Por Germán Capdevila
Barcelona (INCAT-Nació.Digital).- El miedo ha cambiado de bando. Durante la campaña electoral de las elecciones plebiscitarias del 27-S, la estrategia del miedo fue ampliamente desplegada desde el unionismo para intentar desmovilizar el independentismo. Las amenazas fueron múltiples y variadas, desde la pérdida de las pensiones hasta la expulsión de la UE.
En 2017, el miedo se instaló en Madrid. En Cataluña ya no es una variable de peso, porque la ciudadanía sufre día a día las consecuencias de permanecer en España: pensiones en peligro, cercanías en quiebra, corredor mediterráneo parado, centrifugación de competencias autonómicas hacia Madrid vía judicial, amenazas al sistema educativo catalán, etcétera. La independencia es una opción válida para que las cosas dentro de España sólo pueden ir a peor.
El gran acierto del independentismo ha sido poner el referéndum en el centro del debate. Si sólo se habla de independencia, se puede reducir a una discusión ideológica. Cuando hablamos de votar para resolver un conflicto, el problema se sitúa en el ámbito estrictamente democrático. El Estado ha perdido la batalla por el relato y cualquiera de las medidas represivas que prepara no harán nada más que acelerar la independencia.
Por eso desde Madrid empiezan a hablar de golpe de Estado y de dictaduras. Por eso la prensa explica cuentos chinos sobre la situación futura del castellano en Cataluña o del presidente de la Generalitat nombrando jueces (tiene gracia que desde Madrid se hagan cruces). Tienen miedo. Se han quedado sin argumento y saben a ciencia cierta que el Gobierno y el Parlamento cumplirán con el mandato democrático otorgado por la ciudadanía.
En el plano internacional, es evidente que todo seguirá siendo un asunto interno del Reino de España hasta que Cataluña no decida dar el paso, pero provoca un nerviosismo creciente en La Moncloa que cada vez más estados europeos creen comisiones parlamentarias de seguimiento del proceso catalán. Es un hecho inédito que nos muestra que Europa y el mundo esperan que demos el paso para actuar según sus intereses. Pero tenemos que hacerlo nosotros, no lo harán ellos por nosotros.
Es posible que las respuestas represivas del Estado nos hagan pasar una temporada algo convulsa, pero la legitimidad catalana saldrá tan reforzada que los acontecimientos se sucederán con una velocidad no prevista. De hecho, ya lo estamos viendo. Aquellos que hasta ahora se habían mantenido en la equidistancia o la ambigüedad se ven obligados a tomar partido. No será la única sorpresa que veremos en las próximas semanas.-
crc
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