La única esperanza del colectivismo para el éxito mundial descansa en la formación de una organización internacional cuya influencia y poderes sobrepasan las fronteras nacionales y eliminan el concepto de soberanía nacional e individual. La fundación de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial brindó a los colectivistas el mecanismo perfecto para alcanzar esos objetivos.
El derecho a poseer una propiedad privada que no puede ser confiscada arbitrariamente por el gobierno es la fuente de nuestra Libertad. Nuestros fundadores, especialmente Thomas Jefferson, entendieron que la propiedad de una persona consistía no solo en su tierra, hogar y posesiones, sino también en el trabajo de sus manos, los inventos de su cerebro y, en última instancia, su propia vida. La protección de estos derechos de propiedad está consagrada en nuestra Constitución y encuentra su fuente primaria en los Diez Mandamientos. . . las prohibiciones contra la envidia, el robo, el testimonio falso y el asesinato tratan directamente con la protección de nuestros derechos de la Ley Natural.
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