Papá
Noel llegará a Barcelona cargado de regalos. Al menos, de regalos para los
independentistas: la plataforma Junts Pel Sí (JxS) y la
Candidatura d’Unitat Popular (CUP) ya tienen prácticamente ultimado un
acuerdo total para desencallar la situación, permitir un Gobierno en la
Generalitat y comenzar su ‘corta marcha’ hacia la independencia, que habrá de
estar rematada en un plazo de 18 meses, según las previsiones.
En las dos últimas semanas, las
conversaciones entre las dos formaciones se aceleraron: primero, dos de las
cuatro mesas cerraron ya acuerdos estables. Luego, visto el
derrotero que habían seguido las negociaciones, las mesas quedaron
reducidas a una sola, con el objetivo de cuadrar números y facilitar la recta
final de las mismas. En esa fase, era fundamental hilar fino para evitar poner
sobre la mesa acuerdos inasumibles económicamente, lo que podría hacer
descarrilar el proceso. El punto fundamental en esta fase era la aplicación de
un “plan de choque social” como condición indispensable para seguir negociando.
El escollo más importante, sin embargo,
era el del papel de Artur Mas. Tanto Convergència Democràtica de Catalunya
(CDC) como Esquerra Republicana (ERC) cerraron filas en torno al ‘president’ y
lo consideraron moneda no intercambiable. El posicionamiento del núcleo duro de
la CUP hizo que en la anterior asamblea de esta organización, celebrada el 29
de noviembre, una gran mayoría de las bases votaran en contra de apoyar a Artur Mas como presidente de la Generalitat por
su vinculación con episodios de corrupción. Este posicionamiento ponía en
peligro el propio desarrollo del proceso independentista, y todas las
organizaciones que respaldaban a JxS se afanaron en bombardear constantemente
con la tesis de que si no había independencia, será por culpa de los
radicales.
A estos, no obstante, les produce
verdadera alergia la vinculación de Artur Mas con casos de corrupción, ya que,
afirman, hay “cinco causas” abiertas contra el entorno de CDC por corrupción.
“Y cualquier independentista no puede cerrar los ojos a esta realidad”,
aseguran las fuentes. Con esta filosofía, la CUP puso en la mesa negociadora
varias opciones para dar luz verde a la formación de un Gobierno, la mayoría de
ellas sin Artur Mas al frente del mismo. Pero había la posibilidad de formar
una especie de Gobierno colegiado con un ‘president’ con competencias
recortadas. En torno a esta idea han ido tejiendo estructuras gubernamentales
para facilitar la investidura y, según fuentes solventes, ya se ha encontrado
la fórmula que puede desencallar la situación y permitir que el nuevo Gobierno
se pueda investir sin problemas, aunque antes habrá de exponerse a la
aprobación de la asamblea de la CUP, que tendrá lugar el 27 de diciembre.
Un ‘comité ejecutivo’
Según fuentes consultadas
por El Confidencial, el Gobierno estaría presidido por Artur Mas, aunque con
competencias muy limitadas. El líder convergente sería un jefe de Ejecutivo más
sobre el papel que a la hora de tomar decisiones, ya que prácticamente no
tomaría ninguna. Sin embargo, sí tendría sobre sus hombros la responsabilidad
de llevar las riendas de la proyección internacional del proceso. Su principal
cometido sería viajar por el mundo, como una suerte de ‘embajador volante’, y
reunirse con mandatarios diversos para ‘vender’ el proyecto de la independencia
de Cataluña.
El cerebro del Gobierno catalán sería,
entonces, una especie de ‘comité ejecutivo’ que tomaría las decisiones de forma
colegiada y en el que estarían, como mínimo, el líder de ERC, Oriol Junqueras,
la actual vicepresidenta del Govern, Neus Munté, y el cabeza de lista de Junts
Pel Sí, Raül Romeva. En este sanedrín, Artur Mas sería poco más que un
convidado de piedra que estaría obligado a aceptar las decisiones que se
tomasen en esa ejecutiva.
El nuevo organigrama no deja
de ser una variante de los que se habían barajado hasta ahora, aunque con la
salvedad de que Mas tendría una especial relevancia porque sería el encargado
de dar la cara ante el mundo, responsabilidad que hasta ahora se había
atribuido únicamente a Romeva como responsable de esa área. “Se trata de no
escenificar su ‘entierro político’, sino de dejarle una salida digna. Con ese
reparto, todos contentos, ya que Mas tendría su Presidencia oficial mientras
que sus poderes quedarían muy reducidos. Pero él también podría salvar la cara
por su cometido internacional”, explican las fuentes.
Esta semana, la CUP
también ha intentado aproximaciones a la formación Catalunya Sí que es
Pot (CSQEP), que integra, entre otros, a ICV y Podemos. La intención es “ensanchar la base social de los
independentistas” y
preparar alianzas de cara a un futuro próximo. Los independentistas son
conscientes de que algunos integrantes de la formación que lidera Lluís Rabell
se encuentran relativamente cerca de sus posicionamientos pero nunca apoyarían
un Gobierno presidido por Artur Mas.
Sin embargo, tras los
últimos acuerdos en mesa de negociación a los que han llegado JxS y la CUP, las
premisas del nuevo Govern deberían ser plenamente asumibles por CSQEP, ya que
la base fundamental de la política del mismo es el plan de choque social
impuesto por la CUP. Los radicales reclaman, pues, el apoyo para implementar
ese plan de choque arrancado a Artur Mas y que coincide con los
posicionamientos de los ecosocialistas y los podemitas. “Si ICV y Podemos
aceptan, la
legitimación del proceso recibirá un espaldarazo final y la independencia será
imparable”, aseguran las fuentes.
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