PRUEBAS DESCUBIERTAS: LA DISTORSIÓN DEL ORO DE 1 BILLÓN DE DÓLARES
CÓMO UNA CONGELACIÓN CONTABLE DE 1973 OCULTÓ UNA PALANCA DE REINICIO A LA VISTA
Los Estados Unidos poseen la mayor reserva oficial de oro de la Tierra: 261,5 millones de onzas. Sin embargo, en los balances gubernamentales, ese oro todavía se valora en solo 42,22 dólares por onza, un precio fijado en 1973 cuando EE. UU. separó el dólar del oro.
En papel, esto hace que el oro de Estados Unidos valga aproximadamente 11.000 millones de dólares.
A los precios actuales del mercado, por encima de los 4.500 dólares por onza, el valor real supera el billón de dólares.
Esta diferencia no es un descuido. Es una congelación contable deliberada. Y representa una de las herramientas de liquidez no utilizadas más poderosas de la historia financiera moderna.
Esto es lo que muchos llaman el valor del "oro fantasma": riqueza real que existe físicamente pero que se excluye intencionalmente de los cálculos financieros oficiales. Al mantener el precio del oro como si el tiempo se hubiera detenido en 1973, el Tesoro conserva una reserva oculta en el balance que se puede activar sin emitir nueva deuda o imprimir nuevo dinero.
Para entender por qué esto es importante, considere las alternativas.
La flexibilización cuantitativa inyecta liquidez creando moneda y comprando activos, aumentando la deuda y erosionando el poder adquisitivo. La emisión de bonos aumenta los pasivos. Ambos son políticamente explosivos y económicamente desestabilizadores a la escala actual. Con la deuda de EE. UU. superando los 37 billones de dólares y los costos de interés en aumento, las herramientas tradicionales se están volviendo inutilizables.
Revalorizar el oro cambia la ecuación.
Si el Tesoro ajustara el precio oficial del oro para reflejar la realidad del mercado, más de un billón de dólares en capacidad de balance aparecerían instantáneamente. Esa liquidez podría desplegarse sin el Congreso, sin nueva deuda o sin flexibilización cuantitativa. Esto no es teórico. Una versión más pequeña de este mecanismo se utilizó a principios de la década de 1970 durante una reestructuración monetaria anterior.
Las implicaciones de mercado serían inmediatas.
El oro se revaluaría más alto, validando su papel como ancla monetaria. El dólar se debilitaría a medida que se hiciera inevitable la admisión: la credibilidad de la moneda fiduciaria tiene límites. Los activos de riesgo se dispararían a medida que la liquidez fluyera sin la emisión de deuda. Los activos de escasez digital como Bitcoin seguirían, no como competidores del oro, sino como confirmación de que la confianza se ha desplazado de la creación ilimitada de moneda.
Esta es la verdad más profunda que la mayoría de las discusiones evitan.
Los sistemas fiduciarios no se conservan. Se gestionan. Las elecciones contables, no las leyes de la naturaleza, determinan lo que se reconoce y lo que se oculta. Al congelar el valor del oro durante décadas, EE. UU. mantuvo la flexibilidad al tiempo que proyectaba estabilidad. Pero la flexibilidad tiene dos caras.
La mayoría de las naciones marcan el oro a su valor de mercado. EE. UU. no lo hace, porque la distorsión en sí misma es un mecanismo de control. Una vez corregida, la ilusión termina.
El oro sube primero porque se revalúa directamente. El bitcoin sube después porque refleja la pérdida de confianza en la discreción fiduciaria. Juntos, exponen la misma realidad: la escasez está volviendo como fundamento del valor.
Esto no es una cuestión de ideología. Es una cuestión de aritmética.
Un billón de dólares ha estado en los libros, sin reconocerse, esperando detrás de un número que no ha cambiado desde 1973. Cuando ese número se mueva, el reinicio no necesitará ser anunciado.
Ya estará en marcha.
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