En esta
campaña electoral los candidatos no hablan de la salud. Y deberían. El PP para
informar de lo que ha hecho con los servicios sanitarios y los demás para pedir
explicaciones. La sanidad pública es un pilar básico del Estado de bienestar; desde
que el PP accedió al poder ha sufrido el mayor ataque de su historia.
En estos cuatro años han aplicado con rigor una estrategia destinada a
desmantelar el sistema sanitario público para crear espacios de negocio a las
empresas afines y a las grandes multinacionales del sector.
La primera medida en esta dirección la adoptó el PP nada
más llegar al poder central. En abril de 2012 (tres meses después de la toma de
posesión) publicó en el BOE el funesto RDL 16/2012 -lo que hace sospechar que
ese texto ya estaba escrito cuando Rajoy prometía en los mítines que no tocaría
la sanidad ni las pensiones-. Esta norma introdujo copagos en sanidad,
excluyó medicamentos de la financiación y excluyó personas de la sanidad
pública: a los inmigrantes y a las personas que tienen estancias en el
extranjero superiores a 90 días. Este apartheid sanitario es una decisión injusta, inhumana,
peligrosa e inútil: no produce ningún ahorro económico y provoca, sin embargo,
un enorme sufrimiento personal y colectivo -además de significar un riesgo para
la salud pública-. Esta ley se encontró, desde el principio, con la oposición
de muchos profesionales -que hicimos objeción de conciencia-, y de todos los
grupos políticos (excepto Ciudadanos). El gobierno central se aplicó con rigor
en este retorno al pasado. Nos llevó a un tiempo preconstitucional: las
personas ya no tenemos derecho a la atención sanitaria por nuestra condición de
ciudadanos sino en cuanto estemosasegurados.
El derecho a la sanidad vuelve a estar condicionado por la cotización previa.
Mientras tanto las CCAA en su poder continuaron con las
políticas ya iniciadas años atrás: recortes y privatizaciones al por mayor. La disminución del gasto sanitario en
las CCAA ha llegado al 21% y ha pasado del 6.8% del PIB en 2008 a representar
el 5.9% en 2013. En 2015 el sistema sanitario público tiene 55.000 trabajadores
menos (con menos salario, peores condiciones laborales y mayor precariedad
-10.300 médicos/as y 6.500 enfermeros/as han huído al extranjero-),
mientras las empresas sanitarias han conseguido mantener e incluso
aumentar sus beneficios a costa de los presupuestos públicos. Numerosas áreas
relacionadas con la sanidad (limpieza, cocina, mantenimiento, logística,
tecnología, etc) han pasado a manos privadas (en concesiones para años, lo que
hace más difícil su rescate) y, además, ya sabemos -lo cuenta con detalle un
informe de la FADSP- que la construcción de nuevos hospitales mediante la
colaboración público-privada incrementó el coste, el nivel de endeudamiento y
favoreció la corrupción; muchos de estos centros tienen problemas legales y los
nuevos gobiernos de las CCAA estudian fórmulas para rescatarlos.
Todas estas medidas no son consecuencia de la crisis, no
son equivocaciones ni decisiones tomadas en contra de su voluntad: obedecen a
una estrategia diseñada por el PP (en connivencia con los grandes lobbys sanitarios) durante los años de
oposición y aplicada ahora con todo rigor en busca de un
objetivo: conseguir que la salud sea un negocio y no un derecho de los
ciudadanos. Por eso, en su último mes de mandato, el gobierno de Rajoy ha
aprobado (procurando pasar desapercibido) tres iniciativas de una enorme importancia
en la política sanitaria y
que pueden condicionar el futuro del sistema público. Han aprobado la
desgravación fiscal para los seguros privados (una medida muy demandada
por el sector), han firmado un acuerdo con
Farmaindustria para garantizar el gasto farmacéutico ligándolo al
incremento del PIB y
han recurrido y paralizado la decisión del nuevo gobierno valenciano de
devolver el derecho a la atención sanitaria a los inmigrantes sin papeles. Lo
que pretenden con estas decisiones es dejar el futuro atado y bien atado -tal
como hizo Franco-, para que los próximos gobernantes no tengan más remedio que
seguir el camino trazado. Habrá que buscar fórmulas para evitar ese destino. La
salud de nuestros hijos y de nuestros nietos depende de ello.
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