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14 de diciembre de 2015

Artur Mas ya tiene cerrado su pacto:


Papá Noel llegará a Barcelona cargado de regalos. Al menos, de regalos para los independentistas: la plataforma Junts Pel Sí (JxS) y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) ya tienen prácticamente ultimado un acuerdo total para desencallar la situación, permitir un Gobierno en la Generalitat y comenzar su ‘corta marcha’ hacia la independencia, que habrá de estar rematada en un plazo de 18 meses, según las previsiones.
En las dos últimas semanas, las conversaciones entre las dos formaciones se aceleraron: primero, dos de las cuatro mesas cerraron ya acuerdos estables. Luego, visto el derrotero que habían seguido las negociaciones, las mesas quedaron reducidas a una sola, con el objetivo de cuadrar números y facilitar la recta final de las mismas. En esa fase, era fundamental hilar fino para evitar poner sobre la mesa acuerdos inasumibles económicamente, lo que podría hacer descarrilar el proceso. El punto fundamental en esta fase era la aplicación de un “plan de choque social” como condición indispensable para seguir negociando.
El escollo más importante, sin embargo, era el del papel de Artur Mas. Tanto Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) como Esquerra Republicana (ERC) cerraron filas en torno al ‘president’ y lo consideraron moneda no intercambiable. El posicionamiento del núcleo duro de la CUP hizo que en la anterior asamblea de esta organización, celebrada el 29 de noviembre, una gran mayoría de las bases votaran en contra de apoyar a Artur Mas como presidente de la Generalitat por su vinculación con episodios de corrupción. Este posicionamiento ponía en peligro el propio desarrollo del proceso independentista, y todas las organizaciones que respaldaban a JxS se afanaron en bombardear constantemente con la tesis de que si no había independencia, será por culpa de los radicales.
A estos, no obstante, les produce verdadera alergia la vinculación de Artur Mas con casos de corrupción, ya que, afirman, hay “cinco causas” abiertas contra el entorno de CDC por corrupción. “Y cualquier independentista no puede cerrar los ojos a esta realidad”, aseguran las fuentes. Con esta filosofía, la CUP puso en la mesa negociadora varias opciones para dar luz verde a la formación de un Gobierno, la mayoría de ellas sin Artur Mas al frente del mismo. Pero había la posibilidad de formar una especie de Gobierno colegiado con un ‘president’ con competencias recortadas. En torno a esta idea han ido tejiendo estructuras gubernamentales para facilitar la investidura y, según fuentes solventes, ya se ha encontrado la fórmula que puede desencallar la situación y permitir que el nuevo Gobierno se pueda investir sin problemas, aunque antes habrá de exponerse a la aprobación de la asamblea de la CUP, que tendrá lugar el 27 de diciembre.

Un ‘comité ejecutivo’

Según fuentes consultadas por El Confidencial, el Gobierno estaría presidido por Artur Mas, aunque con competencias muy limitadas. El líder convergente sería un jefe de Ejecutivo más sobre el papel que a la hora de tomar decisiones, ya que prácticamente no tomaría ninguna. Sin embargo, sí tendría sobre sus hombros la responsabilidad de llevar las riendas de la proyección internacional del proceso. Su principal cometido sería viajar por el mundo, como una suerte de ‘embajador volante’, y reunirse con mandatarios diversos para ‘vender’ el proyecto de la independencia de Cataluña.
El cerebro del Gobierno catalán sería, entonces, una especie de ‘comité ejecutivo’ que tomaría las decisiones de forma colegiada y en el que estarían, como mínimo, el líder de ERC, Oriol Junqueras, la actual vicepresidenta del Govern, Neus Munté, y el cabeza de lista de Junts Pel Sí, Raül Romeva. En este sanedrín, Artur Mas sería poco más que un convidado de piedra que estaría obligado a aceptar las decisiones que se tomasen en esa ejecutiva.

El nuevo organigrama no deja de ser una variante de los que se habían barajado hasta ahora, aunque con la salvedad de que Mas tendría una especial relevancia porque sería el encargado de dar la cara ante el mundo, responsabilidad que hasta ahora se había atribuido únicamente a Romeva como responsable de esa área. “Se trata de no escenificar su ‘entierro político’, sino de dejarle una salida digna. Con ese reparto, todos contentos, ya que Mas tendría su Presidencia oficial mientras que sus poderes quedarían muy reducidos. Pero él también podría salvar la cara por su cometido internacional”, explican las fuentes.
Esta semana, la CUP también ha intentado aproximaciones a la formación Catalunya Sí que es Pot (CSQEP), que integra, entre otros, a ICV y Podemos. La intención es “ensanchar la base social de los independentistas” y preparar alianzas de cara a un futuro próximo. Los independentistas son conscientes de que algunos integrantes de la formación que lidera Lluís Rabell se encuentran relativamente cerca de sus posicionamientos pero nunca apoyarían un Gobierno presidido por Artur Mas.
Sin embargo, tras los últimos acuerdos en mesa de negociación a los que han llegado JxS y la CUP, las premisas del nuevo Govern deberían ser plenamente asumibles por CSQEP, ya que la base fundamental de la política del mismo es el plan de choque social impuesto por la CUP. Los radicales reclaman, pues, el apoyo para implementar ese plan de choque arrancado a Artur Mas y que coincide con los posicionamientos de los ecosocialistas y los podemitas. “Si ICV y Podemos aceptan, la legitimación del proceso recibirá un espaldarazo final y la independencia será imparable”, aseguran las fuentes.



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