google.com, pub-5827770858464401, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Misteri1963 : La Atlántida

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lunes, 24 de noviembre de 2025

La Atlántida



La Atlántida era un continente situado en lo que hoy conocéis como el Océano Atlántico. Era una vasta extensión de terreno en forma de triángulo isósceles que fue llamada Tierra de Atzlán. Medía aproximadamente de Norte a Sur 6.000 Km y de Este a Oeste 1.200 Km. En la zona Noroeste unas enormes montañas se elevaban llegando a sobrepasar los 10.000 m de altitud. El suelo era muy fértil y gozaba de un clima benigno, porque esos montes les preservaban de las corrientes frías del Norte.

Casi contiguo se encontraba otro continente con una actividad telúrica muy acusada, ocupando lo que hoy es América del Norte y Sur. 

La inestabilidad era tal que aparecían por doquier volcanes que intentaban aliviar la presión interna del planeta. Frecuentes movimientos sísmicos agitaban las tierras y las fuerzas desatadas de la naturaleza producían desastres climatológicos. Todo ello dificultaba el asentamiento de hombres en esa zona.

En la Atlántida se instalaron los más adelantados intelectualmente (de los uranitas) y, con el paso de los siglos, fueron desarrollando una amplia cultura. Floreció una civilización que superaba, en algunos aspectos, a la vuestra. Habían logrado grandes avances tecnológicos y desarrollado ciencias como la medicina, la aeronáutica y la ingeniería. Conocían la energía eléctrica, que obtenían fundamentalmente del Sol. También conocían la energía atómica y, aunque no la usaban como arma, se desestimó por contaminante. 

El Sol les proporcionaba toda la energía eléctrica que necesitaban. Habían construido grandes y modernas ciudades, lo que les permitía llevar una vida cómoda.
Llegaron a construir unos vehículos voladores similares a vuestros helicópteros cuyas hélices se movían por electricidad. Habían diseñado baterías extremadamente potentes de larga duración y poco peso.

Su sociedad no estaba basada en el dinero, pero no era muy justa debido a las castas. Los atlantes, por el hecho de serlo, tenían más privilegios que cualquiera que fuese de otro país y, entre los atlantes, especialmente los militares y sacerdotes.
Un grupo de élite, minoritario, había logrado desarrollar áreas cerebrales que aún permanecen inexploradas por vosotros.
 
Manejaban energías mentales que causaron el enrarecimiento de la armonía planetaria, influyendo sobre las conductas sociales, haciéndolas muy similares a las actuales. Tenían muy desarrolladas las glándulas pineal y pituitaria, lo que les abría las puertas de la telepatía y de otras percepciones extrasensoriales.

No obstante, el desarrollo moral o la evolución espiritual no fueron paralelos al desarrollo tecnológico y cometieron el error de crear una sociedad teocrática donde las castas sacerdotales tenían un gran poder y ascendencia sobre el pueblo. Con el paso del tiempo, el excesivo protagonismo de los sacerdotes trajo consigo el derrumbamiento de la fe. Se incrementó la delincuencia y la droga, que hasta entonces había sido utilizada para curar, se usó para la evasión mental.

Por otra parte, el abuso de la tecnología desembocó en una sociedad cómoda y escéptica, con degradación paulatina de los valores morales. El hombre fue perdiendo autonomía hasta terminar esclavizado por la técnica.

Además los sistemas políticos y económicos estaban orientados hacia la explotación de otros pueblos menos industrializados o desarrollados. Los atlantes terminaron por controlar las materias primas y por ende la economía. Manipularon la difusión, el conocimiento y la religión, por lo que la pauta ideológica de sus dirigentes era la que marcaba la evolución de toda la generación.

También poblaron el planeta otros pueblos que estaban asentados en Europa, Asia y África. Estos tenían menor desarrollo intelectual, aunque pertenecían a la misma etapa y procedían de Urano. Estos hombres convivían con los oriundos de la Tierra que poblaban esas zonas, a las cuales enseñaron el uso del fuego, la agricultura, el comercio y la organización social. Gracias a eso pasaron de ser nómadas a sedentarios y comenzó a desarrollarse una incipiente industria, cultura y filosofía de vida. Se conoce como la llamada ‘revolución neolítica’. Sin embargo, todos estos pueblos permanecían sometidos al yugo de los atlantes.
Otra gran migración, que llegó a la Tierra poco antes que los atlantes, estuvo compuesta por seres procedentes de Marte y de un planeta muy lejano llamado Lemurt. Todos ellos se asentaron en un continente conocido como Lemuria, que se encontraba en el Océano Pacífico.

