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15 de julio de 2017

EL LIBRO DE URANTIA - El Poder Infinito de Dios

 

Todos los universos saben que «el Señor Dios Todopoderoso reina». Los asuntos de este mundo y de otros mundos están divinamente supervisados. «Él obra según su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra». Es eternamente cierto, «no hay poder sino el de Dios».
 Dentro de los límites de lo que es consecuente con la naturaleza divina, es literalmente cierto que «con Dios todas las cosas son posibles». El lento y prolongado proceso de pueblos, planetas y universos está bajo el perfecto control de los creadores y administradores universales y se desarrolla de acuerdo con el eterno propósito del Padre Universal, procediendo en armonía y orden y en conformidad con el omnisapiente plan de Dios. Sólo existe un único legislador. Él sostiene los mundos en el espacio y hace girar los universos en torno al infinito círculo del circuito eterno.
 De todos los atributos divinos, su omnipotencia, especialmente tal como prevalece en el universo material, es la mejor comprendida. Visto como un fenómeno no espiritual, Dios es energía. Esta declaración de un hecho físico se basa en la incomprensible verdad de que la Primera Fuente y Centro es la causa fundamental de los fenómenos físicos universales de todo el espacio. De esta actividad divina se deriva toda la energía física y otras manifestaciones materiales. La luz, es decir, la luz sin calor, es otra de las manifestaciones no espirituales de las deidades. Y hay aún otra forma de energía no espiritual que hasta ahora es virtualmente desconocida en Urantia, pues aún no se le ha distinguido.
 Dios controla todo el poder; él ha abierto «un camino para el relámpago»; ha ordenado los circuitos de toda la energía. Él ha decretado el momento y la forma de las manifestaciones de todas las formas de la energía y la materia. Y contiene todas estas cosas eternamente en su control sempiterno: en el control gravitacional que se centra en el bajo Paraíso. La luz y la energía del Dios eterno giran por siempre en torno a su majestuoso circuito de la procesión infinita pero ordenada de las huestes estelares que componen el universo de los universos. Toda la creación gira eternamente alrededor del centro de la Personalidad Paradisiaca de todas las cosas y todos los seres.
 La omnipotencia del Padre pertenece a la dominación ubicua del nivel absoluto, en donde las tres energías, material, mental y espiritual, son indistinguibles en estrecha proximidad a él: la Fuente de todas las cosas. La mente de la criatura, no siendo ni monota ni espíritu del Paraíso, no responde directamente al Padre Universal. Dios se ajusta a la mente imperfecta de los mortales de Urantia a través de los Ajustadores del Pensamiento.
El Padre Universal no es una fuerza transitoria, un poder cambiante, ni una energía fluctuante. El poder y la sabiduría del Padre son completamente adecuados para enfrentar todas y cada una de las exigencias del universo. Según se producen las emergencias de la experiencia humana, él las ha previsto todas, y por lo tanto no reacciona a los asuntos del universo de manera indiferente sino más bien de acuerdo con los dictados de la sabiduría eterna y en consonancia con los mandatos del juicio infinito. A pesar de su apariencia, el poder de Dios no funciona en el universo como una fuerza ciega.
A veces surgen situaciones en las cuales parece que se han tomado medidas de emergencia, que se han suspendido las leyes naturales, que se han reconocido inadaptaciones, y que se está haciendo un esfuerzo para rectificar la situación; pero esto no es así. Estos conceptos de Dios se originan en el limitado alcance de vuestro punto de vista, en la finitud de vuestra comprensión, y en la esfera circunscrita de vuestro examen; tal malentendido de Dios se debe a la profunda ignorancia en que os halláis respecto a la existencia de las leyes superiores del reino, la magnitud del carácter del Padre, la infinidad de sus atributos, y el hecho de su libre albedrío.
 Las criaturas planetarias habitadas por el espíritu de Dios, esparcidas aquí y allá por todos los universos del espacio, son tan casi infinitas en número y orden, sus intelectos son tan diversos, sus mentes son tan limitadas y a veces tan torpes, su visión es tan reducida y localizada, que es casi imposible formular generalizaciones sobre la ley que expresen adecuadamente los atributos infinitos del Padre y al mismo tiempo sean en alguna medida comprensibles para estas inteligencias creadas. Por consiguiente, para vosotros las criaturas, muchos de los actos del Creador todopoderoso parecen arbitrarios, indiferentes y con frecuencia, insensibles y crueles. Pero nuevamente os aseguro que no es verdad. Todas las acciones de Dios responden a un propósito son inteligentes, sabias, generosas y eternamente atentas al mejor bien, no siempre de un ser específico, una raza determinada, un planeta específico, o incluso de un universo determinado; pero sí para el bienestar y mejor bien de todos, desde los más bajos hasta los más altos. En las edades del tiempo a veces puede parecer que el bienestar de la parte difiere del bienestar del todo; en el círculo de la eternidad tales diferencias aparentes no existen.
Somos todos parte de la familia de Dios, y por lo tanto a veces debemos participar de la disciplina de la familia. Muchas de las acciones de Dios que tanto nos perturban y confunden son el resultado de las decisiones y dictámenes finales de la omnisapiencia, que facultan al Actor Conjunto a ejecutar la elección de la voluntad infalible de la mente infinita, a hacer cumplir las decisiones de la personalidad de perfección, cuyo examen, visión, y solicitud abarcan el bienestar más elevado y eterno de toda su vasta y extendida creación.
Ocurre pues que vuestro punto de vista, aislado, seccional, finito, burdo y altamente materialista, y las limitaciones inherentes a la naturaleza de vuestro ser constituyen tal impedimento que sois incapaces de ver, comprender o conocer la sabiduría y bondad de muchos de los actos divinos que os parecen cargados de una crueldad tan aplastante y caracterizados por la indiferencia tan extrema para el consuelo y bienestar, la felicidad planetaria y la prosperidad personal de vuestros semejantes. Es a causa de las limitaciones de la visión humana, es debido a vuestro entendimiento restringido y a vuestra comprensión finita, que equivocáis los motivos de Dios y pervertís sus propósitos. Pero muchas cosas ocurren en los mundos evolutivos que no corresponden a las acciones personales del Padre Universal.
 La omnipotencia divina está perfectamente coordinada con los otros atributos de la personalidad de Dios. Ordinariamente, el poder de Dios sólo está limitado en su manifestación espiritual en el universo por tres condiciones o situaciones:
 1. Por la naturaleza de Dios, especialmente su amor infinito, por la verdad, la belleza y la bondad.
2. Por la voluntad de Dios, su ministerio de misericordia y la relación paternal con las personalidades del universo 
3. Por la ley de Dios, por la rectitud y justicia de la eterna Trinidad del Paraíso. 
 Dios es ilimitado en poder, divino en naturaleza, final en voluntad, infinito en atributos, eterno en sabiduría, y absoluto en realidad. Pero todas estas características del Padre Universal están unificadas en la Deidad y universalmente expresadas en la Trinidad del Paraíso y en los divinos Hijos de la Trinidad. Por lo demás, fuera del Paraíso y del universo central de Havona, todo lo que pertenece a Dios está limitado por la presencia evolutiva del Supremo, condicionado por la presencia eventuante del Último, y coordinado por los tres absolutos existenciales: el Absoluto de Deidad, el Absoluto Universal y el Absoluto No Cualificado. Y la presencia de Dios está así limitada porque tal es la voluntad de Dios.

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