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15 de septiembre de 2016

Posneoliberalismo vs. capitalismooffshore

Posneoliberalismo vs. capitalismooffshore


El presente texto es el epílogo del libro Desde abajo, desde arriba. De la resistencia a los gobiernos populares: escenarios y horizontes del cambio de época en América Latina, de inminente publicación por la editorial Caminos de La Habana, Cuba.

En primer lugar, es necesario recordar que en todo proceso de revolución surge también la tendencia a la contrarrevolución; esto tiene carácter objetivo. Triunfa en definitiva la corriente que logra la mayor fuerza, la que se guía por una línea y un plan más acertados, más inteligentes. Es decir, la posibilidad de predominio de la revolución o la contrarrevolución se decide en el terreno subjetivo, depende de la conducción de una y otra.
Schafik Hándal (1990)

Desde noviembre de 2015 han ocurrido sucesos excepcionales que cambian el panorama geopolítico y la cartografía de la lucha de clases en nuestra América. Con este trabajo pretendemos abordarlos, haciendo previamente un repaso de las etapas del ciclo posneoliberal que abrió una nueva etapa en nuestra región, al tiempo que intentamos un análisis sobre los acontecimientos de los últimos meses, que nos sitúan en un punto de inflexión y marcan enormes desafíos para los pueblos. Nos referimos centralmente al avance político de las fuerzas de derecha, avances expresados en el plano electoral y judicial que han logrado desalojar a dos gobiernos progresistas y estratégicos dado su peso político y económico como Argentina y Brasil, y que han ganado elecciones en Bolivia y Venezuela, modificando la correlación de fuerzas subjetivas y objetivas en la región.
Nuestra América se encuentra entonces en un punto de bifurcación, una guerra de posiciones entre las fuerzas sociales y políticas que protagonizan y conducen (o condujeron) el ciclo progresista posneoliberal, y aquellas que apuestan desesperadamente por la restauración neoliberal en forma de capitalismo offshore, un capitalismo que muestra la agudización de algunas tendencias que podrían indicar una modificación del ciclo capitalista dentro de su fase ya iniciada de descomposición1.
El momento político nos deja una derecha que ha acumulado fuerza en el plano electoral y solo necesita ganar las elecciones (y a veces como en Brasil, ni siquiera eso), mientras que la izquierda necesita ganar, pero sobre todo estar en la calle y reactualizar el proyecto político anti-neoliberal.
No es momento de lamentar los reveses políticos sufridos por la izquierda, sino de reflexionar sobre las nuevas formas de contrarrestar la ofensiva del capitalismo offshore contra los pueblos de América Latina y el Caribe, de retomar la ofensiva que nos lleve a otro momento de acumulación política y social, que abra otra etapa del ciclo progresista. Pero también es necesario ejercer la crítica y a la autocrítica para rectificar a tiempo en el caso del núcleo duro del cambio de época progresista (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y para construir algo diferente en aquellos países en los que los pueblos hemos pasado a la oposición y resistencia.
Para pensar el momento actual es necesario comprender las diversas etapas que ha mostrado el ciclo progresista que convirtió a América Latina y el Caribe en la única región del mundo donde se comenzó a construir una alternativa al sistema capitalista o al menos a sus patrones de acumulación más agresivos desarrollados por medio de las políticas neoliberales.
Fase previa, o acumulación originaria del ciclo progresista (1989-1998): Las resistencias al neoliberalismo.
Caía el muro de Berlín, se desintegraba el proyecto histórico de la izquierda comunista mientras las fracciones más concentradas del capital arrasaban con las conquistas históricas de las y los trabajadores y los pueblos. Sin embargo, al tiempo que nos decían que había llegado el fin de la historia y de la lucha de clases, en el Sur del mundo comenzaba a germinar una resistencia al neoliberalismo todavía embrionaria durante el Caracazo (1989) y ya más organizada en el levantamiento zapatista (1994), así como otros procesos de resistencia contras las consecuencias de las políticas neoliberales primero y de lucha contra esas mismas políticas después.
1ª fase del ciclo progresista (1998-2003): La irrupción heroica del posneoliberalismo nacional-popular.
La potencia plebeya de resistencia al neoliberalismo se transforma en proyectos políticos que apuestan no ya por la resistencia, sino por la toma del poder, o al menos de los gobiernos como primer paso. Ello se da por dentro de las formas constitucionales o institucionales vigentes, como parte de una estrategia que se teje dentro de un período contrarrevolucionario abierto luego de la derrota de las fuerzas revolucionarias plasmadas con las dictaduras cívico-militares de mediados de los 70.