Estos eran hombres sencillos, agricultores y artesanos y no contaban con ejército alguno. Tenían un carácter pasivo y dedicaban su mente a la meditación. Sus vidas estaban plagadas de una gran cantidad de ritos, tabúes y ceremonias. Como contrapunto de los atlantes, no estaban nada tecnificados.

El afán colonialista de los atlantes pretendió sacar del pueblo lemurt materia prima barata, pero no consiguieron que el pueblo se movilizara. Después de varias matanzas, desistieron.
Por el grado de desarrollo alcanzado, muchos habitantes de la Tierra, sobre todo de Atlántida y Lemuria, tenían la oportunidad de pasar a la siguiente etapa de evolución. Sin embargo, una sucesión de errores determinó un final muy distinto para ellos.

El hombre célula cósmica – Los Manuscritos de Geenom II

MUNDOS MÚLTIPLES
Mi memoria penetró en un pasado más remoto, anterior a la creación de nuestra Tierra, en eternidades pretéritas. Recordé que Dios era el creador de los mundos, galaxias y dominios múltiples*, más allá de los límites de nuestra comprensión, y quise verlos. CON LA APARICIÓN DE MI DESEO**, MIS PENSAMIENTOS ME TRANSPORTARON fuera del jardín, esta vez en compañía de dos seres luminosos diferentes que se convirtieron en mis guías. Nuestros cuerpos espirituales se alejaron flotando de mis amigos y se adentraron en la negrura del espacio.
Nuestra velocidad iba en aumento y yo sentía la excitación del vuelo. Podía hacer lo que quisiera, ir adonde quisiera, viajar veloz, increíblemente veloz, o con lentitud. Adoraba aquella libertad. Penetré en la inmensa bastedad del espacio y supe que no se trata de un vacío; está lleno de amor y luz: de la presencia tangible del Espíritu de Dios. Percibí un sonido suave y agradable, un sonido distante y reconfortante que me hacía feliz. Era un son parecido a una nota musical, pero era universal y parecía llenar el espacio que me rodeaba. Fue seguido por otra nota, de un registro diferente, y pronto descubrí un trazo de melodía, un vasto canto cósmico que me calmaba y me apaciguaba. Las notas producían suaves vibraciones que me rozaban y sabía que poseían un poder curativo. Sabía que todo aquel que recibiera el contacto de aquellas notas notaría sus efectos terapéuticos; eran como bálsamos espirituales, expresiones de amor que sanan los espíritus quebrados. Gracias a mis escoltas supe que no todas las notas musicales eran terapéuticas; algunas pueden generar respuestas emocionales negativas en nosotros. Ahora comprendía que, cuando estaba en la Tierra, Satanás había empleado esas notas negativas para producirme enfermedades físicas y mentales.
Algunos de los detalles de lo que vino después han sido borrados de mi memoria, pero muchas impresiones perduran. Me daba la sensación de que transcurrían semanas, hasta meses, durante el tiempo que dediqué a visitar las muchas creaciones de Dios. En mi viaje me acompañaba en todo momento la presencia reconfortante de Su amor. Sentía que había regresado a mi medio natural y que no hacía sino lo que era normal. Visité muchos mundos; tierras como la nuestra, aunque más gloriosas y siempre habitadas por gente amorosa e inteligente. 

Todos somos hijos de Dios y Él ha poblado la inmensidad del espacio para nosotros. Recorrí distancias tremendas, contemplé estrellas que no son visibles desde la Tierra***. Vi galaxias y las visité sin dificultad y conocí a otros hijos de nuestro Dios, todos ellos hermanos y hermanas espirituales nuestros. Y todo era un rememorar, un redespertar. Sabía que no era la primera vez que visitaba aquellos lugares.

Mucho después, cuando regresé a mi cuerpo mortal, me sentí engañada por ser incapaz de recordar los detalles de aquella experiencia, pero con el paso del tiempo he aprendido que el olvido era necesario para mi propio bien. Si pudiese recordar los mundos gloriosos y perfectos que había visto, mi vida quedaría permanentemente frustrada y se echaría a perder la misión que Dios me encomendó. Mi sensación de engaño fue sustituida por un sentimiento de admiración y de profunda gratitud por mi vivencia. Dios no tenía por qué mostrarme otros mundos, ni tampoco dejarme recuerdo alguno de ellos. Pero, en su misericordia, me ha dado mucho; vi mundos que nuestros telescopios más potentes nunca podrán alcanzar y conozco el amor que allí existe.

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