Una verdadera reforma fiscal ha de suprimir el trato de favor a las rentas del capital que poco pagan por su acumulación de capital, movimientos financieros y beneficios. O no pagan.
¿Por qué han de pagar menos impuestos las rentas del capital que las del trabajo?
Para que el capital pague, una auténtica reforma fiscal ha de establecer un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF), heredero de la Tasa Tobin, propuesta por el economista James Tobin en 1971 para disuadir la especulación a corto plazo de determinados activos financieros.
Lamentablemente, un proyecto de ITF para diez Estados de la Unión Europea, que debía estar vigente ya, parece haberse ido definitivamente al garete tras marear la perdiz varios años en inútiles reuniones del Ecofin (ministros de economía y Hacienda de la UE).
De confirmarse tan mala noticia fiscal habrá que iniciar en España una campaña sine die para que este país, como ya tienen Italia y Francia, establezca un ITF estatal que, además de disuadir parte de la especulación, recaude unos miles de millones de euros que alivien la insuficiencia presupuestaria.
Finalmente una verdadera reforma fiscal ha de restablecer sin tapujos ni trucos los impuestos sobre Sucesiones, Donaciones y Patrimonio, desaparecidos de hecho en algunas comunidades autónomas por graciosas bonificaciones y exenciones concedidas por gobiernos autonómicos.
Como el del PP de la Comunidad de Madrid, donde se dejan de recaudar casi 400 millones de euros anuales por la supresión de hecho del Impuesto sobre el Patrimonio.
Es posible y necesaria otra fiscalidad, pero precisa una firme voluntad política para dotar al sistema fiscal de mayor progresividad, dar mayor peso a impuestos directos frente a los indirectos y que el capital pague impuestos por su rentabilidad como el trabajo paga por sus ingresos.
En fin, una verdadera reforma fiscal ha de incluir la reducción o supresión de incentivos y deducciones del impuesto de sociedades. Y, por supuesto, debe suponer la presión fiscal que los países de la eurozona. Según los últimos datos de Eurostat sobre presión fiscal en la UE, España tiene un 34,6%, frente al 41,4% de los países de la zona euro (de la que formamos parte).
Dicho de otro modo, si en España la presión fiscal fuera la de la eurozona, recaudaría 60.000 millones de euros más al año.
Y, por supuesto, una verdadera reforma fiscal incluiría más personal y más medios para la Agencia Tributaria para acabar con el fraude fiscal, sobre todo de los grandes a los que ni siquiera se molesta, no se vayan a enfadar.
Pero, sobre todo, ha de imperar el principio de suficiencia fiscal: no gastar en función de los PGE aprobados sino elaborar éstos según las necesidades y derechos de la ciudadanía.
Una fiscalidad justa, progresiva y suficiente es la mejor vía para acabar con la desigualdad y cumplir los objetivos y fines de la Constitución de bienestar de la ciudadanía.
Pero en el Reino de España es harto difícil pues se ha instalado entre nosotros un reinado de injusticia fiscal y de corrupción.
Habrá que hacer algo al respecto.
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