Independencia Cataluña: “Podría ser
una de las grandes revoluciones democráticas del sur de Europa”
¿Cómo se
consolidó la base independentista en Cataluña? ¿Cuáles serán los pasos
concretos que pretenden dar los catalanes para desconectarse del Estado
Español? Quim Arrufat, exparlamentario de la CUP, una de las dos fuerzas que
empujan el carro de la independencia catalana, explica cómo se está
desarrollando este inédito proceso político.
Municipalista,
asambleario, socialista, independentista y feminista.
Así se define el proyecto de laCandidatura
d’Unitat Popular (CUP) – Crida Constituent (CC),
una de las dos coaliciones que impulsan el proceso independentista de Cataluña.
A caballo entre los movimientos sociales y la representación institucional, la
CUP entró al Parlamento catalán en 2012. Tras las elecciones de 2015, sumó
esfuerzos conJunts pel
Sí (JxS), que acoge bajo las mismas siglas a los liberales y a la
centroizquierda, para acordar una hoja de ruta que lleve a los catalanes y
catalanas a la independencia en un plazo de 18 meses. Eso, en medio de la reiterada
negativa del Estado Español a convocar un referéndum para que sea el pueblo catalán
quien decida sobre la permanencia o no dentro sus fronteras.
Para
conocer los avances y desafíos de la legislatura que hace pocas semanas empezó en
Cataluña, El Ciudadano conversó con el ex
diputado en el Parlamento catalán de la CUP-CC Quim Arrufat.
La base independentista en Cataluña creció exponencialmente en
los últimos años. ¿Qué factores influyeron en dicho aumento?
La
explicación más sistémica que le damos desde la CUP es que desde hace más de 10
años, antes de la crisis económica, social y política que estalló en el Estado
Español, empezó a darse un proceso de recentralización de las funciones
autonómicas que se tradujeron en un progresivo recorte de la capacidad de
autogobierno. Esto afectó directamente al reparto de derechos sociales,
inversiones públicas y garantías democrática.
La
autonomía catalana [situación actual dentro de España y distinta a la reclamada
independencia] dejó de tener sentido hace cuatro o cinco años, cuando estalló
la crisis económica y social, la deuda de Troika, los recortes y la
recentralización política e institucional del Estado Español y perdió su
capacidad legislativa y presupuestaria. Esto desencadenó una reacción
independentista entendida como una opción de soberanía política y democrática
para instaurar un marco político propio en forma de Estado o de República
independiente, que facilite que los catalanes sean los que decidan sobre su
propio futuro en todos los ámbitos. Por eso, el independentismo pasó de ser una
posición política defendida por un 15-20% de la población a alcanzar alrededor
del 50-55%.
"En 18 meses debatiremos leyes que en
realidad no son de un parlamento regional, sino de un parlamento soberano"
¿Qué tan importante ha sido el rol de la sociedad civil en este
proceso?
Para
explicar esto hay que retroceder unos años atrás para recordar las
manifestaciones masivas a favor de la independencia que desde 2010 han sacado a
la calle entre 1 y 2 millones de personas; las consultas ciudadanas organizadas
desde el movimiento independentista, entre 2009 y 2011, en más de 550
municipios; y en 2014, la consulta no vinculante sobre la independencia
acordada por 2/3 del Parlamento y que el Estado Español no reconoció. No sólo
eso, sino que además la persiguió y amenazó con la suspensión de la autonomía
si se llevaba a cabo. Aún así, más de 2.300.000 personas votaron para demostrar
la voluntad democrática de un pueblo.
Tras
el rechazo sistemático del Gobierno español para celebrar un referéndum, se
convocaron las elecciones del pasado mes de septiembre como unos comicios
plebiscitarios. Se pidió a la gente que se expresara en torno al ‘Sí’ o al
‘No’. En la bancada del ‘Sí’ había dos formaciones políticas, JxS y la CUP, que
juntas sumaron 72 de los 135 diputados. La mayoría fue suficiente para empezar
a construir las estructuras de la nueva República durante la nueva legislatura,
que tiene un plazo muy concreto: 18 meses.
Precisamente en las últimas elecciones parlamentarias la CUP
pasó de los 3 diputados conseguidos en 2012 a los 10 alcanzados el pasado mes
de septiembre de 2015. ¿Cómo se dio ese salto?
La
CUP optó por el municipalismo popular para empezar el trabajo político desde
los barrios y desde los municipios. Creció lentamente hasta que se dio la
crisis social y política que revolucionó la sociedad, la activó políticamente y
hundió los viejos partidos. Esto aceleró su crecimiento hasta el punto que
decidió aprovechar la oportunidad de cambio político para presentarse por
primera vez a las elecciones del Parlamento catalán en 2012, cuando obtuvo sus
tres primeros diputados.
Gracias
a la activación de la ciudadanía, se produjo un crecimiento de la popularidad
de la CUP que reprodujo en el conjunto de los movimientos sociales en
torno a la defensa de los derechos sociales, de otro tipo de economía y,
sobretodo, de la recuperación de la democracia.
