La nuestra no es una visita “oficial”, no estamos aquí abiertamente para tener un contacto e intercambio con ustedes. Desde luego, podríamos entrar en contacto con los hombres y las organizaciones científicas y corregir sus errores, darles clase y enseñarles lo que no saben. Pero ese no es el fin del contacto, ellos deben seguir trabajando y avanzar en todas las diferentes materias de las disciplinas científicas. Ellos, con los políticos y sus guías religiosos, son quienes dirigen los pasos de la humanidad.
Hablar con ellos sería provocar un choque frontal de todo y, además, tendrían entonces que hacer lo que nosotros les dijéramos. En el caso de los científicos sería más fácil, pues una vez identificados, automáticamente se someterían a los cambios de rumbo en las investigaciones y serían alumnos deseosos de aprender, pero sin esfuerzo no hay mérito y es necesario que lleguen a una meta por su propio trabajo antes de recibir nuestra ayuda. Si no fueran tan orgullosos, con un poco de humildad ya estarían buscando toda la información que indirectamente les hemos pasado para guiarse, para complementar sus teorías y para hacer esfuerzos más productivos en sus investigaciones.
Por lo que respecta a los políticos, sus intereses y su materialismo los enfrentaría a nosotros. ¿A quién deberíamos ayudar a derrocar para terminar con las contiendas de intereses que se convierten en cruentas guerras que no son más que asesinatos en masa? ¿Quién de todos tiene autoridad moral para considerarlo nuestro aliado? Sería suficiente que nos mostráramos abiertamente en un lugar para provocar reacciones negativas en los demás.
La ignorancia y los intereses provocarían desórdenes y levantamientos pidiendo nuestra intervención, nuestro control por la fuerza. Una vez que quisiéramos ayudar a unos, los otros, los de los intereses encontrados, nos considerarían sus enemigos y nos declararían la guerra. ¿Sería justo que nos viéramos en la necesidad de destruirlos por nuestra salud?
Nosotros somos seres similares a ustedes físicamente, nuestra evolución espiritual es superior, pero nuestros cuerpos, nuestros vehículos de evolución en este plano, son tan sensibles y tan frágiles como los de ustedes. La diferencia física se debe sólo a nuestro sistema de vida, a nuestra alimentación y a nuestras costumbres.
En nuestro planeta vivimos en forma similar a ustedes. Tenemos la organización adecuada y las instituciones para el gobierno, educación y producción que es fácil imaginar que necesitamos, de acuerdo con nuestra civilización, tecnología y evolución.
Vivimos en armonía con nuestros hermanos y nuestra misión aquí no es de conquista ni sometimiento; si así fuera, ya lo hubiéramos hecho, tenemos los medios para lograrlo fácilmente, pero no es ese el motivo de nuestra presencia aquí en tu planeta.
¿Crees justo que arriesguemos nuestra vida, permitiendo que uno de tus hermanos por su ignorancia, subdesarrollo y fanatismo, nos pueda dañar físicamente e incluso ocasionar nuestra muerte prematura, y todo por no entender que estamos tratando de ayudarles? ¿O crees que deberíamos someterlos por la fuerza, salvajemente, causando pánico y destrucción para poder ayudarles? No, eso es precisamente lo que hacen ustedes, pero nosotros no.
Lo que tratamos de evitar es la destrucción masiva, el dolor y la desesperación que ustedes mismos están a punto de causarse en forma generalizada.
En el aspecto religioso, esta humanidad se inclina con facilidad hacia el fanatismo irracional. ¿A quién deberíamos acudir? ¿A cuál de las religiones que profesan debemos apoyar? Todas tienen un fondo espiritual de verdad, pero una organización retrógrada, humanamente materialista y con tendencia al fanatismo. Están apoyadas en intereses, tradiciones y ritos, y sus dirigentes no enseñan a sus fieles a utilizar su inteligencia para comprender la voz de su conciencia espiritual.
Al principio, por su sorpresa y la novedad, quizá nos escucharían, pero pronto el fanatismo, la ceguera intelectual y los interese materiales se impondrían, y se haría un caos. Todos tendrían motivos para solicitar, primero, y de exigir, después, nuestro apoyo e intervención directa.
Los poderosos, política y económicamente, tratarían de imponerse por todos los medios a su alcance al ver en peligro sus intereses, ya que al oír hablar de igualdad y amor, ellos sentirán que quedan fuera, pues se sienten superiores, y del amor sólo conocen el nombre. Si lo llamamos caridad, humildad o generosidad, lo aceptan como conceptos que pueden ser aplicados por ellos entre sus servidores. Son los que otorgan, conceden y autorizan, pero, ¿compartir?, ¿dar sin esperar nada a cambio? Eso está fuera de lo que ellos mismos se permiten comprender.
¿Comprendes ahora por qué necesitamos hacerlo a través de ustedes mismos? Es necesario hacer un trabajo de concienciación progresiva, que se lo informen entre ustedes mismos y que poco a poco lo puedan comprender.
LA RESPUESTA – Pablo E. Hawnser
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