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14 de julio de 2016
La economía mundial y las materias primas
China, la economía mundial y las materias primas
Un aspecto muy informativo del libro es el análisis del papel de China en la economía mundial y su influencia clave en la evolución de los precios de las materias primas. Crespo considera que el desplome de la bolsa china, que perdió un 74% en un periodo de doce meses entre 2007 y 2008 tras haberse multiplicado por cinco en los dos años anteriores fue “el fenómeno precursor de lo que vino a continuación”, caída de las demás bolsas, crisis crediticia y recesión global (p. 85). Es un dato más para ver la Gran Recesión que se inició a finales de 2007 como un fenómeno estructural de la economía mundial, no como tantas veces se presenta, como un evento debido a tejemanejes financieros en la economía estadounidense, o donde fuera. Crespo concluye que la combinación de menor crecimiento en años recientes, bajada de tipos de interés y problemas políticos ha provocado una salida de capitales de China y presión sobre el yuan para que se devalúe, vía por la cual los desequilibrios de la economía china se transmiten al resto del mundo (p. 163). Esa afirmación parece discutible, porque hay otros mecanismos que pueden ser mucho más importantes para que la debilidad de la economía china se transmita a la economía mundial. Por ejemplo, una economía china débil deprime los precios de materias primas exportadas por países tan diversos como Rusia, Arabia Saudí, Noruega o Venezuela (petróleo), Australia (minerales) o Argentina (soja). Por otra parte, una economía china débil en la que a la vez hay importantes flujos de capital hacia el exterior puede tener impacto en mercados inmobiliarios y de consumo de países como EEUU o el Reino Unido, donde los millonarios chinos adquieren inmuebles y productos de lujo a una escala considerable. La creciente asertividad de China en sus conflictos territoriales con Japón, Filipinas, Vietnam y otros países puede tener también un componente importante relacionado con la necesidad del gobierno chino, ante las dificultades económicas, de estimular el nacionalismo, único sustento ideológico de un partido comunista que ha echado a la basura todas las ideas de igualdad, internacionalismo y defensa de los asalariados y los oprimidos que históricamente han sido componentes básicos de la ideología comunista. Crespo dice que los objetivos de las autoridades chinas al buscar la inclusión de la moneda china (yuan o renminbi) en la cesta de derechos especiales de giro son tres, primero, obtener la respetabilidad de la moneda china y su convertibilidad plena; segundo, lograr que el yuan sea divisa de reserva de los bancos centrales; y tercero, ir minando la hegemonía del dólar (p. 258). Todo lo cual es perfectamente razonable.
Crespo habla de un ciclo histórico de precios de las materias primas relacionado con la actividad económica global. En su opinión, cada vez que esos precios han caído “con fuerza”, entre uno y cuatro años más tarde se ha iniciado una recesión, una crisis de pagos de los países emergentes, o un desplome de la bolsa (p. 87). Brasil y Rusia han entrado en recesión en 2015 y siguen en ella y todos los demás países emergentes, especialmente los productores de materias primas, pasan por una crisis económica provocada por los bajos precios de esos productos (p. 42). Todo eso es muy plausible de la misma manera que lo es el que la reciente caída de precios de las materias primas tiene mucho que ver con la desaceleración de la economía china desde 2011 (p. 131). Pero dado que la economía china concentra hoy en un grado sustancial la capacidad manufacturera mundial, eso no es sino decir que los precios de las materias primas dependen intensamente de la demanda en la economía mundial, como han puesto de manifiesto por ejemplo las investigaciones de Lutz Kilian o Martin Stuermer. Crespo cree que la bajada de precios de las materias primas no habría generado ya una crisis de pagos de los países emergentes porque en el periodo 2000-2011 dichos países acumularon una enorme cantidad de reservas de divisas (p. 124).
Respecto del significado de una bajada de precio de las materias primas, Crespo afirma que puede indicar (a) que viene una recesión, (b) que ya empezó la recesión, o (c) que ya pasó (p. 140). Así que realmente, no es nada fácil de interpretar. Por otra parte, Crespo dice que la subida de precios de las materias primas puede provocar una recesión (p. 141) y así la subida de precios del petróleo de la guerra de Yom Kipur “contribuyó claramente a agudizar una recesión que ya venía cantada por la caída de la rentabilidad empresarial” (p. 145). Eso de “que ya venía cantada por la caída de la rentabilidad empresarial” es muy confuso, ¿quiere decir acaso que esa caída de la rentabilidad ya estaba desencadenando la recesión y la subida de precios del petróleo solo fue un factor añadido?
Muchos economistas creen que la subida de precios del petróleo explica muchas recesiones, casi todas de hecho en opinión de James Hamilton, ya que hasta en el caso de la Gran Recesión de 2008 pueden citarse precios desusados del petróleo en años previos. Esto es muy conveniente para la ortodoxia económica, que ve al capitalismo como autorregulado de forma eficiente y busca el origen de los trastornos económicos en el ámbito exterior a la economía, por ejemplo en el ámbito político de la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, y las revoluciones y guerras en Oriente Medio. Sin embargo, un experto en mercados de petróleo, Robert Mabro, afirmó que en realidad la subida del precio del petróleo previa a la recesión mundial de 1975, que muchos llamaron y continúan llamando la primera crisis del petróleo, se explica en gran medida por el aumento de la demanda mundial de petróleo durante los años previos a la crisis. Para Mabro, la OPEP se las dio de haber manejado la situación y los precios con sus cuotas y su embargo, y se ganó así muchos odios. Pero en realidad era la demanda mundial la que estaba determinando la subida de precios.
Un examen cuidadoso de los datos indica que los cambios de precios del petróleo en los últimos cincuenta años se explican en gran medida por los cambios en la relación entre oferta y demanda en el mercado mundial y en las tres últimas décadas los precios del petróleo no parecen tener efecto alguno sobre la economía mundial, mientras que el estado de la economía mundial tiene un efecto intensísimo sobre los precios del petróleo. Crespo afirma de hecho que ha habido “momentos de gran incertidumbre política en los países productores” en los que, sin embargo, el precio del petróleo ha permanecido estable o incluso ha caído. Así la “primavera árabe” se produjo a la vez que el precio caía de forma rápida y sostenida tras haber llegado poco antes a 115 dólares por barril (p. 181). Crespo explica también que la abundancia actual de petróleo ha llevado a precios ruinosos, a inversiones en el sector petrolero congeladas e interrupción de proyectos extractivos en lugares tan distintos como el Ártico y el golfo de México (p. 180). Todo eso es muy pertinente, aunque habría que precisar que la abundancia actual de petróleo es relativa en relación a una demanda que no crece al ritmo que creció por ejemplo en los primeros años de este siglo.
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