Los resultados de las últimas elecciones al Parlamento catalán
permitieron formar un Gobierno claramente independentista a partir de los 72
diputados que sumaron JxS y la CUP. ¿Cómo calzan dos formaciones
ideológicamente tan antagónicas para desplegar la hoja de ruta acordada?
Es
una situación muy sui
generis y sólo esto
explica que la CUP pueda dar su apoyo desde afuera, totalmente condicionado a
que realmente en 18 meses el Ejecutivo catalán saque adelante los acuerdos en
torno a la preparación legislativa de la nueva República.
Hacia la desconexión
¿Qué pasará durante estos 18 meses?
Lo
que haremos durante este período es diseñar las leyes de Hacienda propia,
Régimen Jurídico, Protección Social y Proceso Constituyente. Utilizaremos los
18 meses para debatir, en el marco del parlamento autonómico, leyes que en
realidad no son de un parlamento regional, sino de un parlamento soberano.
El
debate y la redacción no los puede suspender el Estado Español, sería un golpe
de estado contra los representantes electos del pueblo catalán. Las aprobaremos
todas de una el último día, 24 horas antes de convocar elecciones
constituyentes. Este será el primer gran acto de desobediencia institucional en
que el Parlamento aprobará unas leyes propias de una República libre y no de
una región española.
Posteriormente
convocaremos a la ciudadanía a unas elecciones constituyentes, para elegir a
los representantes de la Asamblea Constituyente. Ésta dispondrá de un año para
redactar la nueva Carta Magna, que posteriormente será sometida a un referéndum
constitucional.
En
este punto, el Estado Español tendrá que decidir si se impone y anula las
instituciones catalanas y todos los actos votados en el último pleno –a pesar
de que la población los haya votado y refrendado en varias ocasiones– o
si se aviene a negociar y entiende que el proceso catalán no es un antojo
temporal sino un proyecto propositivo, de construcción de una República justa.
¿Y si en el referéndum constitucional, que sería el último paso
del proceso, gana el ‘No’?
Sería
un fracaso, una desilusión muy grande, pero sería democrático. El juego
democrático tiene eso, se puede perder. Si la gente en un momento determinado
dice ‘No’, pues es lo que la gente quiere. Este proceso sólo se aguanta por la
gente.
Es un proceso complejo para 18 meses.
Puede
parecer muy raro porque es una vía que nadie ha iniciado nunca antes y a veces
nos encontramos que cuesta mucho que se entienda en el extranjero. No es un
pacto de Gobierno normal, ni una legislatura normal. Pero la situación en la
que vive Cataluña en términos democráticos tampoco es normal. Hay una mayoría
social y política que apuesta por la independencia y hay otra, aún mas mayoritaria,
que incluye no independentistas, que está favor del derecho a decidir de un
referéndum de independencia, como se hizo en Escocia o en Quebec.
"La
anormalidad de la situación es que el Estado español niega por activa y por
pasiva la posibilidad de celebrar el referéndum"
La
anormalidad de la situación es que el Estado español niega por activa y por
pasiva la posibilidad de celebrar el referéndum. Sin embargo, no todas las
formaciones del Estado rechazan esta opción. Podemos e Izquierda Unida, una
coalición en torno al Partido Comunista de España (PCE), exigen y han reclamado
un referéndum para Cataluña, pero son minoría.
En la declaración de inicio del proceso de independencia, que
firmaron tanto JxS como la CUP, se explicitó el “no supeditarse a las decisiones
de las instituciones del Estado Español”, en particular del Tribunal
Constitucional. ¿Cómo se llevará a cabo en la práctica esta desobediencia?
Será
imprescindible la presión de la ciudadanía. Detrás de esto no hay ni Rusia ni
Estados Unidos, no somos una potencia, ni tenemos oro ni petróleo. Lo único que
tenemos es la gente. No hay que desobedecer sin orden y provocando situaciones
de confusión o de desgobierno. Básicamente hay que sumar fuerzas democráticas
para poder proclamar la independencia con una mayoría democrática avalada por
las urnas en torno a una Constitución.
Después
de eso habrá que trasladar el conflicto entre Catalunya y el Estado Español al
ámbito internacional. Tendremos que preguntar, tanto a nivel europeo como a
nivel mundial, quién quiere reconocer el proceso. La vía será la apelación
internacional con unos resultados avalados y consultados, para que fuercen al
Estado Español a reconocer la independencia y el derecho a decidir.
A
partir de la proclamación de la independencia, las instituciones catalanas
tendrán que empezar a operar como una república independiente, con
funcionariado propio, presupuestos propios, etc. Eso, mientras el conflicto con
el Estado esté vigente, tendrá que hacerse apelando a algún tipo de crédito
internacional que permita negociar el proceso de separación con España.
