Esta semana la prensa internacional se hacía eco de un análisis muy interesante de McKinsey Global Institute, analizando la masa de deuda acumulada globalmente.
Según dicho análisis, hemos superado los 200 billones de dólares.
¿Qué implica esto? La política de los bancos centrales de expandir la masa monetaria y bajar tipos de interés, la represión financiera, no ha reducido la deuda global, la ha aumentado en más de 60 billones desde 2008.
La falsa idea transmitida por muchos medios de que los bancos centrales reducen el riesgo creado por los malvados mercados se disipa.
El papel de bombero pirómano, que alimenta el fuego de la deuda para luego presentarse como el que lo va a apagar, claramente no funciona.
Ese mismo análisis llega a la conclusión de que el impacto sobre el crecimiento global ha sido un rotundo fracaso. Aumentar la deuda en 60 billones para un crecimiento de menos de 15 billones de dólares de PIB.
Y es que el camino inexorable hacia los tipos de interés reales negativos no es solamente una política centralizada y coordinada.
Está forzada con calzador desde unas entidades, los bancos centrales, que han usado todas las herramientas a su disposición y que, ante los resultados más que pobres, lo único que son capaces de hacer es aumentar o extender las mismas políticas.
No se critica una medida errónea, se multiplica. Más madera. Ya que bajar los tipos a cero no funciona, tipos reales negativos.
Cuando no funciona, se echa la culpa al sistema bancario. ¡No se prestan entre ellos! ¡El sistema está roto!… La culpa, vaya por Dios, no es del que baja los tipos a cero y hace infinanciable a la mayoría de sectores, ni el que esconde el verdadero coste del dinero manipulando su cantidad y precio… La culpa es del que no hace lo que la hoja de Excel del comité del politburó del banco central estimaba que iba a pasar.
Y es que el corazón del problema es de señales de precio.
No se corresponde un entorno de 0% de tipos de interés con una caída generalizada de la demanda de crédito y un nivel de inversión productiva real a mínimos de 1960.
El planificador central echa la culpa a las empresas, malvadas que no se lanzan a invertir. El resto del mundo se fija en la realidad, no en la que nos quieren hacer tragar como una píldora gigante.
No se corresponde un aumento de la masa monetaria global superior al crecimiento del PIB nominal en casi tres puntos anuales con el desplome de la velocidad del dinero -la cantidad de veces que una unidad monetaria circula en el sistema, es decir la medida de la actividad económica-.
En definitiva, los bancos centrales a través de una política concertada de expansión nos quieren pintar un mundo que el resto, familias y empresas, simplemente no ven. Porque lo que saben las empresas es que la llamada a lanzarse al precipicio con los ojos cerrados “porque no hay inflación” y que “los bancos centrales apoyan” simplemente no ocurre.
La política de tipos de interés reales negativos es lo que dice la palabra, una política, una decisión consciente de solucionar un problema de excesivo endeudamiento con más liquidez e incentivos para endeudarse. Solucionar obesidad global con más donuts.
Y ¿qué ocurre si se genera una crisis?
Al fin y al cabo no es ser agorero, en los últimos 100 años se han dado más de 145 crisis, coincidiendo precisamente con la época de mayor intervención por parte de los bancos centrales y los estados en aspectos monetarios.
El que piense que los bancos centrales van a evitar la próxima, o no mira a la historia o simplemente es uno de esos ingenuos que echan la culpa de todo a “las empresas” o “los mercados” y piensa que se evitará un ‘shock’ repitiendo exactamente lo mismo que se lleva haciendo desde hace 70 años.
Imaginen que se presenta otra gran crisis, ¿qué van a hacer los alquimistas de los bancos centrales? Permítanme pensar. Oh, esperen. Ya lo tengo. Bajar tipos y aumentar la masa monetaria. Seguro que funciona.
Ya veo a las empresas que no se han lanzado a gastar como locas con los tipos al 0% preparándose para invertir e invertir y no parar si bajan a -0,2%. Y a las familias, tirándose de cabeza a comprar porque lo diga un comité mientras les suben los impuestos. Seguro.
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