El 19 de abril de 2016 pasará a los manuales de economía como la fecha en la que China arrebató a Londres el monopolio por el que desde 1919 ha fijado el precio del oro a nivel mundial. El Shanghái Gold Exchange (SGE), filial del Banco Central de China, establece el precio del metal precioso en yuanes, en un claro desafío al dólar.
La noticia, que ha pasado inadvertida para la mayor parte de la opinión pública, reviste una enorme importancia, ya que representa un antes y un después en la economía mundial. El precio del oro deja de ser monopolizado por los grandes bancos occidentales precisamente cuando los gurús económicos debaten la vuelta al metal precioso para respaldar las diferentes monedas ante la desmesurada impresión de dólares por parte de Estados Unidos que trata de mantener su hegemonía económica frente al gigante asiático.
El hecho es que China es el principal productor de oro del mundo junto con Sudáfrica, el primer comprador del preciado metal y la nación que acumula más toneladas de oro en las bóvedas de sus bancos. El triple récord ha facilitado que el Shanghái Gold Exchange (SGE) arrebate a Londres el monopolio del precio del oro físico y a Nueva York el precio del oro como futuro o inversión a largo plazo. El SGE está formado por 18 bancos chinos y solo dos extranjeros, y fija el precio del oro en yuanes por gramo dos veces cada día.
El imperio británico fijó por primera vez el precio del oro el 12 de septiembre de 1919 en las oficinas londinenses del banquero Rothschild. Desde hace casi un siglo el “Gold Fixing” ha sido el precio de referencia para las operaciones de compra y venta en todos los niveles: productores, consumidores, inversores y bancos centrales de todo el mundo.
Se da la circunstancia de que Londres pidió al Banco Central de China que Shangái no iniciase sus actividades coincidiendo con el 90 cumpleaños de la reina Isabel II, el 21 de abril, para no hacer patente en fecha tan señalada la pérdida de poder del imperio británico, personalizado en su soberana.
Como ha señalado estos días la prensa económica, Pekín estaba cansado de comprar lingotes de oro al precio que fijaban al otro lado del mundo, y con una divisa como el yuan, que ocupa un lugar cada vez más destacado en las transacciones globales, era lógico el paso de vincular el yuan al oro.
Se trata de una decisión que hay que contextualizar en el objetivo de China de convertirse en la primera potencia económica mundial. Sus dirigentes vienen repitiendo que quieren hacer del yuan una moneda global en clara competencia con el dólar. Un primer y significativo paso lo dio el pasado noviembre cuando el yuan se incorporó a la cesta de divisas del FMI.
Los gobernantes chinos llevan años acumulando oro -se calcula en torno a 2.000 toneladas sus reservas reconocidas- con un doble objetivo: En primer lugar, en una economía tan volátil el oro se ha convertido en un refugio más seguro y rentable que la Bolsa, y los ciudadanos chinos compran grandes cantidades de oro como inversión, lo que proporciona a sus bancos una enorme liquidez. En segundo lugar, y no menos importante, Pekín está convencido de que en el momento que se produzca una nueva crisis financiera y el dólar se vea arrastrado por la misma, el oro volverá a respaldar a las divisas de todo el mundo. De ahí la necesidad de hacer acopio del preciado metal.
En la era del dinero electrónico y las transacciones virtuales, el oro recobra el valor que tuvo hace más de 5.000 años con las primeras civilizaciones. ¿Qué sabe o que teme la milenaria civilización china que tanta importancia concede al oro?
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