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11 de octubre de 2016

LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA
El problema con Hillary Clinton y Alicia Machado
La candidata demócrata elige a una Miss Universo antichavista para movilizar a las trabajadoras hispanas en EEUU
ANDY ROBINSON


Donald Trump improvisó una reunión sorpresa con 150 líderes hispanos en el Miami Dade College el martes 27 de septiembre tras su actuación –indisciplinada, perezosa, pero quizás más eficaz de lo que quiere reconocer la CNN– en el debate presidencial. Allí el magnate inmobiliario trató de convencer a los hispanos e hispanas de Florida de que aquella frase que soltó en el debate sobre las “turbas de inmigrantes ilegales sembrando la violencia en nuestras ciudades” no tiene nada que ver con ellos.

Trump trata de amortiguar, en aquel segmento del electorado ya reticente ante sus discutibles encantos, compuesto por mujeres hispanas, un supuesto golpe mortal propinado por Hillary Clinton en el debate. En los momentos finales del mismo, la demócrata se sacó de la manga una historia de abusos verbales que Trump dirigió contra la modelo y reina de la belleza venezolana Alicia Machado.

Clinton destacó que Trump, al llamar “Miss Piggy” (gordita) y “housekeeper” (limpiadora del hogar) a Machado en 1996, puso de manifiesto definitivamente su  machismo visceral así como sus prejuicios antihispanos. “Una de las peores cosas que ha dicho Trump tenía que ver con una mujer en un concurso de belleza. Ella tiene la nacionalidad estadounidense y puedes apostar a que va a votar en noviembre”, le espetó Clinton.

En el país de la obesidad, donde cada inmigrante hispana y sus hijos empiezan a sufrir problemas de sobrepeso en cuanto pisan el terreno desalmado de las cadenas de fast food, Clinton parece haber dado un KO fulminante al misógino inmobiliario. Pero solo una candidata como Clinton, que ha apoyado golpes latinoamericanos de Estado en Honduras, Paraguay y, ahora en Brasil, podría elegir a Machado, blanca, integrante de la clase media venezolana, con su culto al dinero, al cuerpo operado, a la moda más superficial y kitsch y al  odio visceral a los pobres, para simbolizar el suplicio diario de la trabajadora hispana en EE.UU.

Por si eso fuera poco, Machado es una de las portavoces más estridentes de los golpistas de la derecha venezolana. La miss ha calificado a Hugo Chávez como un monstruo y una vergüenza. “Ojalá que algo suceda para que Venezuela vuelva a ser el lugar en el que crecí”, afirmó en 2010 en un llamamiento velado a un golpe de Estado en Venezuela. Hillary no habría dicho que no en sus años de secretaria de Estado y no lo dirá si ocupa la Casa Blanca en un momento de complots contra Nicolás Maduro.
En Los Angeles Timesesta semana, Machado hasta llegó a comparar a Trump con Chávez. “Quiero que la gente entienda que este país no se merece a un Chávez y eso es lo que es Trump. Un demagogo, egocéntrico y misógino al que le falta cultura y conocimiento cultural”.
Dolores Huertas, la exluchadora por los derechos laborales rurales hispanos en California, ahora convertida en una apologista de todo lo peor de los Clinton, hace campaña en la comunidad hispana con Machado. Pero, muchas  trabajadoras hispanas en EE.UU. deben de estar pensando, mientras se miran en el espejo por la mañana con el uniforme de limpiadora puesto, “¿qué tengo que ver yo con la ex Miss Universo venezolana?”.
CLINTON, CON UN BLANCO TAN FÁCIL COMO TRUMP, JAMÁS LOGRARÁ ACERCARSE A LA REALIDAD DE LOS VOTANTES DE BAJOS INGRESOS QUE DEBERÍAN SER SU FEUDO EN EL PULSO CON EL BILLONARIO
Es otro ejemplo de cómo Clinton, con un blanco tan fácil como Trump, jamás logrará acercarse a la realidad de los votantes de bajos ingresos que deberían ser su feudo en el pulso con el billonario de la Trump Tower. Los aliados naturales de Clinton pueden no serlo. Es lo que vi el lunes en Little Haiti en Miami. La visita más inesperada a Florida del magnate inmobiliario se produjo la semana pasada cuando Trump apareció, de repente, en este barrio, un distrito negro y pobre junto al Design District, cuya mezcla de arte contemporáneo y tiendas Swarovski parece más hecho al gusto del magnate.
Little Haiti debería ser territorio comanche para un inmobiliario multimillonario como Donald Trump, pero los directores del centro cultural del barrio “le dieron una acogida muy cálida”, contó Bart Nervil, un artista que participaba el lunes en una reunión en el mismo centro. ¿Por qué? Pues porque “la comunidad haitiana tiene una relación muy extraña con los Clinton”.
Bill y Hillary pasaron su luna de miel en Haití. Bill fue el enviado de la ONU en el maltrecho país incluso antes del terremoto de enero del 2010. Luego la Fundación Clinton se empleó a fondo en los escombros con sus políticas de filantrocapitalismo. “No sé si era ayuda o negocio, pero sé que los haitianos siguen viviendo en ciudades hechas de tiendas de campaña”, criticó Nervil, que tras presentarse como “más que un haitiano, un hombre negro”, comentó que se estaba planteando votar a Trump.
Ahí está el problema para la campaña de Clinton, que organizó la fiesta “Adelante juntos” e invitó a los residentes a ver el debate en el pub Winston Churchill, en la zona más vibrante de Little Haiti, donde los fondos buitre allanan ya el camino al avance del Design District. Saben que cada voto haitiano en Florida vale un millón más que en Nueva York. “Fue un shock ver a Trump en Little Haiti”, dijo Scott, uno de los organizadores del evento. “Los haitianos pueden decidir estas elecciones”, añadió. Y puede tener razón. La carrera presidencial está muy reñida en Florida, un estado clave, donde viven más de 400.000, casi todos en Miami y alrededores.
Clinton cuenta con que la comunidad negra e inmigrante de EE.UU. le entregue la victoria. Pero los haitianos de Miami –negros e inmigrantes con el hándicap añadido de no hablar ni inglés ni español– no parecen tener tan claro que Trump sea el malo y Clinton la buena. Ezilio Danto, la abogada haitiana que lidera el movimiento Free Haiti, acaba de pedir el voto para Trump porque “desde el terremoto, más del 30% del territorio haitiano ha sido concedido a extranjeros ricos, muchos de ellos donantes de la fundación Clinton”. Y porque “Obama y Clinton han deportado a 300.000 haitianos”.
Son críticas demoledoras y los organizadores del evento en Little Haiti debieron de estar agradecido al moderador del debate electoral del lunes 26 de septiembre, Lester Holt, de la NBC por no abordar aquel asunto espinoso de la Fundación Clinton. Pero pedir un voto a Trump para castigar a los demócratas por batir los récords de deportaciones solo pone de relieve la decepcionante oferta en estas presidenciales. “Tenemos dos candidatos de mierda; yo no quiero un títere de los bancos como Hillary Clinton, pero tampoco quiero a un racista”, dijo un chico blanco, de pelo largo, barba y sombrero. Votará a Clinton, pero se marchó antes de que terminara el debate.
AUTOR
Andy Robinson
Es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Fue corresponsal de La Vanguardia en Nueva York y hoy ejerce como enviado especial para este periódico.

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