La destrucción social del neoliberalismo y la crisis provocada por la pérdida de hegemonía de las élites políticas y económicas, dejan un vacío político que es aprovechado por los proyectos nacional-populares para llegar a los gobiernos. El Comandante Chávez en Venezuela (1998), Lula en Brasil (2002) y Néstor Kirchner en Argentina (2003) abren el camino para el cambio de época en América Latina y el Caribe.
Al final de esta primera fase se refuerza la disposición de lucha desde abajo y desde arriba y la construcción heroica del posneoliberalismo con la derrota infligida por el pueblo de Venezuela al golpe de estado contrarrevolucionario de abril de 2002.
2ª fase del ciclo progresista (2004-2006): Pico de acumulación política
A Chávez, Lula y Kirchner se les suman Evo Morales en Bolivia (2005) y Rafael Correa (2006), al mismo tiempo que se derrotaba el proyecto imperial conocido como ALCA en noviembre de 2005, poco después de que los gobiernos revolucionarios de Cuba y Venezuela, con Chávez y Fidel como arquitectos de la integración, impulsaran en diciembre de 2004 el ALBA, y nacieran, también en ese periodo de 2 años, valiosos instrumentos al servicio de la liberación de los pueblos como teleSUR o la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.
Se producen algunos “golpes de timón” claves que muestran el cambio de rumbo en los escenarios políticos nacionales, como las nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, asambleas constituyentes en Bolivia o Ecuador, o el pedido de perdón por parte del estado argentino por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico-militar.
Al auge del antiimperialismo en la región, se suma la afirmación del carácter socialista de la Revolución Bolivariana. En este horizonte del Socialismo del Siglo XXI se alinean la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia y la Revolución Ciudadana del Ecuador con el socialismo comunitario y el “buen vivir” como horizontes de época.
 fase del ciclo progresista (2007-2012): La estabilización del proyecto posneoliberal
Al núcleo duro de gobiernos progresistas se suma Centroamérica con la llegada de los sandinistas al gobierno nacional en Nicaragua (2007, aunque Daniel Ortega gana las elecciones en noviembre de 2006) y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador (2009). También constituyen un avance en la correlación de fuerzas políticas favorable a los pueblos la llegada al gobierno de Fernando Lugo en Paraguay (2008) y el viraje hacia posiciones progresistas del gobierno de Mel Zelaya en Honduras.
En esta fase son derrotados gracias a la movilización popular los intentos de golpe de estado en el núcleo duro bolivariano, Bolivia (2008) y Ecuador (2010), aunque no logran ser frenados los golpes a los gobiernos populares en Honduras en 2009 (cuando se incorpora al ALBA) y Paraguay en 2012, inaugurando la nueva estrategia de “golpes blandos” de la derecha, perpetrados desde las propias instituciones del estado liberal.
Estas piedras en el camino de la construcción progresista y revolucionaria de Nuestra América tienes su contracara en las nuevas constituciones aprobadas en referéndum que consolidan la refundación de los Estados posneoliberales en Bolivia y Ecuador (con el antecedente de Venezuela en 1999). Se logra cristalizar en los nuevos textos constitucionales el cambio en las correlaciones de fuerzas sociales y políticas a favor de los pueblos.
Al mismo tiempo, América Latina y el Caribe entran de lleno en la transición al mundo multipolar, con una presencia cada vez mayor en la región de Rusia y sobre todo China, además del nacimiento, en junio de 2009, de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China, a los que después se sumaría en abril de 2011 Sudáfrica), que contrarrestan la hegemonía yanqui en su tradicional patio trasero y generan condiciones para un desarrollo económico endógeno con mayores grados de soberanía.
4ª fase del ciclo progresista (2013-2016): reflujo y crisis
La muerte del Comandante Chávez (marzo 2013) abre de manera simbólica una etapa de reflujo, de crisis en el bloque nacional-popular que se traduce en un pico de desacumulación política y social que culmina con tres derrotas electorales para la izquierda y los proyectos nacional populares o el progresismo (de distinto signo, pero derrotas al fin y al cabo) en Argentina (octubre de 2015, el único gobierno de izquierda y/o nacional-popular perdido en las urnas desde 1998), Venezuela (diciembre de 2015) y Bolivia (febrero 2016), además de un golpe político-institucional-mediático contra el gobierno brasileño de Dilma Rousseff (mayo de 2016).
Esta fase deja un debate no saldado para la izquierda y es el del Estado. Decía René Zavaleta Mercado (1983), sociólogo marxista boliviano, que la historia de las masas es una historia que se hace contra el Estado. Pues el Estado históricamente expresa las relaciones de dominación y aunque aparenta estar por encima de los intereses de las distintas clases y arbitrarlos produce los instrumentos institucionales necesarios para la reproducción de la clase dominante. Por ello también afirma Jorge Viaña (2006) que la historia de las masas es siempre una historia que se hace contra el Estado, y por lo tanto todo Estado niega a las masas en última instancia, aunque pretenda expresarlas. Probablemente esto es más claro en los procesos del segundo anillo progresista, y nos ayuda a entender parcialmente lo sucedido en Argentina o Brasil.
