En primer lugar, quiero dar las gracias a mi equipo de dedicados abogados y a otras personas por su incansable labor de defensa de la justicia y de la verdad.
Mi más profundo agradecimiento también a todos los senadores y miembros del Congreso de los Estados Unidos que defendieron con orgullo la Constitución que todos veneramos y los sagrados principios jurÃdicos que constituyen el núcleo de nuestro paÃs.
Nuestra preciada República Constitucional se fundó en el imperio imparcial de la ley, la salvaguarda indispensable de nuestras libertades, nuestros derechos y nuestras libertades.
Es un triste comentario sobre nuestro tiempo que un partido polÃtico en Estados Unidos tenga vÃa libre para denigrar el Estado de Derecho, difamar a las fuerzas del orden, animar a las turbas, disculpar a los alborotadores y transformar la justicia en una herramienta de venganza polÃtica, y perseguir, poner en una lista negra, cancelar y suprimir a todas las personas y puntos de vista con los que o con los que no están de acuerdo. Siempre he sido, y siempre seré, un defensor del firme imperio de la ley, de los héroes de las fuerzas del orden y del derecho de los estadounidenses a debatir pacÃficamente y con honor las cuestiones del dÃa sin malicia y sin odio.
Esta ha sido otra fase de la mayor caza de brujas de la historia de nuestro paÃs. Ningún presidente ha pasado por algo asÃ. Y continúa porque nuestros adversarios no pueden olvidar a los casi 75 millones de personas, la cifra más alta de la historia para un presidente en funciones, que nos votaron hace apenas unos meses.
También quiero transmitir mi gratitud a los millones de ciudadanos decentes, trabajadores, respetuosos de la ley y amantes de Dios y del paÃs que han apoyado valientemente estos importantes principios en estos tiempos tan difÃciles y desafiantes.
Nuestro histórico, patriótico y bello movimiento para hacer a América grande de nuevo no ha hecho más que empezar. En los próximos meses tengo mucho que compartir con ustedes, y espero continuar nuestro increÃble viaje juntos para lograr la grandeza americana para todo nuestro pueblo. Nunca ha habido nada igual.
Tenemos mucho trabajo por delante y pronto saldremos con una visión de un futuro americano brillante, radiante y sin lÃmites.
Juntos no hay nada que no podamos lograr.
Seguimos siendo un Pueblo, una familia y una gloriosa nación bajo Dios, y es nuestra responsabilidad preservar esta magnÃfica herencia para nuestros hijos y para las generaciones de estadounidenses que vendrán.
Que Dios bendiga a todos, y que Dios bendiga por siempre a los Estados Unidos de América.

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