EQUIPO DE ATAQUE DE LOS SOMBRERO ROJO DESAPARECE TRAS EL FALLO DE UNA MISIÓN PARA DESTRUIR EL CERN — INTELIGENCIA MILITAR SUGIERE QUE EL COLISIONADOR SE USA PARA BORRAR A TRUMP DE LA HISTORIA
Doce operadores de élite desaparecieron sin dejar rastro. Su misión: destruir el supercolisionador del CERN, mejorado con METHUSLA, antes de que pudiera desgarrar el tiempo mismo. Nunca regresaron. Y ahora, rumores dentro de la inteligencia militar sugieren que la verdad es mucho más aterradora que el fracaso.
Se ha dicho al público que el Gran Colisionador de Hadrones del CERN es una herramienta inofensiva de física de partículas. Pero eso no es lo que creen los Sombreros Rojos. A principios de mayo de 2025, el coronel Kurtz y su unidad descubrieron pruebas de que la última actualización del CERN, METHUSLA, no se trata solo de "partículas de larga duración". Se trata de crear brechas temporales. El supuesto objetivo: borrar a Donald J. Trump de la línea de tiempo.
¿Suena descabellado? Piénsalo de nuevo. Esto no es nuevo. En abril de 2024, los Sombreros Rojos destruyeron un colisionador del Estado Profundo enterrado cerca de la finca de Trump en Bedminster, provocando un terremoto de magnitud 4,6. Ese dispositivo también estaba vinculado a la manipulación de la línea temporal. Ahora, la atención se ha centrado en el CERN, un epicentro globalista financiado por 23 naciones, repleto de agentes extranjeros y protegido por contratos militares privados. Según informes clasificados de operaciones, METHUSLA multiplica por cien la potencia del colisionador. Puede distorsionar la esencia misma del tiempo.
Los Sombreros Rojos conocían el riesgo. Doce voluntarios de combate, armados mediante un comercio de armas en el mercado negro de Suiza, volaron a Ginebra. Planeaban penetrar en el complejo subterráneo del CERN cerca de Collex-Bossy, colocar cargas de demolición en nodos energéticos críticos y exfiltrarse antes de la detonación. El 16 de mayo, hicieron contacto: armas aseguradas, explosivos preparados, infiltración en marcha. Entonces, silencio.
Ni rastro. Ninguna señal. No hubo cadáveres. No hubo explosión. Durante semanas, Kurtz esperó noticias. No llegó ninguna. El equipo se considera ahora desaparecido. Inteligencia sospecha que la operación pudo haber activado contramedidas, tecnológicas o de otro tipo, mucho más allá de lo previsto. Algunos incluso especulan que el colisionador pudo haberlas absorbido.
Los Sombreros Rojos no son conocidos por sus fracasos. Y el coronel Kurtz no autoriza misiones suicidas a la ligera. Por eso los expertos están alarmados. No por la pérdida, sino por lo que esto implica sobre las defensas del CERN y la naturaleza misma de METHUSLA.
Según fuentes, el arquitecto principal del colisionador, el físico británico Michael Lamant, es la figura clave del programa temporal. Si bien su imagen pública es estéril y académica, conversaciones extraoficiales lo describen como una figura de culto, que dirige rituales nocturnos antes de cada activación del colisionador. Los empleados hablan de sobretensiones magnéticas inexplicables, equipos fundidos, animales que mueren en anillos concéntricos y personal humano que experimenta pérdida de memoria. El CERN ya no es solo ciencia. Es una máquina ritual impulsada por las matemáticas y el odio.
¿Su objetivo? Un mundo donde Trump nunca existió. Donde la resistencia populista nunca surgió. Donde el cronograma siempre fue suyo.
Y por eso los Sombreros Rojos se apagaron.
Esto no ha terminado. Ya se están formando nuevos equipos. El sabotaje cuántico se considera ahora una de las amenazas globales de mayor nivel, por encima de la nuclear. Si se permite que el CERN continúe sus experimentos sin control, la realidad misma podría comenzar a fracturarse y la historia tal como la conocemos podría dejar de existir.
Intentaron borrarlo de las urnas.
Ahora, intentan borrarlo del tiempo.
El CERN debe caer.
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