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15 de septiembre de 2016

Cinco indicios de que los fantasmas son algo serio


¿Acaso no tenemos todos una buena historia de fantasmas que contar? Por más que sintamos escepticismo natural frente a estos fenómenos, el misterio es tentador. ¿Puede realmente haber algo más allá?


Por más racionales y sofisticados que nos imaginemos, la humanidad sigue manteniéndose fiel a supersticiones extrañas y creencias sin fundamentos concretos. Quizá una de las más antiguas sea la creencia en fantasmas.

Hasta el día de hoy las casas “encantadas” tienen menores precios en el mercado inmobiliario y casi un tercio de la población cree ciegamente en su existencia. También hay quienes han vivido experiencias de primera mano.

En Portales hacia la muerte, dos prestigiosos investigadores paranormales, Chad Lindberg y John E.L. Tenney, intentan encontrar puentes que conecten nuestra realidad con diferentes dimensiones del más allá.

Estos investigadores vivieron experiencias cercanas a la muerte que los llevaron a dedicarse a explorar lo inexplicado. Pero, a pesar de su popularidad a lo largo de las décadas, el estudio formal de lo sobrenatural siempre tuvo sus críticos y detractores.

Si eres uno de ellos, quizá esto te ayude a otorgarle a los fantasmas el beneficio de la duda:

Las decenas de instituciones serias que los investigan

La humanidad no tiene todas las certezas, y no es de sorprender que el mundo académico haya creado proyectos dedicados a investigar cualquier fenómeno típico del catálogo forteano –como poltergeists, apariciones, vidas pasadas y experiencias extracorporales–.

Uno de esos proyectos fue PEAR –sigla de Princeton Engineering Anomalies Research–, desarrollado en universidad de Princeton entre 1979 y 2007, y dedicado especialmente a la percepción extrasensorial y la telequinesis. La universidad de Virginia tiene uno similar, establecido en 1967 y llevado a cabo por su “división de estudios perceptivos”, dedicada al fenómeno de la reencarnación, experiencias cercanas a la muerte y apariciones, además de otras cuestiones psíquicas.

Y no son las únicas: las universidades de Edinburgo, Amsterdan y Londres tienen proyectos parecidos que continúan hasta la fecha.
Fotografías que aún no han sido inexplicadas

Desde que las herramientas de edición de fotografía se hicieron de uso masivo, las fotografías de fantasmas y OVNIs se han multiplicado. Es fácil adivinar por qué: es sencillo hacerlas, y quizá puedan darle a su autor unos 15 minutos de fama en las redes sociales.

Pero hay muchas imágenes de otras épocas que no tienen explicación. Una de las más famosas es la de la Dama de Marrón, tomada en 1936 en la mansión de Raynham Hall, en Inglaterra. Los fotógrafos, originalmente enviados por la revista Country Life para cubrir un artículo, notaron sorprendidos cómo una “niebla” tomaba la forma de una mujer en la escalera y rápidamente reaccionaron tomándole una foto.

La imagen parece retratar una figura que lleva un vestido o capa marrón. Muchos creen que la figura es de Dorothy Townshend, una mujer noble del 1700 que murió luego de diez años de encierro y aislamiento al que la había sometido su marido, luego de conocer sus varias infidelidades.

Los avistamientos de la Dama de Marrón datan de 1835, y aún hoy muchos testigos aseguran que su espectro continúa horrorizando a sus visitantes.


Las novedosas (y controversiales) teorías de la física cuántica

La idea de que un fantasma es una especie de reflejo del alma de una persona muerta es una constante en el folclore paranormal, pero hay quienes han llevado el concepto a las ciencias para explicar cómo es posible que la conciencia exista fuera del cuerpo.

El Dr. Stuart Hameroff y el prestigioso físico Roger Penrose lograron agitar las aguas en este aspecto gracias a la difusión de la teoría “Orch OR”, o “de la reducción objetiva orquestada”. Este postulado sugiere que el “alma” –o la conciencia– es el resultado de las vibraciones cuánticas de “microtúbulos ” en nuestras neuronas.

Para Penrose y Hameroff, el “alma” es algo más que la interacción de las neuronas en el cerebro. Y este “algo más”, construido de información cuántica, es especial: comparte la materia prima de que se ha formado el universo hace miles de millones de años, con el Big Bang.

Henry Stapp, un reconocido físico cuántico, suscribe a la idea. Para Stapp, si estas “entidades mentales” pudieran volver al mundo físico, los conceptos psíquicos de “posesión” o “canalización” podrían también ser reales.
La persistencia de la idea a lo largo de la historia

Quizá la creencia en fantasmas sea el único concepto más constante que la idea de dios. Las apariciones fantasmagóricas están dispersas desde los orígenes de la civilización: hay referencias a ellos en religiones de la Mesopotamia, así como en el antiguo Egipto y la Biblia hebrea.

Los fantasmas también aparecen en La Ilíada y La Odisea de Homero. Los romanos creían poder utilizar a los espíritus para vengarse de sus enemigos, mientras que los griegos preferían realizar festivales para aplacarlos.

En el relato bíblico cristiano, luego de su resurrección, Jesús intenta persuadir a sus discípulos de que no es un fantasma. Ya durante la Edad Media, las ideas se fueron sofisticando, y se creía que los fantasmas eran las almas de los muertos, condenados a permanecer en la tierra para purgar sus transgresiones en vida.

Sin embargo, fue la fiebre por el espiritualismo de principios del siglo XX lo que llevó a cimentar estas creencias en el inconsciente colectivo. Y vaya que han persistido.
No dejamos de obsesionarnos con ellos

¿Por qué queremos creer en fantasmas? Después de todo, a pesar de que abundan las explicaciones científicas para esta clase de fenómenos, las encuestas recientes han hecho que algunos estudiosos hablen de un “renacimiento ” de creencias paranormales en Occidente.

Hay motivos emocionales: queremos creer que no perdemos del todo a nuestros seres queridos, o que existe una forma de trascender porque tememos a nuestra propia mortalidad y porque la idea de una vida más allá de la muerte nos ofrece algo de consuelo. Quizá queremos creer porque sencillamente disfrutamos de asustarnos en el cine.

Pero la idea se ha perpetuado en el tiempo, y seguimos desesperados por obtener pruebas. En 1922, la revista Scientific American ofreció 2500 dólares a la primera persona que pudiera fotografiar un fantasma real. Desde entonces, muchos otros individuos y organizaciones han ofrecido recompensas similares, sin que aparezcan ganadores.

Tal vez creer en fantasmas sin las pruebas necesarias sea la forma de darle algún sentido a la muerte, que es, al fin y al cabo, uno de los misterios más grandes.

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