El Instituto celebró su décima conferencia anual esta semana; entre los conferenciantes se encontraban grandes ministros, retirados y en activo, del gobierno israelí.
Entre ellos estaba Ayelet Shaked, quien, en 2014, publicó en su perfil de Facebook un artículo genocida que especificaba con gran detalle que “todo el pueblo palestino es el enemigo”; que las madres palestinas deberían “ser enviadas al infierno”; y que los bebés palestinos son “pequeñas serpientes.”
En su discurso en la conferencia, Naftali Bennet, ministro de Educación y miembro del partido derechista Jewish Home, reiteró en su previa petición para la anexión de la Zona C, que compone un 60% de Cisjordania.
El informe anual del INSS, publicado recientemente, tiene mucho que decir sobre la guerra de Siria.
Uno de los autores del informe establece cómo piensa que debería ser allí la estrategia de Israel.
No es algo agradable de leer.
Como ya he mencionado en esta columna, aunque la estrategia israelí en Siria ha cambiado desde 2011, cambiando de puntos de vista según qué momento, el plan general parece haber sido la doctrina de “dejarles sangrar”.
En otras palabras; dejar que el estado de guerra civil continúe el mayor tiempo posible. Esto permite que Israel contribuya al deterioro del Estado y del gobierno sirio, mientras que también niega la victoria a sus oponentes armados.
El informe del INSS advierte de la continuación de esta misma estrategia, aunque expresado en una terminología bastante eufemística.
“Desde la perspectiva de Israel”, dicta, “lo mejor sería la desaparición el régimen de Assad, junto con la eliminación de Irán y Hezbollah de Siria por un lado, y por otro la derrota del Estado Islámico y el establecimiento de un régimen suní moderado en Siria.”
En esta línea está también el otro hallazgo principal del informe: las dos principales amenazas para la hegemonía regional de Israel son el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) y el grupo de resistencia libanés, Hezbollah.
El régimen sirio ha apoyado durante mucho tiempo la resistencia armada de Hezbollah contra la ocupación israelí, permitiendo el envío de armas iraníes a través de su territorio.
A esto se debió principalmente que Hezbollah se involucrase en la guerra de Siria: temían que su apoyo estratégico clave fuese eliminado por la oposición armada, dominada por extremistas sectarios.
Hezbollah es un grupo chia. Los rebeldes armados de Siria suelen realizar ataques sectarios escalofriantes contra los chiíes; una vez el líder Zahran Alloush, respaldado por Arabia Saudí, prometió “limpiar” Damasco de todos los “sucios rafiditas” (un nombre sectario contra los chiíes).
En este contexto, la referencia del informe a una esperanza israelí por un “régimen suní moderado” es tremendamente hipócrita.
Aunque no nombra los grupos armados a los que Israel apoya en Siria, es obvio que sólo son grupos como aquellos una vez controlados por Alloush, respaldados por Occidente e Israel.
Como clarifica el informe: “este modelo [de régimen sunní] se ha materializado de forma limitada en los Altos del Golán, donde los rebeldes suníes moderados han logrado combatir tanto al régimen de Assad como al Estado Islámico.”
Claramente, se refieren al grupo conocido formalmente como Jabhat Al-Nusra, el afiliado de Al-Qaeda en Siria. Nusra se renombró el año pasado como Jabhat Fateh Al-Sham, en un intento puramente cosmético de distanciarse del grupo extremista. Como ya he dicho antes en esta columna, los “rebeldes suníes moderados” a los que ayuda Israel en los Altos del Golán incluyen a este grupo vinculado a Al-Qaeda.
En otra parte del informe, se expresa la esperanza de que Jabhat Fateh Al-Sham “proporcione una base para la coordinación” entre los grupos rebeldes armados.
“La cuestión es qué papel jugarán las organizaciones yihadistas en un futuro acuerdo”, reflexiona.
Ha sido un objetivo estratégico a largo plazo de Israel dividir Siria en mini Estados antagonistas y sectarios.
Como tal, la guerra en Siria, con la perspectiva (aunque remota) de la ruptura del país, ha sido un sueño hecho realidad para los dirigentes israelíes. Por lo tanto, no hay duda de que el cínico romance con Al-Qaeda en Siria está en curso.
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