Proceso Constituyente
Cataluña y Chile tienen en común que este 2016 impulsan un
proceso Constituyente. En el caso chileno, para deshacerse de la Constitución
de 1980, redactada en tiempos de la dictadura. En el caso catalán, para
elaborar su primera Constitución democrática. ¿Cómo se piensa desde la CUP este
proceso constituyente?
El
proceso tendrá dos fases. La primera se inaugura en estos 18 meses, que es la
fase civil, no institucional, donde las organizaciones sociales, políticas,
sindicales, etc. tendrán que generar sus debates sobre el contenido de la nueva
Constitución.
La
segunda iniciará después de las elecciones constituyentes, y será la fase
institucional. Los representantes elegidos al Parlamento tendrán la misión de
recoger todo lo hablado en la sociedad, todos los documentos elaborados, para
redactar y acordar el texto de una nueva constitución en el plazo de un año.
"Tendremos que preguntar, tanto a nivel
europeo como a nivel mundial, quién quiere reconocer el proceso"
¿Piensan en algún modelo concreto?
En
América Latina nuestros referentes son los procesos de cambio político de
países como Ecuador, Bolivia o Venezuela, por haber intentado poner la riqueza
de un país al alcance de la gente, con sus errores y aciertos, y con toda la
diferencia cultural que existe entre nosotros.
Además
aportaremos ejemplos de otros procesos constituyentes, como los de Islandia o
Irlanda. Y ahora también estamos muy atentos a los primeros pasos del proceso
chileno.
Tendrá
que ser un texto de segunda o tercera generación, es decir, que incluya no sólo
las estructuras básicas del Estado, sino que también tendrá que contemplar una
carta de derechos sociales y democráticos. Hay que evitar que ciertos temas,
como el salario mínimo o las garantías laborales mínimas, sean sometidos al
debate político y a los cambios que decida el Gobierno de un determinado color.
¿Cómo puede influir la conformación del nuevo Gobierno español
al proceso que se vive en Cataluña?
En
Cataluña las mayorías se ensanchan o se reducen en función de lo que pasa en el
Estado Español. Hay una base independentista muy solida, pero también hay una
mayoría política que oscila en función de si en España hay gobiernos más
democráticos, abiertos y plurinacionales, o si son de derechas,
recentralizadores, protroika, antiurnas, etc.
Por
eso la importancia de las negociaciones que estos días se cocinan. Si lo que
sale es un gobierno del Partido Popular y Ciudadanos, la independencia de
Cataluña será imparable y el apoyo a la República crecerá mucho porque
aplicarán una serie de políticas en contra de los derechos sociales, laborales,
de la cultura, de la democracia, etc.
Proyección internacional
¿Como responsable del área de Relaciones Internacionales de su
formación, ha tenido ocasión de viajar por América Latina (Bolivia, Argentina,
Ecuador, Venezuela, Uruguay, etc.) para explicar el proceso catalán. ¿Cuál es
la mirada de esta experiencia desde la región latinoamericana?
Hay
una retórica elaborada que da una imagen muy deformada de lo que ocurre en
Cataluña. Por ejemplo, nos encontramos con el tópico de la insolidaridad
económica de la región más rica hacia el Estado. Es cierto que el PIB de
Cataluña es superior al de otras regiones de España, pero eso se da porque es
una región industrial y para que una región industrial genere muchos ingresos
necesita emplear a muchos trabajadores de forma precarizada. No es una cuestión
de rentas, ni de riquezas naturales, sino que es fruto del trabajo.
Otra
cuestión a desmentir es que el movimiento que impulsa el proceso es
conservador, nacionalista y hasta xenófobo. Cataluña tiene más gente inmigrada
que no nativa, porque en los últimos 50 años tuvo varias olas migratorias que
la convirtieron en una mezcla multicultural y multiétnica donde sería imposible
que un proyecto exclusivamente nacionalista tuviera éxito. Nunca sumaría
mayorías.
Junto
con eso, es de los pocos lugares de Europa que no tiene una extrema derecha ni
un racismo organizado, frente a una Europa donde no sólo hay gobiernos racistas
o de extrema derecha, como ocurre en Hungría o Polonia, sino que además en
muchos países, como en Francia, Holanda o Austria, tienen instaladas como
segundas o terceras fuerzas del parlamento a formaciones de extrema derecha.
¿Cómo explican desde la CUP el proceso independentista en el
exterior?
Defendemos
que en la base del movimiento soberanista hay la voluntad de construir una
República más democrática y social, para ensanchar los derechos a la ciudadanía
mediante un proceso radicalmente democrático y pacífico. La sociedad catalana
es profundamente pacifista, educada en el antimilitarismo, porque a lo largo de
su historia sufrió golpes de estado, dictaduras militares y fascismo.
Si
tiene éxito el proceso en Cataluña puede que se convierta en una de las grandes
revoluciones democráticas del sur de Europa y que provoque más cambios
democráticos en esta parte del continente.
Fuente: Meritxell Freixas - El
Ciudadano
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