Sin embargo, en el caso de los procesos que se han planteado cuestionar el poder de la clase dominante y al sistema mismo, el Estado se constituye como “Estado de transición”, casi como un “Leviatán a contramano”, tal como lo denomina Miguel Mazzeo (2014), pues expresa nuevas correlaciones de fuerza que permean las instituciones, modifican las reglas de juego y se proponen apuntalar la construcción de poder popular.
En la dialéctica contradictoria de las transiciones, la lógica de la inercia estatal obstaculiza, al tiempo que potencia las experiencias populares autogestionarias. Es un Estado que se reforma a sí mismo, por ejemplo, mediante las reformas constitucionales del núcleo duro bolivariano, lo que no sucedió en ninguno de los países del segundo anillo progresista, en los cuales ese viejo monstruo y sus lógicas de arbitrio bajo envolturas sumamente democráticas favorecieron la reconstitución de la iniciativa cultural, económica, institucional, comunicacional de las fuerzas restauradoras del orden neoliberal.
Al tiempo que las fuerzas políticas que condujeron los gobiernos populares de este segundo anillo priorizaron la lucha desde arriba desvalorizando la auto organización popular, salvo en los momentos de agudización del enfrentamiento en que intentan apelar a la movilización de las masas. En cambio, en el primer anillo se apela constantemente a la lucha desde abajo como reaseguro del proceso revolucionario y como senda de construcción del socialismo.
5ª fase del ciclo progresista (2016- ): Guerra de posiciones entre el Posneoliberalismo y el Capitalismo Offshore
Si bien hemos entrado en una fase de crisis del ciclo progresista, no se puede hablar de su fin. En primer y evidente lugar porque es destacar que, si bien la clase dominante ha logrado desalojar del gobierno y del aparato del Estado a algunos gobiernos populares mediante elecciones (Argentina) o mediante maniobras leguleyas y judiciales (Brasil), no han caído los gobiernos populares del núcleo duro del cambio de época progresista: Bolivia, Ecuador, y Venezuela. Aunque hayan perdido dos procesos electorales parciales y, sobre todo en Venezuela, se hayan agudizado las contradicciones, el enfrentamiento y la polarización social, no se ha detenido la construcción revolucionaria expresada fundamentalmente en las comunas2, con el apoyo del Estado Revolucionario.
Los tres proyectos que se plantearon ir más allá de las relaciones capitalistas en el largo plazo son los que están en pie, lo que indica que la batalla estratégica de nuestro tiempo es la defensa de esos procesos.
La fase en la que entra el ciclo progresista se caracteriza entonces por una guerra de posiciones en la que la izquierda debe hacer un buen diagnóstico y balance del breve ciclo de derrotas electorales, de lo sucedido en Brasil, y en general del reflujo en la capacidad de resistencia y movilización política de las fuerzas de izquierda en el continente.
Pero, ¿cuáles son las características de esta nueva etapa del ciclo progresista? ¿Qué características se delinean en el Capitalismo Offshore del siglo XXI?
Nueva derecha: Esta nueva derecha es una derecha sin proyecto. Hasta el momento ninguno de los gobernantes de derecha ha conseguido materializar un proyecto político anti-posneoliberal que haya cuajado. Ni Uribe en Colombia, ni Piñera en Chile, ni Peña Nieto en México. No hay proyecto, pero si hay construcción del discurso aprovechándose de las debilidades y errores cometidos por los gobiernos de izquierda. Macri como gerente de la Argentina es la gran prueba de fuego para la derecha offshore. Esta derecha avanza hasta donde puede con el objetivo de maximizar la explotación del trabajo y la concentración de riqueza, y retrocede en la medida en que se mella su legitimidad y potencia electoral.
¿Por qué es nueva? Es nueva porque tiene un discurso -también testeado por encuestas y consultoras- más modernizador hacia afuera: aunque, en el caso de Argentina, defienda a genocidas y torturadores de las dictaduras cívico-militares3, tienen un discurso sobre los derechos humanos. Aunque en su fuero interno sean conservadores y retrógrados (como se muestra en diversas declaraciones) aceptan -o al menos no cuestionan por ahora- derechos civiles como por ejemplo la ley de matrimonio igualitario y otras. No se presentan tan abiertamente como en el pasado con la cruz y la espada en la mano, sino que apelan como instrumento disciplinador a la despolitización de las masas. De ahí los globitos de colores utilizados en las campañas electorales en vez de banderas y consignas.

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