funcionar.

Primero crea una imagen mental del funcionamiento de los intestinos que sus pacientes puedan comprender, y luego los hace utilizar sensaciones visuales o táctiles (como el calor o la sensación sinestéstica del propio cuerpo) para imaginar cómo sería el funcionamiento "normal" o sano del cuerpo. Según Whorwell, quien entró a estudiar hipnosis debido a que muchos de sus pacientes se veían decepcionados por la profesión médica, esta imagen de la salud parece producir la salud misma. Su trabajo ha hecho que el síndrome de inflamación en el recubrimiento intestinal sea la única enfermedad para la que el Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica de Gran Bretaña prescribe la hipnosis.

El problema de la credibilidad de la hipnosis es que nadie sabe cómo funciona -por otro lado, muchos de nosotros no sabemos cómo funciona un automóvil o una computadora por dentro, pero aún así somos capaces de usarlos-. En realidad, la única razón de peso para no experimentar algún tipo de opción que pudiera mejorar tu salud es no creer en ella. Un segundo problema de la hipnosis es que la falta de evidencias científicas de sus métodos y logros hace difícil regular la profesión, por lo que encontrar un buen hipnotista puede ser una fuente de estrés en sí misma...

6. Conoce tu propósito

Conocer el propósito de nuestra vida y vivirla de acuerdo a él puede ser una experiencia equivalente a volver a nacer. Viktor Frankl probablemente sea uno de los sobrevivientes de un campo de concentración más famosos de la Segunda Guerra Mundial; en su libro El hombre en busca de sentido, Frankl detalla cómo aquellos prisioneros que tenían algo por qué vivir podían mantener la buena actitud y soportar sufrimientos atroces, mientras los que se dan por vencidos frente a las circunstancias tienen más probabilidades de ser derrotados por ellas. Primo Levi, otro famoso sobreviviente de un campo de concentración, afirmó algo similar en Si esto es un hombre.

Según los médicos, en un estudio con 50 pacientes de cáncer en estado avanzado, aquellos con mayor "fe espiritual" respondieron mejor a la quimioterapia y vivieron por más tiempo. De los primeros, más de 40% estaban aún vivos luego de tres años, en comparación con menos del 10% de los que vivían con "poca fe".

Mucha gente encuentra un "propósito" en la religión: rezar y asistir a la iglesia es algo que, en sí mismo, puede hacer sentir mejor a la gente. Esto puede deberse a la intervención divina o al efecto placebo; en cualquier caso, las emociones positivas asociadas a la espiritualidad promueven respuestas fisiológicas positivas. "Mente sana en cuerpo sano" puede no ser un vago eslógan de gimnasio, sino la relación fructífera y sana entre elementos del ser que, en realidad, están separados artificialmente por el pensamiento dicotómico pero son inseparables uno de otro.🙏

Publicado por EVERTH THENANSHED,  1er Oficial de la Federación Galáctica de planetas libres.

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